Miércoles, 15 de febrero de 2006 | Hoy
David Choquehuanca es un quechua que fue elegido canciller de Bolivia. En entrevista con Página/12, delineó sus prioridades.
Nació hace 44 años en las orillas del lago Titicaca y aprendió a hablar castellano en la escuela, a los siete años. Algunos dicen que tiene “sangre azul”, heredada de ilustres antepasados indígenas. A mediados de los ’80 fue becado para estudiar en la Escuela de Formación de Cuadros Niceto Pérez de La Habana, pero hoy el marxismo ya no es su referente y predica una visión étnico-cultural de la política que, por momentos, bordea el misticismo. En esta entrevista con Página/12, en su amplio despacho de la Cancillería, esboza su visión, estrictamente su visión del mundo.
–¿Cuáles son sus principales objetivos como canciller?
–Necesitamos relacionarnos bien con todo el mundo, no partimos del concepto de países amigos sino de países hermanos, tenemos que construir la hermandad, no solamente continental sino la hermandad del planeta. Uno de nuestros principios es la tama, que significa que todos pertenecemos a la gran familia. Y esta gran familia tiene que practicar este principio fundamental que permite no solamente vivir en equilibrio el hombre y la mujer, sino buscar la armonía entre el hombre y la naturaleza. Para nosotros, las plantas son hermanos porque todos vivimos en las faldas de la Madre Tierra, de la Madre Naturaleza. Entonces, queremos compartir esto con el resto del mundo. Por el momento estamos evaluando nuestras representaciones en el exterior, apenas llevamos acá tres semanas.
–Usted dijo hace poco que la Academia Diplomática es elitista y que los diplomáticos deberían hablar quechua o aymara, ¿mantiene esa posición?
–La opinión pública sabe que la academia es excluyente e incluso muchos desconocen su existencia. Yo he manifestado eso y la prensa interpretó que voy a cerrarla; no es así, lo que vamos a hacer es democratizarla, abrirla, también dije que muchos embajadores bolivianos parece que no conocen Bolivia. Los embajadores deben representar a la Bolivia profunda, mayoritariamente aymara, quechua y guaraní. Entonces, deberían trabajar primero la integración a nivel nacional para poder representarnos, y uno de los elementos fundamentales para esa integración es el idioma.
–Rechaza el calificativo de “indigenista”.
–Yo no soy indigenista, soy indígena, un quechua que habla aymara.
–¿Van a tomar alguna medida para favorecer a los bolivianos que viven en Argentina?
–Nosotros tenemos que preocuparnos por nuestros hermanos, saber en qué situación están.
–Su visión parece minoritaria dentro de un gobierno que parece tomar más en serio los preceptos nacionalistas que los “indianistas”.
–Este es un gobierno indígena. Y una de las tareas fundamentales es recuperar el manejo y la administración de los recursos naturales, para frenar el saqueo sistemático durante más de 500 años. Nosotros hemos dicho que, si no se descoloniza el Estado, incluyendo los diferentes ministerios, no hay Pachacutik (nueva era). También he dicho, en una entrevista, que en 1992 (aniversario de los 500 años) hemos decidido ya no leer más libros, en las universidades nos enseñan leyes hechas por el hombre, que no toman en cuenta al Todo y han llevado al planeta Tierra a un desequilibrio. Los desastres naturales son provocados, en gran medida, por el hombre. Y hemos dicho: empezaremos a leer las arrugas de nuestros abuelos, necesitamos saber de nuestro pasado, ahí está nuestro presente y nuestro futuro. Muchos de los que siguen pensando con mentalidad colonial nos tildan de ignorantes. Igual que los españoles cuando, al llegar, escribieron sobre los indígenas: “Hemos encontrado unos animales que se parecen a nosotros”.
–Pero el vicepresidente Alvaro García Linera se jacta de tener una biblioteca de más de 10.000 libros.
–Nuestra wiphala (bandera indígena a cuadros) nos dice que debemos complementarnos, en las universidades aprendemos a conocer las leyes hechas por el hombre pero en nuestras universidades naturales, en nuestros centros sagrados, aprendemos a cosmocer, que no es igual que conocer. Pero nuestra wiphala nos dice que estos dos conocimientos se complementan. Para nosotros el agrónomo no es más importante que el campesino. Y la sabiduría que tiene “el Alvaro” se complementa con la sabiduría de nuestros pueblos indígenas.
–¿Cómo va a ser la diplomacia de la coca?
–Necesitamos hacer conocer al mundo las bondades de la hoja de coca. La coca forma parte de nuestras raíces culturales, y un pueblo sin cultura está destinado a perecer. Para nosotros la hoja de coca es sagrada y tiene cualidades alimenticias reconocidas por universidades como Harvard. Por ejemplo, tiene calcio y, en una economía pobre como la nuestra, donde muchos niños no acceden a la leche, sí pueden tener acceso a la coca. Tiene más fósforo que el pescado. Vamos a iniciar una campaña para conseguir la despenalización a nivel internacional.
–¿Cómo se logra la hermandad con gobiernos como el de Estados Unidos, con profundas diferencias políticas, ideológicas y culturales?
–Tenemos que preocuparnos de la vida, la vida está en riesgo, vivimos bajo la dictadura del dinero. Hasta ahora nos han mostrado dos caminos: uno capitalista –donde lo más importante es la obtención de plusvalía– y otro socialista –donde lo más importante es el hombre, la satisfacción de necesidades crecientes–. Pero, para nosotros, lo más importante no es la plata ni el hombre, es la vida. No estamos contra nadie, pero intentamos volver al camino del equilibrio. Hoy nuestra Pachamama está herida de muerte y nuestra propuesta es salvar el planeta. Volver a nuestro “camino” para vivir bien.
–¿Se puede “descolonizar” el país con tanta cooperación internacional, principalmente europea?
–Cuando hablamos de descolonizar nos referimos a recuperar estos principios de la cultura de la vida, no estamos contra nadie. Panaka Pachakuti significa “hermanos del cambio”, que nuestra lucha no es sólo por nosotros, sino también es por ellos.
–¿Cómo se pueden concretar estas políticas en el tema comercial, TLC, ALCA, etc.?
–Los cambios no vienen de la noche a la mañana. Hay un código que nos enseñó nuestro abuelo Juan Chojné, que lideró uno de los últimos movimientos de resistencia religiosa anticolonial: estar sin estar. Hoy estamos acá, con estas leyes, con esta Constitución, pero lo más importante para nosotros es el no estar. Los acuerdos comerciales no deben estar sólo en función de la ganancia, pero es un proceso paulatino.
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