EL MUNDO
De la catarsis a los exorcismos en la nueva república de Le Pen
La sociedad francesa ha sido estremecida por la llegada de la extrema derecha a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, y es escenario de una seguidilla de manifestaciones y pronunciamientos.
Por Eduardo Febbro
Oficinas, bares, restaurantes, Internet, universidades, transportes públicos y la misma calle, Francia se asemeja hoy a una inmensa sala de terapia colectiva dentro de la cual la sociedad habla y se habla sobre un tema único: la presencia de la extrema derecha en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. “Ni siquiera dos días antes de la final del Mundial 98 contra Brasil la gente estaba tan conversadora”, dice François, el mozo del Canon de Gobelins, un concurrido bar del distrito 13 de París. El dueño del Canon constata sin embargo que “algunos clientes andan como sonámbulos; otros miran como si buscaran saber quien votó por Le Pen el domingo pasado”. La sociedad parece empeñada en “exorcizar” la elección del domingo pasado en un interminable río de interpretaciones. Las manifestaciones callejeras no perdieron un ápice de su ardor y ayer más de 200.000 personas volvieron a protagonizar marchas en las capitales provinciales y las localidades más recónditas del país. La efervescencia es particularmente fuerte entre los jóvenes que, saliéndose del marco de las organizaciones estudiantiles, crean comités contra “El Frente del Odio”, organizan debates constantes o convocan a asambleas espontáneas antes de salir por las ciudades. En la muy seria Universidad de Ciencias Políticas de París, los cursos fueron reemplazados ayer por una “jornada muerta” que precedió la marcha hacia el Panteón.
Al igual que en Ciencias Políticas, otras universidades se aunaron a la petición remitida a las empresas de sondeos de opinión intimándolas a que se abstengan de difundir encuestas antes de las presidenciales del 5 de mayo. Los estudiantes se estiman “engañados” y “mal inducidos” por las encuestadoras, que “ocultaron” la importancia del voto de los ultras. Tímido durante los dos primeros días, el movimiento universitario cobró vigor ayer. Muchas facultades vieron los cursos perturbados debido a las huelgas y jornadas sin estudios decretadas por los mismos estudiantes con, por lo general, el apoyo de los profesores. El líder de la extrema derecha, Jean-Marie Le Pen, acusó a su rival Jacques Chirac de haber “orquestado” todas las manifestaciones que se suceden cada día. Según dijo, “todo esto está minuciosamente montado por los medios marxistas de la educación nacional”. Le Pen arremetió también contra los artistas e intelectuales que llaman a votar contra él para terminar denunciando luego “la injerencia” en los asuntos internos franceses de los primeros ministros de España, Gran Bretaña e Italia. En un comunicado seco y agresivo, Le Pen escribió que “más allá de la evidente complicidad de todos esos altos personajes –Aznar, Blair, Berlusconi– con los iniciadores de la campaña de odio y de mentira de la cual es objeto Jean-Marie Le Pen, son culpables de una grave afrenta a la nación francesa”.
Pero los enemigos del líder ultraderechista también se manifestaron desde las canchas de fútbol. La gran mayoría de los jugadores de la selección francesa que ganó el Mundial del ‘98 se pronunciaron también a favor del voto por Chirac. En los medios políticos y mientras prosiguen las tratativas con vistas a la segunda vuelta y, ante todo, a las elecciones legislativas del mes de junio, el silencio de Lionel Jospin se convirtió un tema de pugna política. El primer ministro francés, al despedirse hace dos días de su equipo de campaña, no dio ninguna consigna de voto para el 5 de mayo. En una sociedad que se moviliza “contra”, el silencio o la “neutralidad” de Jospin suscitó incluso vivos reclamos en el seno mismo del Partido Socialista. Sus allegados explican que el anuncio de su retiro definitivo de la vida política hecho el domingo de la derrota significa que Jospin “no quiere hacer ninguna declaración política suplementaria”.
La actitud de Jospin contrasta con la posición oficial del PS, que llamó rápidamente a “impedir” que Le Pen pase. Jospin, en cambio, le dejó a sus militantes la libertad de elección. La interna en el seno del PS es lo suficientemente ruda como para que hasta el mismo portavoz del partido de la rosa haya salido a pedir públicamente que Jospin “tome posición en nombre de los valores comunes y frente a la situación actual”. La actual ministra socialista de la Familia, Segolène Royal, afirmó que Jospin “debe asumir sus responsabilidades”. La base socialista se muestra más que reticente a votar por Chirac y la discreción de Jospin complica el respeto de la norma fijada por los dirigentes: urge votar por Chirac a fin de impedir que la extrema derecha vuele demasiado alto. Sólo el primer secretario del PS, François Hollande, y el director de la campaña de Jospin, Jean Galvany, apoyaron al derrotado candidato socialista alegando que “no se le puede pedir hoy que encima sea un actor. Hay reglas simples que es preciso respetar”. La derecha no perdió la ocasión de hundir un poco más a Jospin insinuando críticas y sospechas mezquinas en torno al “silencio electoral” del primer ministro.
Francia atraviesa horas de confusión, vergüenza y consenso. Ayer, el líder del Mayo del 68 francés, Daniel Cohn-Bendit, y otros dos notorios intelectuales, Bernard Henry Lévy y André Glucksman, lanzaron una petición a favor de Chirac: “Osemos un inmenso plesbicito por la democracia”, escribieron. En un tono más lúcido y con acentos patéticos, el director del semanario Le Nouvel Observateur, Jean Daniel, hizo un retrato sin miramientos de la hecatombe que sacudió al país: “Hicimos de Le Pen un héroe, de Chirac un recurso, de Francia un país sin alma y de la izquierda un sueño superado”.