EL MUNDO › TOLEDO EFECTIVIZO EL NOMBRAMIENTO DE OLIVERA COMO CANCILLER EN PERU
Presentando a lo impresentable en escena
Por Carlos Noriega
Desde Lima
El presidente Alejandro Toledo parece más prisionero que nunca de sus errores. Su decisión de nombrar canciller a Fernando Olivera, su cuestionado socio político, ha gatillado una grave crisis de gobierno, a la cual Toledo no le encuentra salida. La caída del gabinete como consecuencia de la renuncia del premier Carlos Ferrero, la rebelión al interior de su partido en protesta por la designación de Olivera, las duras críticas de la oposición y de la prensa y la reacción negativa en la opinión pública ante este nombramiento han puesto al presidente peruano contra la pared. Toledo inventó una crisis que se ha convertido en una grave amenaza para la estabilidad de su gobierno, precisamente en el momento en que comenzaba a experimentar una ligera recuperación en las encuestas.
Mientras Olivera tomaba posesión del cargo de canciller, los principales dirigentes del oficialista partido Perú Posible (PP) ajustaban la presión contra Toledo para que diera marcha atrás y retirara del gabinete al recién nombrado canciller. En las afueras del Palacio de Torre Tagle, sede de la Cancillería, un centenar de personas protestaba contra Olivera, mientras éste daba su discurso de posesión del cargo. Intentando tranquilizar a los diplomáticos que lo escuchaban, Olivera les aseguró que continuará la “línea institucional” de la política exterior y les dijo que “no es necesario tener miedo alguno”. En ese mismo momento, a pocas calles de ahí, en Palacio de Gobierno, Toledo se reunía con los principales dirigentes de su partido, intentando controlar la rebelión interna, que ha puesto al oficialista PP en su más grave situación en estos cuatro años de gobierno. En esa reunión estuvieron presentes el renunciante premier Carlos Ferrero, quien también es congresista, y el saliente ministro de Vivienda, Carlos Bruce, quien es uno de los tres secretarios colegiados de PP y que mediante un comunicado anunció que en su caso la renuncia obligada por la salida del premier tenía carácter irrevocable.
Ferrero y Bruce, dos personajes clave para el gobierno de Toledo, se han puesto a la cabeza de la rebelión al interior de PP, que rechaza la designación del nuevo canciller. Ambos enfrentaron duramente en las últimas semanas a Olivera por el apoyo que éste le dio a una decisión del gobierno regional del Cuzco, controlado por el partido del nuevo canciller, de legalizar el cultivo de la hoja de coca. Otro de los secretarios generales colegiados de PP, el congresista Jesús Alvarado, le ha pedido públicamente a Olivera que renuncie a su reciente nombramiento “para recuperar la tranquilidad política”. La reunión en Palacio de Gobierno comenzó poco después del mediodía y continuaba por la noche. Ferrero fue el último en llegar y el primer en irse. Estuvo un par de horas en el encuentro con Toledo y la cúpula de PP y no dio declaraciones sobre lo tratado en la cita.
Se especula que el ministro de Economía, el neoliberal Pedro Pablo Kuzcynski, podría ser el nuevo primer ministro. La Constitución señala que el premier debe recibir un voto de confianza del Congreso unicameral de 120 bancas para ser ratificado, y con Olivera en el gabinete el gobierno corre un alto riesgo de perder esa votación, porque no puede asegurar los votos de su propia bancada, cuyos principales miembros han exigido públicamente la salida del nuevo canciller. Por ahora, el gobierno solamente cuenta con los nueve votos del partido de Olivera.
Toledo se ha colocado en una situación sin una salida a la vista. Si insiste en mantener al cuestionado Olivera, se enfrenta a la amenaza de una fractura de su partido y una derrota en el Congreso. Si lo cambia ante las presiones, será una señal de debilidad y de indecisión, que complicará la situación de un presidente con una imagen ya bastante debilitada. Parece una situación de pierde o pierde.