EL PAíS › MASIVO ACTO EN CONGRESO PARA RECLAMAR MAYOR SEGURIDAD
“Una reforma total de la policía”
Decenas de miles de personas, la mayoría de clase media, llenaron buena parte de la Plaza Congreso y sus aledaños. Juan Carlos Blumberg reclamó al mismo tiempo leyes más severas y el fin de la corrupción en la Bonaerense. El acto impactó a los gobiernos nacional y provincial.
Por Horacio Cecchi
Una multititud que la Policía Federal estimó en 130 mil personas (los organizadores no dieron cifras) colmó la Plaza Congreso y sus alrededores para reclamar justicia por el asesinato de Axel Blumberg. Su padre, Juan Blumberg, fue ovacionado por los asistentes tras un discurso tan emotivo como contradictorio. Blumberg pidió tanto por la disminución de la edad de imputabilidad de los menores como por la reestructuración total de la Bonaerense. El acto se desarrolló como un fiel reflejo de lo que fue la convocatoria: se escucharon gritos por la pena de muerte y pedidos de Blumberg por respetar la democracia cuando se desataron silbidos contra los legisladores. Los representantes de los credos judío, católico e islámico, Daniel Goldman, Guillermo Marcó y Omar Aboud, que ofrecerían una oración conjunta al inicio del acto, decidieron no realizarla por no acordar con el tenor de parte de los reclamos (ver aparte). Lo mismo ocurrió con la Asociación Miguel Bru o los padres de Demonty, Schenone, Canillas y Giacone.
Eran grupos de dos, tres, cinco personas, no más. Cantidad de grupos, que se iban apiñando y aglomerando en una masa compacta a medida que llegaban a la plaza. A las siete de la tarde, los límites de la concentración habían alcanzado hasta las calles Perón por el norte, Paraná por el este y Alsina por el sur. El monumento de los Dos Congresos estaba completamente cubierto, lo mismo que todos los bares aledaños, donde la gente optaba por subirse a las mesas o, simplemente, mirar el acto en las pantallas de televisión dispuestas estratégicamente en cada local. Contra las vallas de la escalinata del Congreso que había sido ocupada por el Coro Kennedy, se había concentrado una multitud de familiares de víctimas de la policía, autoconvocados individual y espontáneamente, la enorme mayoría de ellos desconocidos por el público.
La composición de la marcha fue tan heterogénea como el reclamo convocante. Por Avenida de Mayo llegaban multitudes de oficinistas, muchos sacos y corbata, velas en la mano. Por Callao, desde el norte, gestos adustos, espaldas de rugbiers, bermudas y Lacostes. Desde el sur, la mayor parte de los carteles de víctimas de la policía, mayor composición de gente humilde y ojos llorosos. A las siete de la tarde, la marea humana era tan compacta que hacía imposible moverse.
El eje de la marcha se concentró en la propuesta que Juan Carlos Blumberg presentó ante el presidente del Senado, Daniel Scioli, y de Diputados, Eduardo Camaño. Antes de hacer entrega de la propuesta, ofreció un discurso a la multitud. “Tenemos que luchar en democracia –dijo después de agradecer la presencia de todos– y nosotros con nuestras firmas no les vamos a pedir, les vamos a exigir que cambien ciertas leyes, les vamos a exigir muchas cosas”. Se refería a los legisladores y a una serie de reclamos que habitualmente se escuchan en boca de los representantes de la mano dura: reprimir la portación de armas con pena de prisión no excarcelable (Blumberg puso como ejemplo erróneo a Estados Unidos, donde dijo que portar armas es castigado con cinco años de prisión cuando la portación de armas está permitida por la Constitución); sensible aumento de las penas mínimas y máximas para el homicidio, secuestro y violación; penas de cumplimiento efectivo y total, sin salidas anticipadas; reducir la edad de imputabilidad de los menores; anular el límite de los 25 años como condena perpetua.
Pero al mismo tiempo, Blumberg presentó el reclamo por reeducar a los presos a través del trabajo hacia la comunidad; establecer fábricas y talleres dentro de los penales. También una profunda reforma del sistema judicial para alcanzar una justicia rápida e idónea “para garantizar la plena vigencia del estado de derecho”. También hubo un párrafo para el control efectivo de los teléfonos celulares. Por fuera del petitorio, Blumberg dijo a través de los parlantes que los policías involucrados en delitos, “que ese hombre al que le dimos el arma para que nos cuide, tiene que estar preso –dijo, y agregó–, de por vida, y no salir de la cárcel”. El párrafo central del reclamo, el que se dirigía al nudo central y a los motivos que derivaron en la muerte de su hijo, fue aplaudido por miles de palmas: “Hay que hacer una reforma total de la Policía Bonaerense”. Desde el asesinato de Axel, su padre acusó a la Bonaerense por corrupción, a sus hombres de participar directamente en el secuestro, y de recibir protección política. Durante el acto aseguró que “hay que extirpar el cáncer de la Bonaerense”. También dijo que había que instruir a la policía, entregarle armamentos modernos, chalecos que sirvan y sueldos dignos “para que no tengan que trabajar y después cumplir una guardia en otro lado, porque así nunca van a poder cumplir”.
Finalizado su discurso, ingresó al Congreso, donde fue recibido por los presidentes de ambas cámaras para entregar el reclamo, mientras en la calle decenas de hombres y mujeres recolectaban firmas para apoyar el petitorio. Al salir, se enfrentó a la multitud desde lo alto de la escalinata para decir que Camaño se había comprometido a llamar a sesiones extraordinarias para el tratamiento de las leyes. Al mencionar la palabra “diputado”, una rechifla generalizada se desató en el aire y se escucharon algunos gritos de “¡pena de muerte!”. Entonces Blumberg soltó un gesto clave: “No, no –dijo, mientras con sus manos llamaba a la serenidad–. Estamos en democracia, vamos a exigir en democracia. Los diputados que están están porque los votamos. Si no nos gustan, hay que cambiarlos votando a otros”.
Después, convocó a todos a acompañarlo hacia la Casa de la Provincia de Buenos Aires. Allí fue recibido por el ministro de Justicia, Eduardo Di Rocco; el jefe de gabinete de Felipe Solá, Florencio Randazzo, y el ministro de Gobierno, Rafael Magnanini. A ellos les entregó el petitorio en el que exigía la reforma total de la Bonaerense. La multitud se desconcentró. Parte de la gente fue después a Plaza de Mayo. Más allá de un discurso confuso pero legítimo, del multitudinario acto, pareció surgir como síntesis que la sociedad está harta de la corrupción policial, la desidia judicial y la protección política. Y responsabiliza tanto a una como a otra por la multitud de Axeles conocidos y desconocidos.