Sábado, 17 de septiembre de 2016 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Alberto Ferrari Etcheberry *
“Días oscuros para la democracia brasileña”: así sintetizó The New York Times las consecuencias de la destitución (impeachment) de la presidente Dilma Silva Rousseff. Un resultado cantado: en abril un leak mostraba al vice Michel Temer ensayando el discurso de asunción de la presidencia. Había un consenso generalizado sobre los cargos: irrelevantes para The New York Times, de menor cuantía para Financial Times; minucia contable para El País que explicaba: el retraso por parte del Gobierno en reembolsar un pago efectuado por un banco público a un programa estatal. Son las “pedaladas” que han usado todos los presidentes; sin duda Fernando Henrique Cardoso hoy con sus tucanos la vanguardia del ataque a la presidente. También Para The Economist se usó “un pretexto flojo (flimsy) aunque perfectamente legal”, que contradice su correcta definición anterior: “los presidentes solamente pueden ser destituidos por actos criminales cometidos durante su mandato corriente. No hay prueba contra la Presidente…y ninguno cree que se haya enriquecido…El impeachment llevaría a una caza de brujas.” Además en un sistema no parlamentario aceptar esto como proceso constitucional equivale a reconocer que un poder legislativo puede imponer lo que se le ocurra. Queda claro: se formalizó una decisión tomada mucho antes inventando una causa en una conducta habitual que permite a pocos lo que se niega a muchos: “proibido mais tolerable”: se rechaza a Dilma lo que se acepta para sus juzgadores. Ocurrió contra el presidente Lula con el mensalâo: su antecesor Fernando Henrique le imputaba comprar votos de legisladores, lo hecho casi públicamente por él para lograr su reelección. Con Dilma, ni los más duros invocaron la corrupción; era obvio: de los 81 senadores/jueces, 47 son procesados por corrupción y 15 condenados. Elemental sentido común: Eduardo Cunha abandonó la presidencia de la Cámara de Diputados por una cuenta suiza con cinco millones de dólares de coimas de Petrobras, aunque se le permitió seguir como principal atacante.
¿Y Dilma? No es ajena a esta tragicomedia. El famoso Joâo Santana resumió lo que sería un presagio: “Votaron a una persona y eligieron a otra”. Dilma asumió el 1 de enero de 2015 designando ministro a Joachim Levy, chicagoboy y banquero para cumplir el programa liberal del derrotado Aecio Neves. Como en 1999: Fernando Henrique venció a Lula sosteniendo la paridad del real con el dólar; asumió y se produjo la devaluación que propugnaba Lula. Dilma fue más allá: dejó la economía a Levy y las negociaciones políticas a Temer. Había ignorado las relaciones externas: en los primeros seis meses de 2015 viajó más que en esos cuatro años anunciando privatizaciones y apertura comercial como ocurrió en Estados Unidos junto a Obama. Reconoció públicamente los reclamos del capital: 9 veces dijo humildad y 12 diálogo. Pretendía ser otra ante una crítica generalizada: carece de carisma, competencia y humildad, inexperta, arrogante, autócrata, carácter violento, retó públicamente al Banco Central y no ocultó su disgusto con aliados que dejarían el barco ante su debilidad.
Lava Jato y el juez Moro aceleraron la destitución que lograda se pretende esfumarla: lo han dicho ministros ya renunciados de Temer cuyo rumbo será el de sus apoyos y los tucanos con J.Serra en Itamaraty sonriendo a Obama. Lava Jeto ha corrido el velo sobre la corrupción endémica que uniendo hipocresía y cinismo es motor de la política, la justicia y el gran capital. No es cierto que el PT sea un principal responsable pero sí lo es que no ha mantenido la limpidez que lo prestigió. Debe autocriticarse y es necesario pues es el único partido político y único representante de los de abajo: aceptar a la corrupción como el principal desafío. El vicepresidente de Bolivia ha dicho: si se infecta un dedo hay que cortarlo; a los movimientos populares no se les acepta lo que es norma en los que responden a los intereses creados. El PT no lo entendió pero no está muerto y es difícil que Temer supere el rechazo actual.
* Director del Instituto de Estudios Brasileños de la Untref.
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