Jueves, 15 de octubre de 2015 | Hoy
EL MUNDO › PRIMER DEBATE DEMóCRATA EN ESTADOS UNIDOS
La disputa por el voto progresista entre la ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el senador Bernie Sanders dominó el primer debate del año entre los precandidatos demócratas a la presidencia de Estados Unidos. Las apelaciones de Sanders a ponerle fin al capitalismo “de casino” y el enérgico esfuerzo de Clinton por demostrar que sus planteos son más progresistas que los del neoyorquino, porque convocan más voluntades del estadounidense medio, marcaron el tono del debate en Las Vegas.
Sanders, socialista confeso, trató de luchar contra el estigma asociado a esa ideología a la especulación desaforada: “¿Me considero parte del capitalismo de casino por el que tan pocos tienen tanto y muchos tienen tan poco? ¡No!”. Para él, Estados Unidos debería seguir el ejemplo de política social de los países escandinavos como Dinamarca.
Clinton fue la primera oradora en el debate, en el que exhibió gran aplomo. Pero Sanders también salió fortalecido, especialmente tras tener un gesto comprensivo hacia su contrincante, hostigada con un escándalo mediático relativo al manejo de sus cuentas de correo electrónico. “Los estadounidenses estamos hartos de escuchar hablar de sus malditos e-mails. Hablemos de los problemas reales a los que se enfrenta EE.UU.”, le dijo Sanders a Clinton, quien le agradeció sonriendo mientras le daba la mano.
En lo propositivo, la única mujer del panel prometió subir el salario mínimo (para que pase a valer 15 dólares la hora), reducir la desigualdad y conceder diversos beneficios a las familias de bajos ingresos. También buscó el voto de las minorías negra y latina, ante las cuales se comprometió a ponerle fin a las tensiones racistas y reformar el sistema penitenciario. Sanders, por su parte, criticó el hecho de que haya sido la clase media la que tuvo que pagar la deuda de Wall Street. El senador por Vermont prometió que si llega a la presidencia terminará con los programas de espionaje masivo que la NSA puso en marcha tras los atentados del 11 de septiembre. El gobernador de Maryland, Martin O’Malley, junto a Clinton y Sanders, denostó a la Asociación Nacional del Rifle, en un país en el que los ciudadanos tienen garantizada la portación de armas por enmienda constitucional. Por su parte, Jim Webb, que puso en juego sus antecedentes militares y Lincoln Chafee, de actuación deslucida, apenas si rellenaron los pocos minutos que dejaron libres los dos contenedores de mayor peso.
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