Sábado, 11 de agosto de 2007 | Hoy
La primera cumbre con el presidente norteamericano desde que asumió no podría llegar en un mejor momento para Sarkozy. Viene de protagonizar un papelón internacional.
Por Eduardo Febbro
desde París
El presidente norteamericano George Bush recibe este sábado en su propiedad familiar de Kennebunkport (Maine) a su nuevo amigo europeo: el presidente francés Nicolas Sarkozy. La propiedad ubicada frente al Atlántico fue durante años el lugar emblemático donde Bush padre recibía a los grandes dirigentes mundiales, desde la primera ministra británica Margaret Thatcher hasta el presidente de la desaparecida Unión Soviética Mijail Gorbachov. Bush hijo rara vez abre las puertas de Kennebunkport. La propiedad estuvo cerrada para los invitados extranjeros durante seis años. En julio pasado, George Bush corrió los portones para recibir al presidente ruso Vladimir Putin en momentos en que las relaciones entre Washington y Moscú atravesaban un momento tan crítico que muchos analistas hablaban de una nueva guerra fría.
Seis semanas más tarde los salones de Kennebunkport volverán a animarse para recibir a Nicolas Sarkozy. Los allegados de ambos mandatarios hablan de un simple concurso de circunstancias para explicar el lugar de la cita. Bush se encontraba en la mansión y Sarkozy pasando sus vacaciones a pocos kilómetros de allí. El presidente norteamericano goza en Europa de una imagen muy distinta de la que tiene en el resto del mundo, en especial en América latina. En este contexto, la cumbre informal producirá una foto que servirá los intereses del ansioso Nicolas Sarkozy. El movedizo presidente francés tiene una oportunidad inigualable de sacarse de encima la sombra de otra foto que desde hace algunas semanas viene empañando su imagen: la que se sacó en Libia junto al coronel Khadafi luego de la liberación de las cinco enfermeras búlgaras y el médico palestino sentenciados a muerte en Libia bajo la acusación de haber inoculado el virus del sida a casi 500 niños del hospital libio de Benghazi. Hoy se conocen muchos de los turbios entretelones de esa liberación de la que Sarkozy sacó al principio tanto provecho que muchos creyeron que todo se debía a su milagrosa persuasión y no al constante y silencioso esfuerzo de la diplomacia de Gran Bretaña y Alemania. El incontinente hijo del coronel Khadafi, Saïf al Islman, reveló por episodios no sólo que las enfermeras habían sido salvajemente torturadas sino también que Libia compraría misiles franceses y otros sistemas militares de alta tecnología. Todo ello se agrega al acuerdo formal que, a cambio de la libertad, incluía construcción de infraestructuras y cooperación nuclear. La foto con Bush es una buena inversión en la impalpable Bolsa de Valores mediáticos. Por su parte, Bush tal vez se sienta menos solo después de haber perdido sucesivamente a sus amigos Tony Blair, Silvio Berlusconi y José María Aznar.
Dominique Moïsi, miembro del Instituto francés de Relaciones Internacionales, argumenta: “Sarkozy entendió que había un espacio mediático para ocupar. Es la hora de Sarkozy”. La secuencia de este sábado tiene algo de paranormal: el debilitado presidente de la primera potencia mundial recibe a quien aparece como el nuevo hombre fuerte de Europa. Después de los años de hielo perpetuo entre Washington y París debido al papel que desempeñó el ex presidente francés Jacques Chirac, acérrimo adversario de la segunda guerra de Irak, Nicolas Sarkozy es visto como un aliado. Sarkozy tiene una imagen de hombre dinámico y, en el imaginario inocente de los norteamericanos que dividen el mundo en ejes, el presidente francés está situado en el eje del bien. La prensa lo apoda “Sarko el norteamericano”. Los estadounidenses han visto con asombrado placer el hecho de que Nicolas Sarkozy haya ido a pasar sus vacaciones presidenciales a Estados Unidos. El detalle tiene su espacio en un libro de historia: el presidente de una nación europea que, después de la Segunda Guerra Mundial, fundó su legitimidad en su principio de independencia atlántica, fue a tomar sol a ese mismo Atlántico. Simon Serfaty, miembro del Center for Strategic and Internacional Studies de Washington, observa que este detalle no tiene precedentes: “Sin dudas, su elección de una casa situada no lejos de donde Bush se encontraba no es una coincidencia”. Según Dominique Moïsi, el acontecimiento lleva un mensaje implícito: “La Francia gaullista (el general De Gaulle forjó la Francia libre del atlantismo) pertenece al pasado. La nueva Francia que tiene ante usted, joven, sin complejo, quiere hacer más cosas junto a Estados Unidos”. Con todo, los analistas señalan que por debajo de los rayos del sol hay muchas nubes: Darfour, Irak, negociaciones comerciales y el tema de los cambios climáticos y las medidas necesarias para proteger la naturaleza de la industria de los hombres siguen siendo espacios de no consenso. París y Washington están, en suma, lejos de compartir las mismas metas. En América latina sólo Alvaro Uribe (Colombia) y Alan García (Perú) sueñan con la foto junto a Bush. El presidente norteamericano se ha encontrado un nuevo amigo oriundo del Viejo Continente.
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