Jueves, 23 de noviembre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › COMO LA MIGRACION CAMBIO EL NORTE DE ECUADOR
Por F. Gualdoni *
Desde Santo Domingo de los Colorados
La señal de la emisora era difícil de sintonizar, llegaba llena de estática y apenas era audible, pero el mensaje era un sueño hecho realidad, una llamada a la esperanza... Era como ganar la lotería. “Vengan a este caserío, vengan a este lugar de paz y de buena gente y háganlo crecer”, gritaba a principios de los sesenta Hólger Velasteguí con el mismo entusiasmo con que lo cuenta hoy, a sus 72 años, abriendo los brazos y bailando en su despacho de Radio Zaracay. Su voz, grave y llena de vida, era la invitación que muchos ecuatorianos y colombianos habían esperado toda la vida, y llegaba de Santo Domingo de los Colorados, por estos días la tercera ciudad del Ecuador y una de las de mayor crecimiento demográfico de América latina. Ocho de cada 10 habitantes son inmigrantes, o bien venidos de otras regiones del país, o bien de Colombia.
“Cómo no iba a gritar a la gente que viniese, si yo mismo encontré la paz en este lugar. Nací en Ambato, estudié hasta cuarto año de medicina en Guayaquil y empecé en la radio en Quito. Llegué aquí con 26 años, atraído por la belleza y la riqueza de esta región, y fundé la emisora. Sabía ya entonces que Santo Domingo estaba destinada a ser una ciudad importante y lo será aún más en los próximos años”, cuenta Velasteguí. La gente comenzó a llegar y de 30.000 almas que se contaban hace 45 años, hoy se cuenta más de medio millón, de las cuales casi 200.000 son colombianas. Para muchos ecuatorianos, Santo Domingo ya no es de los Colorados, sino “de los Colombianos”.
Las hermanas Marina y Luceli Restrepo llegaron hace cinco años, la primera desde Quindío y la segunda desde Medellín, y ya son propietarias de una panadería de delicias colombianas frente al recientemente inaugurado megacentro comercial El Paseo, el “símbolo” que le faltaba a Santo Domingo para ser una “gran ciudad”. Huyeron de la violencia del narcotráfico y de la guerra sin cuartel que la guerrilla, los paramilitares y el ejército colombiano libran desde hace más de cuatro décadas. “Si no hubiésemos venido, señor, mi hijo ya estaría muerto”, dice Marina con gesto triste. “Aquí nos tratan bien, tenemos paz, y el colombiano maleante que viene se entera rapidito de que tiene que enderezarse o irse”, dice tajante. El policía municipal Cristian Zambrano, bajito y tan fornido que el cuello es prácticamente la continuación del torso, certifica: “Los colombianos no dan problemas, no más que cualquier local. A veces hay algún ajuste de cuentas entre ellos, algún sicario actúa y aparece algún muerto. Pero la mayoría viene acá a trabajar y eso hacen, como hacemos todos”.
A pesar de que en los últimos años el poder político local ha estado en manos del Partido Social Cristiano (PSC) del ex presidente y cacique político León Febres Cordero, Santo Domingo votó mayoritariamente por el conservador y magnate bananero Alvaro Noboa en la primera vuelta de las presidenciales. La segunda vuelta se celebra este domingo y la presidencia se dirimirá entre Noboa y el izquierdista Rafael Correa. Santo Domingo de los Colorados, que toma su nombre de la tribu de los colorados (llevan el pelo tintado de ese color), chamanes famosos y respetados que curan muchos males, tiene una gran vocación comercial. Está casi a mitad de camino entre Quito y Guayaquil y casi no hay vestido, calzado o alimento que no pase por allí de camino a las grandes urbes. Velasteguí vio hace muchos años una “Fenicia Andina” y en eso se ha convertido la ciudad. Muchos aquí quieren libertad mercantil y un tratado de libre comercio con EE.UU., bien negociado, les parece fenomenal. Noboa respalda ese acuerdo, mientras que Correa, en principio, se opone.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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