EL MUNDO › MERDE
LE PEN COMPETIRA POR LA PRESIDENCIA DE FRANCIA
Un duro golpe de timón a la derecha
En Europa, la ultraderecha gobierna en Dinamarca, cogobierna en Austria e Italia y avanza en Holanda. Y ayer tuvo un premio mayor e inesperado: su figura más descollante, Jean-Marie Le Pen, pasó al ballottage presidencial en Francia. Competirá frente al derechista Jacques Chirac y dejó afuera al premier socialista Lionel Jospin.
Página/12
en Francia
Por Eduardo Febbro
Desde París
@Al cabo de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, los electores provocaron el mayor terremoto de la historia política de Francia al eliminar al premier socialista Lionel Jospin y dejar como protagonistas de la segunda vuelta al presidente saliente Jacques Chirac y al representante de la extrema derecha más rancia del Viejo Continente, Jean-Marie Le Pen. El conservador Jacques Chirac alcanzó casi el 20 por ciento de los votos seguido por Jean-Marie Le Pen con 17,5 por ciento. Lionel Jospin se quedó en el tercer puesto con el 16 por ciento. Ningún instituto de sondeos había previsto la presencia de la extrema derecha en la segunda vuelta, tanto más cuanto que tras cinco años de gobierno, los socialistas entregaban un país pacificado, con un desempleo en descenso, planes sociales ambiciosos y varias reformas de peso como la de la semana laboral de 35 horas de trabajo. Según las previsiones adelantadas anoche, Jacques Chirac derrotaría a su rival de extrema derecha con casi el 80 por ciento de los votos en el curso de la segunda vuelta presidencial prevista para el próximo 5 de mayo.
El resultado de este domingo es tan imprevisto como incoherente y pone en el centro de la disputa electoral a dos líderes políticos manchados por un pasado poco honroso: el presidente Chirac ha acumulado errores gigantescos y su implicación aparece probada en numerosos casos de corrupción. Por su parte, Jean-Marie Le Pen y su partido Frente Nacional representan la franja más extremista de la ultraderecha: racista, xenófoba, antisemita, violenta y adoradora de los personajes más turbios de la historia de Europa. Una vez que las proyecciones de las urnas fueron confirmadas oficialmente, el premier anunció anoche su retiro de la vida política al cabo de la disputa presidencial.
El fracaso de Lionel Jospin no tiene ejemplos en el pasado. Gobernó con cierta calma en el período más extenso que se haya conocido en un puesto tan peligroso como el de jefe de gobierno (cinco años) y todos los estudios de opinión le aseguraban una presencia confortable en la segunda vuelta. Partidario de la “izquierda realista” que en vez de privatización prefiere hablar de “apertura del capital”, Jospin y su discurso sobre la “responsabilidad”, la “transparencia” y la simpleza no cautivó al electorado. En un contexto favorable, la izquierda francesa quedó anoche de rodillas y hundida en las urnas por la dispersión del voto, pues hubo 16 candidatos en total. En medio de una tasa de abstención que superó todas las marcas (más del 28 por ciento), la mala campaña que hizo Jospin en las últimas dos semanas, la derechización de su discurso en materia de seguridad y, sin dudas, los dos casos dramáticos ligados a la seguridad que sacudieron al país en los últimos días, cambiaron el sentido de las urnas.
Jacques Chirac recoge los frutos políticos de un campo que nunca sembró. Electo en 1995 frente al mismo Jospin, el presidente sumergió al país en una situación indescriptible tras el lanzamiento de un plan de reforma de la seguridad social que paralizó a Francia durante un mes completo, de noviembre a diciembre de 1995. Entre ese año y el ‘97 gobernó a tientas, levantando contra él una ola de críticas que puso a Francia en una situación de inestabilidad. Como si esto fuera poco, en 1997, a fin de corregir la relación de fuerzas dentro de la derecha, llamó a elecciones legislativas anticipadas. Fue este escrutinio, que Chirac pensaba ganar, el que trajo al poder a los socialistas con Lionel Jospin a la cabeza. Cinco años de reformas y concertación social fueron barridos por la extrema derecha. En contra de todo lo que se esperaba, Jean-Marie Le Pensuperó a Jospin, infligiéndole la derrota política más severa que se pueda imaginar. Y es una derrota también para la democracia en un país donde ningún parámetro explica que el segundo personaje más votado sea quien defendió las ideas y los principios del mismísimo Hitler. “Es un verdadero cataclismo, no solamente para la izquierda sino también para Francia”, dijo anoche Laurent Fabius, el actual ministro de Economía y Finanzas.
Ante la “amenaza” de los halcones del pasado, Jacques Chirac aparece ahora como “un muro de protección” contra las ideas de una extrema derecha que, en su momento, él mismo defendió. Los politólogos buscaban anoche con desesperación una explicación al sismo que dejó de luto a la democracia francesa. Jean-Marie Le Pen no debe haber soñado con pasar a una segunda vuelta ni en sus momentos de más ilusión. Pero el colapso no se limita a su legitimación. La izquierda gobernante sale de las urnas demolida por el voto. La elección confirmó el ocaso irremediable del Partido Comunista francés, 3,5 por ciento de los votos, y los límites de los ecologistas, cuyo candidato, Noël Mamere, no estaba seguro de conseguir el 5 por ciento. También fue un fracaso para quien era presentado como “el tercer hombre” de esta elección, es decir, el ex ministro socialista de Defensa e Interior, Jean Pierre Chevènement, fundador y animador del MDC, Movimiento de los Ciudadanos. Los centristas consiguieron una honrosa cuarta posición, 6,7 por ciento, mientras que la derecha ultraliberal apenas totalizó un 4 por ciento.
La abstención y los extremos fueron ayer los grandes protagonistas de las urnas. Además de Le Pen a la derecha, los candidatos de la extrema izquierda, la llamada “izquierda contestataria”, salieron con la frente alta. La trotskista Arlette Laguiller llegó quinta con poco más del 6 ciento, mientras que Olivier Besancenot, el otro candidato trotskista, sumó cerca del 5 por ciento. Jacques Chirac llamó a los electores del país a protagonizar un “sobresalto democrático” a fin de “defender los derechos humanos y garantizar la cohesión de la nación”. Pero ninguna palabra podrá borrar el oprobio que representa para un demócrata enfrentar en la segunda vuelta a un hombre cuya cuna ideológica es la negación misma de la democracia. Francia, país pilar de la Unión Europea, deberá elegir entre Chirac y otro candidato cuya identidad política consiste en un rechazo absoluto a los criterios de la Unión. Ninguno de los valores sobre los que reposa la Europa de la posguerra tienen cabida en los programas de la extrema derecha. Construido en torno al rechazo de los extranjeros, el partido Frente Nacional y su resultado de ayer prueba que, en contra de lo que se pensó, los herederos del odio no han dejado de existir. Según expresó Le Pen, “los franceses ya no querían que el futuro del país se redujera a un duelo entre Chirac y Jospin”.
Cabe resaltar también el rotundo fracaso de la sondología. Todos los organismos de estudios de opinión trabajaron en torno a una certeza y una duda: existía absoluta seguridad de que los dos candidatos de la segunda vuelta serían Chirac y Jospin. Lo único que no sabían es quién ganaría. Los militantes socialistas, que ayer llenaron con lágrimas la Plaza de la Bastilla, saben ya que no es así. Derrotados, tristes, incrédulos, heridos y avergonzados, los partidarios de la izquierda buscaban en silencio una explicación racional al desastre que los empujó a los márgenes de la historia para atraer al primer plano a dos dirigentes de la derecha: uno, Jacques Chirac, forjado en la cuna de quien cambió el rumbo de la historia francesa oponiéndose al nazismo, el general De Gaulle. El otro, Jean-Marie Le Pen, embebido con las ideas que proyectaron sobre el Viejo Continente la más negras de las sombras que se tragó a Europa.