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La suma del poder público en manos de Jacques Chirac

Ayer el presidente francés cumplió con el protocolo de volver a nombrar en el cargo al actual premier Raffarin. Ambos, más el ex premier Alain Juppé, serán el triángulo del poder en Francia.

Por Eduardo Febbro, desde París

Al final de un ciclo de cuatro votos consecutivos, dos vueltas presidenciales y dos legislativas, el reelecto presidente francés Jacques Chirac hizo suyo el sueño de muchos hombres políticos: obtener el poder absoluto. La mayoría de 399 escaños que el partido presidencial UMP consiguió al término de la segunda vuelta de las elecciones legislativas pone a Francia en una situación inédita. Como lo señala el editorial del director del vespertino liberal Le Monde, Jean-Marie Colombani, si existe una prueba de que Francia ingresó en una nueva fase, ésta “reside en la victoria considerable de la derecha en beneficio de un solo partido, el del presidente. Esta victoria permite un alineamiento general de todas las instituciones del país al servicio de la voluntad de un solo hombre y de su principal adjunto, el ex premier Alain Juppé”. Análisis lúcido que se repite en todos los comentarios de la prensa y que lleva incluso al diario popular Le Parisien a escribir en su titular de portada: “¿Demasiado?”.
Por lo pronto, la derecha triunfante en las urnas se muestra de una modestia ejemplar evitando dar lugar a críticas. El premier Jean-Pierre Raffarin presentó ayer la renuncia de su gobierno de transición y fue inmediatamente confirmado en su cargo por Jacques Chirac, quien le encargó la formación de otro gabinete. Esto responde perfectamente a las especulaciones previas a la segunda vuelta de la consulta legislativa. Entre ministros y secretarios de Estado, el gabinete bis de Jean-Pierre Raffarin consta de nueve miembros suplementarios, lo que eleva a 38 el equipo gubernamental. El gobierno que debe conducir los destinos de Francia durante los próximos cinco años no sufrió cambios radicales y los nombramientos de ayer corresponden a puestos o personalidades que no influyen de manera decisiva en el rumbo político. Las únicas dos figuras que se destacan son la ex presidenta del Parlamento Europeo, Nicole Fontaine, y la astronauta Claudie Haigneré, hoy ministra delegada de Investigación y Nuevas Tecnologías. La otra mujer que integrará el gobierno es Marie-Thérèse Boisseau, secretaria de Estado para Personas Discapacitadas. Seguridad, justicia, presupuesto y una ley de amnistía que cubre delitos menores son los primeros temas que el gobierno remitirá a la nueva Asamblea. La derecha francesa no tiene ningún obstáculo por delante para aplicar su programa. La llamada “izquierda plural”, con 178 diputados, no cuenta con la fuerza suficiente como para hacer retroceder al gobierno en sus intenciones.
Más que a la derecha, el gran enigma de los comicios presidenciales y legislativos está a la izquierda. Los progresistas sufrieron una derrota que nada permitía presagiar y en menos de dos meses pasaron de la más honda de las certezas, es decir la de la victoria, al pozo sin fin del fracaso. La segunda vuelta de este domingo confirmó que la derrota de Lionel Jospin en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 21 de abril no fue un accidente del momento. Todo lo que había constituido la izquierda jospinista fue barrido de las urnas. La lista y la importancia es impresionante: Jospin quedó fuera del juego presidencial el 21 de abril y el domingo pasado, cada uno de los emblemas de “la izquierda plural” salió decapitado de las urnas: la ex ministra de Trabajo Martine Aubry, la autora de la ley sobre las 35 horas de trabajo semanales y auténtico símbolo del proyecto social de Lionel Jospin, perdió en su región del norte; Jean-Pierre Chevènement, otro emblema de la izquierda rosa-rojo-verde, cayó derrotado en Belfort, una región donde era elegido sin interrupción desde 1973. La ex ministra de Ecología y secretaria nacionalde los verdes, Dominique Voynet, siguió los mismos pasos, al igual que el secretario general del Partido Comunista, Robert Hue. El proyecto de Lionel Jospin estaba atado a esa alianza y fue ese sistema que, entre rechazo y abstencionismo, los electores condenaron inexplicablemente.

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Jean-Pierre Raffarin, la mano extendida hacia su derecha.
 
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