Martes, 12 de junio de 2007 | Hoy
El jefe de Estado español y el líder de la oposición mostraron voluntad de conciliar en materia de terrorismo. Zapatero siempre se quejó de que el PP no lo apoyara en las negociaciones con el grupo separatista vasco, que la semana pasada rompió la tregua.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Con cara de pocos amigos, sonrisas para los medios y un largo y forzado apretón de manos en la entrada del Palacio de La Moncloa, se reunieron ayer el primer ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el principal líder de la oposición, el conservador Mariano Rajoy. Ambos intentaban encontrar un punto mínimo de unidad en materia de lucha contra la banda separatista vasca ETA después de tres años de desencuentros en los que la oposición no le brindó a Zapatero el apoyo que éste necesitaba cuando emprendió las fallidas negociaciones de paz con el grupo armado. A juzgar por la satisfacción que manifestaron ambas partes luego de la reunión, todo indica que las distancias se han acortado y que la unidad de las principales fuerzas políticas españolas está ahora más cerca que antes del crucial encuentro.
Tanto Zapatero como Rajoy llegaron a esta reunión sin mucho margen de maniobra. Después de siete encuentros infructíferos a lo largo de los últimos tres años, las expectativas en esta oportunidad eran mínimas por parte de ambas formaciones. El líder socialista atraviesa un momento de especial debilidad luego de que fracasara su intento de alcanzar la paz con ETA para poner fin a cuarenta años de violencia. Zapatero siempre se quejó de que el Partido Popular había roto la tradición histórica de no hacer política con el delicado tema antiterrorista, quitándole su apoyo en el momento en que emprendió las negociaciones con el grupo separatista. Al PSOE, la frontal oposición del PP a su política antiterrorista terminó por desgastarle parte de su base electoral que en las pasadas elecciones municipales y regionales del 27 mayo prefirió quedarse en casa disparando los índices de abstención.
Mariano Rajoy tampoco podía continuar con su política de confrontación a partir del momento en que ETA anunció la pasada semana que volverá a las andadas. Los populares no han podido tampoco cosechar grandes réditos por su oposición en esta materia, y con las elecciones generales a menos de diez meses no quieren arriesgar a que el electorado perciba que hacen leña del árbol caído al machacar al gobierno en un momento tan delicado. En su comparecencia pública ayer, en la sede del PP madrileño, Rajoy se cuidó muy bien de aclarar que ahora “han cambiado las circunstancias”, razón por la cual no tiene los motivos que antes tenía para seguir negándole el apoyo al gobierno en esta materia.
De todas formas, ninguna de las partes quiso explicitar demasiado a qué tipo de acuerdos se había llegado, o se puede llegar en los próximos días, por lo cual queda todavía mucho camino por recorrer para recuperar la unidad perdida. Zapatero tendió la mano a su rival antes de la reunión, aclarando que no exigiría rectificaciones ni disculpas por los insultos recibidos, aunque aclaró que tampoco el gobierno iba a aceptar condiciones por parte del PP para reemprender el diálogo. Rajoy amenazó con condicionar al gobierno antes de la reunión, exigiéndole que tome medidas contra Acción Nacionalista Vasca, el partido utilizado por los sectores políticos cercanos a ETA para burlar la prohibición que pesa sobre su formación histórica Herri Batasuna para participar en las últimas elecciones municipales y regionales. En una entrevista concedida al diario ABC el pasado domingo, el líder de la oposición incluyó este tema en la agenda, aunque ayer sólo se limitó a decir que apoyaba al gobierno en su lucha “para derrotar a ETA” y que esperaba que Zapatero hiciera todo lo que está a su alcance para impedirles participar a sus simpatizantes de las instituciones democráticas.
El PP también exigía a Zapatero que se volviera al viejo Pacto Antiterrorista firmado por ambos partidos cuando gobernaba José María Aznar. Para los socialistas ese pacto ya no tiene vigencia, ya que deja fuera del juego a formaciones como el Partido Nacionalista Vasco y Convergencia y Unión, expresiones ambas del nacionalismo moderado vasco y catalán, respectivamente. Ahora esa vieja pretensión de los conservadores parece haber quedado de lado. El PP sabe que en el mejor de los casos, si gana las elecciones generales de marzo próximo, necesitará pactar con estas fuerzas un futuro gobierno de coalición, ya que será casi imposible obtener la mayoría absoluta, razón por la cual no tiene otra opción que mejorar sus vínculos con ellas. Durante los últimos tres años, los socialistas han remarcado en repetidas ocasiones la soledad política de los populares, en contraposición a las excelentes relaciones que el gobierno del PSOE mantiene con las formaciones nacionalistas.
En los próximos días, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, iniciará una rueda de contactos con las principales fuerzas políticas representadas en el Parlamento con el objetivo de concretar un pacto de mínima que reafirme la unidad de las fuerzas democráticas contra la amenaza terrorista. Si todo va bien, Zapatero también obtendrá del PP lo que siempre ha pedido: que el tema antiterrorista no forme parte de la agenda pública, evitando el debate mediático entre el gobierno y la oposición sobre la política a seguir con ETA, un debate que a juicio de los socialistas sólo favorece al grupo armado vasco, que consigue de ese modo una publicidad desmedida y un espacio político que no se merece.
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