Martes, 14 de junio de 2016 | Hoy
EL MUNDO › EL DISCURSO DE FRANCISCO EN EL PROGRAMA MUNDIAL DE ALIMENTOS
En su alocución, el Papa fustigó: “Es paradójico que las ayudas y los planes de desarrollo sean obstaculizados por sesgadas visiones ideológicas, mientras que las armas circulan con una libertad casi absoluta”.
Por Elena Llorente
Para luchar contra el hambre se necesitan “soñadores”, no burócratas, no personas que vean el hambre como algo “natural” porque existe en todas partes. Porque las noticias cambian pero “el hambre y la sed siguen existiendo”. Y siguen existiendo aunque “las guerras predominen en los intereses y debates” y las armas hayan “adquirido una preponderancia inusitada” para resolver los contrastes y puedan “circular con total libertad”, mientras las ayudas humanitarias y los planes de desarrollo “son obstaculizados por incomprensibles e intrincadas decisiones políticas”. El papa Francisco fue claro y contundente al hablar ayer en la inauguración de la sesión anual de la Junta Ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos (PMA), ente que depende de Naciones Unidas y cuya sede mundial se encuentra en Roma. Al llegar al edificio, unos minutos antes del horario previsto, se detuvo a rendir homenaje ante el Muro de la Memoria, donde aparecen los nombres de todas las personas que perdieron su vida trabajando para el PAM en el mundo. También dejó allí dos cestos con flores.
Es la primera vez que un pontífice visita la sede del PMA, que tal vez sea el organismo ONU de Roma al que menos importancia le dan, en general, los personajes internacionales que pasan por la capital italiana, a diferencia de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y del FIDA (Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola). Sin embargo el PMA es la agencia humanitaria más grande del mundo con 13.500 empleados que asisten a aproximadamente 90 millones de personas en 80 países. En 2015 el PMA dio asistencia alimentaria a 76,7 millones de personas en 81 países, entre ellos alimentos para las escuelas donde asistían unos 16 millones de niños. También en 2015 dio asistencia alimentaria a unos 6 millones de refugiados y a casi 17 millones de prófugos internos.
En su discurso ante la Junta Ejecutiva Francisco comenzó apuntando contra el “mundo interconectado e hipercomunicativo en el que vivimos”. “Tenemos la posibilidad de tomar contacto casi simultáneo con lo que está aconteciendo en la otra parte del planeta –dijo–. Por medio de las tecnologías de la comunicación, nos acercamos a tantas situaciones dolorosas que pueden ayudar (y han ayudado) a movilizar gestos de compasión y solidaridad. Aunque, paradójicamente, esta aparente cercanía creada por la información, cada día parece agrietarse más. La excesiva información con la que contamos va generando paulatinamente –perdónenme el neologismo– la ‘naturalización’ de la miseria. Es decir, poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las evaluamos como algo ‘natural’ (...) De esta manera, muchas vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada por otra. Y mientras cambian las noticias, el dolor, el hambre y la sed no cambian, permanecen (...) Es necesario ‘desnaturalizar’ la miseria y dejar de asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene rostro de jóvenes y ancianos”.
También recordó que cuando visitó la FAO en ocasión de la II Conferencia Internacional sobre Nutrición de 2014, habló de “las incoherencias fuertes que estábamos invitados a asumir por el hecho de que existiendo comida para todos, no todos pueden comer, mientras que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, están ante nuestros ojos”. “Dejémoslo claro –subrayó ayer en su discurso–, la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato ni obvio, ni evidente. Que hoy, en pleno siglo XXI, muchas personas sufran este flagelo, se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una ‘mercantilización’ de los alimentos”. También criticó “el consumismo”, que “nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimentos, al cual a veces ya no somos capaces de dar el justo valor (...) Pero nos hará bien recordar que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, del que tiene hambre”.
Y refiriéndose a la guerra, contra la que siempre tiene algo que decir porque aspira a que los conflictos se resuelvan por vía pacífica, Francisco indicó que “últimamente las guerras y las amenazas de conflictos es lo que predomina en nuestros intereses y debates. Y así, ante la diversa gama de conflictos existentes, parece que las armas han alcanzado una preponderancia inusitada, de tal forma que han arrinconado totalmente otras maneras de solucionar las cuestiones en pugna (...) Nos encontramos así ante un extraño y paradójico fenómeno: mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa de dónde provengan, circulan con una libertad –perdonen el adjetivo– jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo. Y de este modo, son las guerras las que se nutren y no las personas”.
Francisco invitó a los miembros del PMA y al mundo entero a no dejarse anestesiar por frases como “Y bueno, no se puede con tanta tragedia” porque, dijo, las “poblaciones más débiles no sólo sufren los conflictos bélicos sino que ven frenados todo tipo de ayuda”. También destacó la labor realizada por el PMA en todo el mundo, presentándolo como un ejemplo de cómo se puede trabajar “para erradicar el hambre a través de una mejor asignación de los recursos humanos y materiales, fortaleciendo la comunidad local”. “Crean en lo que hacen y continúen poniendo entusiasmo. Dense el lujo de soñar. Necesitamos soñadores que impulsen estos proyectos”, concluyó Francisco ante los representantes del PMA, asegurando además el completo apoyo de la Iglesia Católica al plan “hambre cero” que el PMA se ha propuesto conseguir para 2030.
Acompañado por el virtual primer ministro vaticano, es decir el secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, entre otros, el papa luego de los aplausos y saludos se dirigió a uno de los jardines del edificio donde lo esperaban los empleados y sus familias. Francisco había preparado dos discursos, uno oficial que leyó ante la Junta Ejecutiva presidida por la estadounidense Ertharin Cousin, y el segundo dirigido a los empleados y sus familiares, con quienes se encontraría en uno de los patios del edificio. Pero como hace a menudo, el segundo discurso lo entregó sin haberlo leído e improvisó elocuentemente ante los empleados, muchos de los cuales estaban con niños pequeños en los brazos. “La primera cosa que quiero decirles en mi escaso italiano es gracias, gracias, porque ustedes hacen el trabajo detrás de la escena, que no se ve pero que hace posible que todo vaya adelante. Nadie conoce los nombres de ustedes pero ustedes hacen posible este gran trabajo, la lucha contra el hambre”, dijo el Pontífice. Y agregó “nunca olvidemos los nombres de los caídos en misiones. Pero ellos han podido hacer su trabajo por su coraje y por la fe que tenían en su trabajo pero también porque ustedes estaban aquí”.
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