Sábado, 2 de enero de 2016 | Hoy
EL MUNDO › EL DEBATE DENTRO DEL LABORISMO Y LAS NEGOCIACIONES CON LA UNIóN EUROPEA MARCAN LA AGENDA
El principal partido de oposición británico está dividido entre los moderados, que dominan el Parlamento, y la izquierda, que es inmensa mayoría en la agrupación y en muchos sindicatos. Cameron tampoco la tiene fácil con la cuestión europea.
Por Marcelo Justo
Página/12 En Gran Bretaña
Desde Londres
El año empezó con todo para Jeremy Corbyn. El nuevo líder laborista visitó ayer Yorkshire, región del norte afectada por las inundaciones de los últimos días del 2015, donde fustigó los recortes presupuestarios al Ministerio de Medio Ambiente que contribuyeron a la devastación de la zona con pérdidas de miles de millones de libras. Mientras lo hacía, el matutino The Independent publicaba unas incendiarias declaraciones de lord Peter Mandelson, uno de los cerebros políticos del Nuevo Laborismo de Tony Blair, que acusaba a Corbyn de buscar un cisma que divida al laborismo “en un partido de extrema izquierda y otro de centro”.
El líder laborista es uno de los dos grandes enigmas de la política británica de este año. Imposible predecir si sobrevivirá al frente del principal partido de oposición británico, que está dividido entre los moderados que dominan el Parlamento, y la izquierda, que es inmensa mayoría en la agrupación y en muchos sindicatos. Las divisiones entre ambos grupos son insalvables en temas de defensa, con una fuerte oposición de los moderadoscentristas a la política de desarme nuclear unilateral que impulsa Corbyn y a su rechazo de la campaña militar contra Estado Islámico en Siria.
En política, como en el fútbol, goles son amores. Mucho va a depender del resultado en las elecciones de mayo para alcalde de Londres, Salford, Liverpool y Bristol, municipales del conurbano londinense, Parlamento de Escocia y Asamblea de Gales. Un resultado negativo para Corbyn en este gran superjueves (5 de mayo) electoral aceleraría los pasos para su democión: uno positivo lo afianzaría. En un resultado más ambiguo, de ganancias y pérdidas, continuaría el actual tironeo, pero en todos los escenarios es muy concreto el peligro cismático de uno de los partidos de izquierda más antiguos de Europa.
Este posible cisma empalidece al lado del otro gran enigma que enfrenta Gran Bretaña: la Unión Europea (UE). El referendo que convocó el año pasado el primer ministro David Cameron para decidir si el Reino Unido sigue perteneciendo a la UE debe celebrarse antes de fines de 2017. La mayoría de los analistas predice que el primer ministro adelantará la fecha a este junio, pero todo depende de las negociaciones que Cameron está llevando adelante con los otros 27 miembros de la Unión Europea.
En su mensaje de año nuevo Cameron se mostró optimista. “Vamos a conseguir un acuerdo más favorable para los británicos en Europa, les daremos a las familias la tranquilidad que buscan y haremos más seguro nuestro país”, dijo. Este optimismo choca con la respuesta que obtuvo Cameron en la cumbre pre navideña en Bruselas cuando intentó persuadir a los otros líderes de sus propuestas.
Cameron quiere bloquear el acceso a beneficios sociales para inmigrantes de otros países miembro durante cuatro años, a lo que se oponen todos los países porque modifica una columna central del proyecto europeo (igualdad de todo ciudadano europeo en cualquier parte del territorio de la UE) y, por tanto, exigiría negociar un nuevo tratado. Una alternativa es que en vez de los draconianos cuatro años que pide Cameron, sean seis meses, algo que, con un poco de imaginación y creatividad, podría ser justificado con algunas de las regulaciones ya existentes en la UE, aunque requeriría sortear la oposición de los países eslavos, Hungría y Rumania.
Más fácil es la opción que busca Cameron para que el Reino Unido pueda abstenerse de participar en nuevos mecanismos que profundicen la integración política de los miembros de la UE, temor atávico de los británicos respecto al “continente”. Más compleja, en cambio, es la demanda para que, en el marco de una UE que maneja 10 diferentes divisas –euro, libra, corona, etc–, las naciones que no operan con el euro estén protegidas de las decisiones adoptadas en el interior de la moneda común europea. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, dejó en claro que debe tener las manos libres para actuar como más le convenga al ya atribuladísimo euro.
La complejidad de las negociaciones hace que la fecha misma del referendo sea un enigma. Una consulta en junio de este año requeriría un acuerdo con la UE en febrero para poner en marcha todos los mecanismos necesarios para el voto. En caso de que no sea junio, se calcula que podría ser en el otoño europeo siempre y cuando las negociaciones den resultado y los sondeos favorezcan el resultado que desea el gobierno: la permanencia en Europa. Si no se dan algunas de estas dos condiciones se pasaría al próximo año que tiene una gran desventaja política: tanto Alemania como Francia se encontrarán en medio de una campaña electoral que no facilitará las negociaciones.
Una cosa es seguro: tarde o temprano los británicos votarán. Un resultado negativo sería devastador para Cameron que probablemente se vea obligado a renunciar, pero la onda expansiva alcanzaría a Escocia que exigiría un nuevo referendo sobre su independencia ya que en el de 2014 los escoceses, fuertemente europeístas, daban por sentada la pertenencia a la Unión Europea. ¿Qué piensan los británicos? Los sondeos varían. La mayoría se inclinan a favor de la permanencia, pero algunas encuestas han dado un resultado cabeza a cabeza. En un año de dificultades económicas mundiales cualquier cosa puede suceder.
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