EL MUNDO › TRAS SEIS DIAS DE LA OFENSIVA NORTEAMERICANA EN FALUJA
La ciudad de las últimas cosas
Faluja, bastión de la insurgencia, es un cuadro de muerte y destrucción. Ayer, continuaban los focos de resistencia, a pesar de que EE.UU. dijo que la había “pacificado”.
Por Kim Sengupta *
Desde Camp Dogwood, Irak
Los norteamericanos y las autoridades iraquíes anunciaron ayer que concluyó la “pacificación” de Faluja. Y declararon que habían roto las últimas líneas de resistencia con un saldo de 1200 combatientes muertos. Pero había evidencias en esa ciudad de que la guerra no había terminado y que su devastación habría incentivado la resistencia. Las fuerzas norteamericanas todavía estaban “liquidando” focos de resistencia ayer, además de llevar a cabo pesquisas en varias casas, mientras que un comandante norteamericano reconocía que la urbe había sido “ocupada, pero todavía no conquistada”.
Donald Rumsfeld, secretario de Defensa norteamericano, declaró que las fuerzas aliadas “han concluido su avance, desde el norte de la ciudad hacia el sur”. Por su parte, el primer ministro interino iraquí, Iyad Allawi, dijo que se había logrado “un triunfo tajante sobre los insurgentes y los terroristas”. Pero la pacificación del principal bastión de los rebeldes puede que haya sido una victoria vacía. Los norteamericanos dejan tras su paso una ciudad destrozada, luego de haber desplegado todo su poderío, contra aproximadamente 6000 insurgentes.
El ejército norteamericano informó también que el líder militante jordano Abu Musab al Zarqawi y otros miembros prominentes de la insurgencia habían escapado de Faluja. Pero Allawi afirmó que “Faluja no es más un refugio seguro para terroristas”, aunque admitió que llevaría “algunos días” limpiar los “nidos” de terroristas remanentes.
La ofensiva de seis días, por tierra y por aire, dejó 38 soldados norteamericanos y seis soldados iraquíes muertos, además de 275 soldados heridos, para fuentes militares norteamericanas. Doscientos de los insurgentes muertos eran extranjeros, según la información norteamericana. Tras haber fallado en las tres semanas de combate contra los insurgentes de Faluja en abril pasado, esta vez el ejército norteamericano expresó su orgullo, por la rapidez de la operación que desplegó seis veces la cantidad de tropas utilizadas siete meses atrás.
Pero la cantidad de civiles iraquíes muertos o heridos no fue mencionada, luego de que Allawi asegurara que no tenían información sobre las víctimas civiles. Rumsfeld afirmó, con aire seguro, que la semana pasada se les había dado recomendaciones a los civiles para que no fueran heridos. “Los civiles inocentes de la ciudad han recibido la guía que necesitan para saber cómo evitar estar en problemas. No habrá grandes cantidades de civiles muertos, y ciertamente, no morirán en manos de las fuerzas norteamericanas”, dijo Rumsfeld.
Cerca de 300 mil residentes de Faluja escaparon de la ciudad antes o durante la operación militar, cuyo objetivo era “pacificar” para que las elecciones de enero de 2005 puedan ser llevadas a cabo. Pero miles de ellos quedaron atrapados. Ayer, cuerpos calcinados se encontraban por doquier en las calles de la ciudad, y cientos de edificios yacían en ruinas. Los iraquíes que aún permanecían en Faluja denunciaron que no había ni agua ni alimentos, mientras que las agencias humanitarias advirtieron que en la ciudad y en sus alrededores estaban enfrentando una “crisis humanitaria”.
Brotes de fiebre tifoidea y otras enfermedades epidémicas asolaban a los sobrevivientes. Los restos humanos en descomposición formaban montañas humanas y miles de personas seguían confinadas en la ciudad con heridas, y sin ayuda médica. Faluja revelaba ayer un cuadro de desolación, destrucción, con la mayoría de sus edificaciones arrasadas hasta los cimientos, las mezquitas en escombros, los postes telegráficos derribados, los cables eléctricos y telefónicos sin tensión. Vehículos de los que sólo quedaba metal retorcido yacían en las calles.
En tanto en el hospital principal se formó una comitiva de ayuda. El capitán Adam Collier, del ejército norteamericano alegó razones de seguridad para no dejar pasar siete camiones repletos de víveres, medicinas, frazadas y tabletas de purificación de agua enviados por la Cruz Roja iraquí. Pero un funcionario de la ciudad, el marine coronel Mike Shupp, dijo: “No necesitamos abastecernos desde afuera, porque tenemos provisiones para la gente. Ahora que el puente se ha vuelto a abrir, trasladaremos a las víctimas y el trabajo solidario se llevará a cabo”.
Mientras finalizaba el mes de ayuno árabe conocido como Ramadán para los iraquíes, los combates continuaban en Irak, ayer. Los helicópteros norteamericanos atacaron Baji en el norte y los tanques avanzaban hacia el centro de la ciudad. El distrito de Jolan, entonces un fuerte de los insurgentes, parecía una ciudad fantasma, sólo se oía el ruido sordo de los tanques.
En la calle, un cuerpo yacía sin cabeza, que probablemente había estallado en una de las tantas detonaciones de bombas que azotaron a la ciudad de día y de noche, por una semana.
Las fuerzas de seguridad habían perdido gran parte del control de Mosul, la tercera ciudad más grande de Irak, con una población de aproximadamente 1,8 millones de árabes, kurdos, turcomanos y cristianos asirios. “Mosul estaba a punto de ser perdida”, dijo el brigadier Awar Dolan. Hombres armados controlaban algunos distritos.
Con todo, Faluja, el bastión rebelde donde los ciudadanos incluso desafiaban al derrocado Saddam Hussein, parecía inerte. Las torres de la docena de mezquitas de la ciudad permanecían silenciosas, ya no enviaban su llamado a la guerra santa, que desde sus techos retumbaban en busca de potenciales combatientes para unirse a la insurgencia.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Alicia B. Nieva.