EL MUNDO › LA CARNICERIA DE ANTEAYER EMPIEZA A HACER PESAR LA GUERRA EN LAS PERSPECTIVAS DE REELECCION
Las ventajas cambian de bando entre W. e Irak
La exhibición pública de los atroces linchamientos de cuatro norteamericanos en Faluja y la muerte de otros cinco en sus cercanías hacen pensar a muchos que la guerra puede estar llegando a un punto de inflexión. Ayer otro norteamericano murió en un nuevo ataque.
Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Mientras más violencia surgía en Irak ayer, políticos y comentaristas se están preguntando si el horrible asesinato de los cuatro estadounidenses en Faluja el miércoles no resultará en un punto de inflexión en el compromiso de Estados Unidos con Irak, de la misma manera que el asesinato similar de un soldado estadounidense finalmente llevó al retiro de Somalía hace 11 años. Inmediatamente después del ataque, la televisión aquí evitó las imágenes más cruentas. Pero ayer, una publicación tan sobria como el New York Times publicó en primera plana una gran foto de dos cuerpos mutilados y calcinados colgando desde el puente, rodeados por una multitud de iraquíes jubilosos y exultantes. Otros medios lo imitaron, llevando el total salvajismo ejercido sobre el destino de los cuatro contratistas a la conciencia del público en general.
Ayer no hubo respiro a la violencia alrededor de la ciudad que se ha convertido en el símbolo de la resistencia a la ocupación de Estados Unidos. Tres soldados estadounidenses resultaron heridos cuando una bomba explotó a un lado del camino cerca de un convoy de tropas cercanas a Faluja. En Ramadi, al oeste de la ciudad, un autobomba en un mercado mató a seis civiles iraquíes e hirió a otros cuatro. La versión oficial es que el incidente solamente reforzó la determinación de Washington de conducir la operación en Irak hacia un fin exitoso, y que sus asesinos sean capturados y castigados. En Bagdad, Paul Bremer, el jefe de la coalición, describió los asesinatos como “despreciables, imperdonables y bárbaros” y “una violación a los fundamentos de una civilización”. Prometió que las muertes de los cuatro contratistas “no quedarán impunes”. Hablando durante una visita a Alemania ayer, el secretario de Estado Colin Powell declaró que su país no será “expulsado” de Irak. EE.UU. tuvo la capacidad de luchar contra sus enemigos y derrotarlos, prosiguió. Menos abiertamente reconocido es el hecho de que los riesgos, en términos de la credibilidad de Estados Unidos y su diplomacia global y su estrategia militar, son mucho mayores que lo que eran en 1993, cuando una misión de paz de Estados Unidos en Somalía terminó unas pocas semanas después de que una turba arrastrara el cadáver de un soldado de Estados Unidos por las calles de la capital Mogadishu.
“Somalía fue terrible, pero podíamos irnos”, dijo el franco senador republicano John McCain. En ese momento, la seguridad nacional de Estados Unidos no estaba amenazada, pero “no podemos darnos el lujo de perder esto”. Sin embargo, el episodio de Faluja, unido a la casi simultánea muerte de cinco soldados de Estados Unidos en una emboscada de insurgentes, mostró lo peligrosa que se ha puesto esa parte de Irak. Las multitudes jubilosas alrededor de los cuerpos mutilados de los cuatro civiles mostraron en casa a los estadounidenses lo detestado que es EE.UU., por lo menos en el llamado “Triángulo sunnita”, la plaza fuerte del régimen de Saddam Hussein. También demostró la mentira en las declaraciones del Pentágono de que los ataques que cobraron la vida de más de 460 soldados desde el fin de las grandes operaciones militares eran básicamente obra de terroristas extranjeros. Aquellos que estaban exultantes manifiestamente no eran extranjeros, sino habitantes iraquíes comunes de Faluja. Aun antes, las dudas del público sobre la guerra estaban aumentando. La proporción de estadounidenses que cree que estaba bien atacar Irak disminuyó a poco más del 50 por ciento, comparado con el 70 por ciento o más durante e inmediatamente después de la invasión. Pero una encuesta llevada a cabo por CBS-New York Times el mes pasado encontró que por unmargen de 51-42, el público aquí no cree que la guerra valiera la pena la pérdida de vidas estadounidenses y los costos financieros, 160.000 millones y más. Muchos expertos sostienen que el público está más habituado ahora a la violencia desde el duro despertar en Mogadishu en 1993. Pero a medida que se intensifica la campaña por las elecciones, la Casa Blanca debe estarse preguntando ansiosamente sobre cuántas más muertes va a tolerar la opinión pública antes de que cambie el estado de ánimo nacional. Ayer, en una inversión de encuestas anteriores, una compulsa publicada por Los Angeles Times muestra que el desafiante demócrata John Kerry lidera las intenciones de voto con un 49 por ciento contra un 46 por ciento del presidente Bush. Y una parte central del vuelco contra el presidente han sido las revelaciones de Richard Clarke, jefe de contraterrorismo de tres administraciones y afiliado republicano, quien en su libro Against all Enemies (Contra todos los enemigos) asegura que la administración ignoró olímplicamente sus advertencias contra Al Qaida y que Bush forzó a su gente desde el mismo 11-S a empezar los preparativos de la guerra a Irak. La misma encuesta del diario californiano muestra que un 52 por ciento cree la versión de Clarke, mientras sólo un 40 por ciento confía en la palabra de la Casa Blanca.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.