EL MUNDO › LOS DISTURBIOS EN FRANCIA LLEVAN ONCE DIAS Y SE SUMAN CIUDADES A LA ESPIRAL DE VIOLENCIA ESPONTANEA
La “intifada de los suburbios” deja un París en llamas
Los jóvenes árabes llevaron su ira a Toulouse, Saint Etienne, Orleans y de nuevo a la capital francesa. Anoche hubo al menos 34 policías heridos, varios de ellos de bala, 520 autos incendiados y 95 detenidos. El presidente Jacques Chirac dijo que era “prioridad restablecer el orden”. Hoy habrá anuncios.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Los policías que se enfrentaron ayer con los jóvenes de los suburbios en rebeldía describen escenas apocalípticas. “Nos atacaron con cócteles molotov, piedras, picos y hasta con bolas de acero. Parecía el fin del mundo”, cuenta uno de los oficiales de la localidad de Evreux. En la madrugada de hoy, la policía de la localidad de Grigny, en las afueras de París, fue incluso atacada con disparos reales. Al cierre de esta edición, al menos 34 policías resultaron heridos y 520 vehículos fueron incendiados. El fin de semana fue escenario de las acciones violentas más agudas que se hayan registrado desde que la región de Saint-Denis se levantó hace casi dos semanas luego de la muerte de dos adolescentes en un transformador de alta tensión.
En la madrugada del sábado al domingo fueron incendiados más de 1300 vehículos, hubo quema de instituciones del Estado, heridos en los enfrentamientos y algunos incidentes en tres barrios de París. En la noche de ayer a hoy los disturbios se iniciaron más temprano y se extendieron a otras ciudades del país agrandando el abanico de suburbios o ciudades dormitorios que, día tras día, se suman al espiral de la violencia. La policía francesa, que utilizó por primera vez helicópteros con reflectores gigantes y cámaras de video para disuadir a los jóvenes, desplegó un masivo dispositivo de seguridad que no logró frenar la ola constante de ataques y agresiones de todo tipo. Al cierre de esta edición contabilizaban 95 arrestos y 528 vehículos quemados.
En la localidad de Rouan, en los Alpes Marítimos, un auto incendiario fue arrojado contra una comisaría del barrio de Los Pinos. Aunque con menor intensidad, los disturbios ganaron las ciudades de Toulouse, Saint Etienne, Orleans y, por segunda vez, llegaron a la capital francesa. En total, 211 comunas forman hoy el círculo rojo de los jóvenes excluidos del sistema que eligieron el camino de la violencia como protesta social (ver recuadro). El método operacional se repite en casi todas las localidades que viven al ritmo de las devastaciones diarias: los jóvenes evitan los enfrentamientos directos con la policía, se desplazan en pequeños grupos y actúan de forma relámpago antes de huir. La única excepción de ese método fue Evreux, en Normandía, donde grupos de muchachos se enfrentaron cuerpo a cuerpo con la policía, devastaron un centro comercial, una escuela, una Municipalidad y un local anexo a una comisaría. La situación se volvió tan crítica que la policía tuvo que pedir refuerzos para restablecer el orden. Ningún dato deja entrever una pronta solución a la crisis. La herida racial y social que Francia pretendió ignorar emerge día tras día con su implacable cuota de estragos materiales. El Ejecutivo francés organizó ayer una reunión del Consejo de seguridad Interior y, por primera vez desde que estalló lo que algunos llaman “la intifada de los suburbios”, el presidente francés, Jacques Chirac, habló públicamente sobre el tema. En una curiosa demostración de un elegante ejercicio literario más que de un acto de responsabilidad política ante el drama que sacude el país, el jefe del Estado reiteró que la “prioridad absoluta es el restablecimiento de la seguridad y del orden público. La última palabra le corresponde a la ley. Por naturaleza, la república tiene la determinación a ser más fuerte que quienes quieren sembrar la violencia y el miedo”. Chirac hizo de paso una mención tangencial a la raíz misma de la revuelta diciendo que “la evolución de las cosas supone el respeto mutuo de la Justicia y la igualdad de las posibilidades. Estamos determinados a ir en ese sentido”. En suma, por el momento, el gobierno decidió reforzar el dispositivo policial para cercar lo más posible la extensión de la insurrección. El Ejecutivo parece totalmente sobrepasado por la situación y no acierta con una política de urgencia capaz de detener el fenómeno. Luego de las provocaciones del ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, el jefe de gobierno se puso en primera línea para ofrecer una suerte de “mano tendida al diálogo”. Dominique de Villepin anunció el refuerzo de los dispositivos de seguridad en los suburbios rebeldes. “No podemos aceptar ninguna zona donde no exista el derecho”, dijo.
Simultáneamente, el premier intervendrá hoy en la televisión para anunciar un paquete de medidas destinadas al conjunto de los suburbios golpeados por el desempleo, la falta de futuro, el racismo y la pésima calidad de las viviendas. El meollo de la convulsión sigue siendo el mismo: un cuarto de siglo de políticas discriminatorias, el hostigamiento policial y un titular de Interior que tuvo la mala idea de llamar “racaille” (escoria) a los jóvenes de esos barrios. El panorama es tan poco alentador que el ministro de la Cohesión Social, Jean-Louis Borloo, pidió ayer a los padres que residen en las periferias ganadas por la violencia que no dejaran ir a la escuela a los chicos más jóvenes a fin de evitar “que se produzca lo irreversible”. Borloo hizo un lúcido examen de la situación actual. El titular de la cartera comentó: “Estamos en ese momento de la fractura, en ese momento de la ruptura, en el que los atrasos acumulados se nos vienen encima”.