EL MUNDO › AL GOBIERNO PERUANO SE LE AGUDIZA LA CRISIS
Toledo, en el pantano político
Por Carlos Noriega
Agobiado por una grave crisis y consciente de su debilidad, el presidente Alejandro Toledo ha hecho un llamado a los partidos políticos para deponer las diferencias y buscar la concertación. Pero su solicitud no ha tenido la respuesta que esperaba. Mercedes Cabanillas, congresista del socialdemócrata partido aprista, la principal fuerza de oposición, le ha contestado que su solicitud es producto de “la desesperación” por su baja popularidad. Víctor Andrés García Belaúnde, vicepresidente del centrista partido Acción Popular, le ha respondido con un rotundo “no” y, por el contrario, ha pedido que se adelanten las elecciones, lo que ha sido rechazado por casi toda la clase política. Pero antes que lograr una tregua con la oposición, Toledo debería intentar controlar a su propio partido político, Perú Posible (PP) y a sus aliados del Frente Independiente Moralizador (FIM), que en las últimas semanas han sido la fuente de sus mayores problemas.
Toledo ganaría bastante si al menos logra una tregua en los líos internos del oficialista. Y también haría bien en moderar a sus socios del FIM, quienes mientras el mandatario pide diálogo a los partidos políticos sacan la espada y declaran que con el partido aprista no hay ninguna posibilidad de diálogo. El desgaste de Toledo por la crisis política se refleja en las encuestas. El presidente peruano acaba de batir un nuevo record de impopularidad: la última encuesta de la Universidad de Lima, realizada hace cinco días, le da a su gestión una aceptación de apenas 10,3 por ciento, cifra que significa una caída de ocho puntos en un mes y que lo pone a un paso de la tan temida popularidad de solamente una cifra. Según los analistas, el rechazo a su gobierno está en el límite de lo tolerable para la precaria estabilidad del régimen toledista. Y mientras aquél cae, el prófugo ex presidente Alberto Fujimori sube en los sondeos, aunque el rechazo a su régimen autoritario y corrupto sigue siendo mayoritario: alrededor de dos tercios de la población. Para los analistas resulta preocupante que Fujimori sea el político cuya aceptación ha crecido más en el último mes.
En las últimas semanas, el régimen toledista ha dado un penoso espectáculo de incongruencias, contradicciones y divisiones internas. Para comenzar, fueron miembros del propio gobierno los que pusieron en la mira de sus ataques a la hoy ex primera ministra Beatriz Merino, quien era la figura más popular del gobierno, mientras la oposición optó por el silencio en unos casos y el apoyo a Merino en otros. El lunes, Toledo juramentó a su nuevo gabinete y anunció, una vez más, un “punto de quiebre” en su gobierno. Anuncio que por lo repetido ya ha perdido cualquier efecto. El nuevo primer ministro es un hombre de PP y con eso Toledo esperaba tranquilizar a sus partidarios que exigían mayor presencia en el gobierno.
Pero la ilusión de calma le duró poco. No bien había terminado la juramentación del nuevo gabinete, una congresista de PP salió a denunciar públicamente a la nueva ministra de la Mujer, también militante de PP, de una serie de actos de corrupción. Cuatro días después de haber jurado el cargo, la ministra Nidia Puelles debió renunciar entre sollozos, y fue reemplazada por una amiga de la familia Toledo, quien ya había ocupado el cargo seis meses atrás. Esto incrementó la sensación de irreconciliables divisiones en el oficialismo, de improvisación en las decisiones de gobierno y de falta de liderazgo del presidente.