EL MUNDO › SE COMPLICAN LAS DENUNCIAS POR EL GOLPE CONTRA CHAVEZ
Que hubo un complot, que no hubo nada
El mea culpa del sábado del presidente colombiano Alvaro Uribe no alcanzó para enterrar la controversia por el supuesto “complot”, orquestado en el propio corazón de Bogotá, contra el régimen bolivariano. Mientras que los servicios secretos colombianos seguían negando ayer esta versión e, incluso, aseguraban que habían aclarado la cuestión personalmente con Chávez, el presidente venezolano dedicó su programa dominical Aló Presidente para reavivar las llamas y agregar un nuevo actor a la conspiración: su eterno enemigo, Estados Unidos.
“Sabemos en qué edificio militar de Bogotá se reunieron y que participaron un coronel activo colombiano y un oficial norteamericano”, denunció Chávez en su programa televisivo ayer, al tiempo que felicitó a su par colombiano por el “coraje” de reconocer lo que estaba sucediendo en su país y, lo más importante, en un edificio oficial. Desde el Palacio de Miraflores aseguró que “están implicados (Pedro) Carmona y militares traidores retirados que participaron en el golpe de Estado de 2002”. Carmona fue el empresario que luego del golpe se autoproclamó presidente y el blanco principal de los ataques de ayer del mandatario que le advirtió que lo están vigilando: “Tenemos información y fotos de los coches en los que se traslada Carmona, de los lugares en los que desayuna y come, los tenemos bajo control, porque a mí no me van a sorprender otra vez”.
Evidentemente, las supuestas aclaraciones de Andrés Peñate, viceministro de Defensa y jefe del Departamento Administrativo de Seguridad –el servicio secreto colombiano–, no convencieron al presidente vecino. Sin embargo, ayer Peñate continuaba aseverando que la controvertida reunión entre ex oficiales venezolanos y oficiales colombianos en ejercicio no se trató, como afirmó Uribe, de un encuentro para conspirar, sino que simplemente fue una “reunión académica militar”. “Efectivamente hubo una serie de reuniones de opositores al régimen venezolano de algunos de los golpistas de Venezuela que se encuentran en Colombia. Tenemos que sí se habían encontrado en una academia militar y que habían sido invitados a una conferencia a hablar con algunas personas y discutir sobre América latina, no se trataba de un complot sino simplemente de una conversación a nivel académica”. La única autocrítica que se animó a hacer el jefe de inteligencia fue la “falta de tacto” de los académicos de su país al invitar a ex golpistas venezolanos.
La historia comenzó el 20 de septiembre pasado cuando Bogotá les negó la petición de asilo político a nueve oficiales venezolanos –cuatro generales y cinco coroneles de la Armada y el Ejército– acusados de intentar derrocar al gobierno de Chávez en abril de 2002. Los ex oficiales argumentaban que la situación en su país se había vuelto “insostenible”. A pesar de la negativa oficial, Uribe les otorgó un permiso especial para que permanecieran en el país mientras buscaban un país que los recibiera. Desde hace un tiempo, Caracas venía denunciando, aunque siempre informalmente, supuestos complots en los que estarían involucrados funcionarios u oficiales colombianos. Peñate se reuniría el próximo miércoles con el ministro del Interior venezolano, Jesse Chacón, posiblemente en Caracas, para discutir temas de seguridad y, seguramente, para intentar consensuar una salida diplomática.
La confesión de Uribe del sábado, después de reunirse con Chávez en el balneario colombiano Santa Marta, podría marcar una nueva etapa en las relaciones venezolanas-colombianas. Este año, Uribe se había alineado sin tapujos con Washington y, por lo tanto, había adoptado los enemigos de su amigo. Uno de los cuestionamientos principales que Caracas recibía de su vecino era su supuesto apoyo, político y material a la guerrilla colombiana. No obstante, lo que pasó, pasó, y ahora las relaciones entre los ejecutivos parecen haberse distendido a partir de la serie de encuentros que realizaron los mandatarios en los últimos meses. Sin embargo, la negación de los servicios secretos de Bogotá evidencia que la nueva relación cordial entre los gobiernos no será sin contradicciones y dificultades.