La ex primera ministra y dirigente opositora Benazir Bhutto le lanzó un ultimátum al presidente paquistaní, Pervez Musharraf, y advirtió que si no se suspende mañana el estado de excepción, convocará a una manifestación masiva en la capital, Islamabad, el próximo martes. Pero la amenaza no hizo mella en el oficialismo, que continuó con las detenciones masivas. El presidente de la Liga Musulmana, el partido de Musharraf, Chaudhry Shujaat Hussain, adelantó que el estado de emergencia se extendería entre dos y tres semanas más. Al mismo tiempo, el primer ministro, Shaukat Aziz, aseguraba que recién se sabrá el próximo miércoles si el gobierno mantiene las elecciones parlamentarias de enero. Washington y Londres volvieron a instar ayer al mandatario paquistaní a renunciar a su cargo en las fuerzas armadas y seguir con el cronograma electoral.

Unos minutos después del discurso de Bhutto, cientos de sus simpatizantes decidieron romper el silencio impuesto por ley el sábado pasado y salieron a reclamar el fin de la “ley marcial” en el centro de Islamabad. Con fotos de la ex primera ministra y banderas de su fuerza, el Partido del Pueblo Paquistaní (PPP), los militantes denunciaron el principio de una “nueva dictadura”. La policía no tardó en actuar y, a fuerza de golpes y gases lacrimógenos, dispersó la protesta y detuvo a 400 personas, según anunció anoche el PPP. En los últimos días, el régimen paquistaní ya había arrestado a más de 2500 opositores, abogados, jueces y defensores de derechos humanos.

A pesar de los choques en las calles y de la advertencia pública, Bhutto se cuidó ayer de no terminar de romper con el presidente Musharraf, el dirigente que la libró de la Justicia, permitió su regreso al país y, según los analistas, apadrinaría su candidatura para el cargo de primer ministro. En medio de sus críticas, la dirigente apoyó la visión alarmista del mandatario. “Sólo Dios sabe qué sucedería si los extremistas obtienen el poder sobre la potencia atómica Pakistán”, aseguró. Este fue el mismo argumento que utilizó Musharraf para justificar la imposición del estado de excepción en todo el país, el sábado pasado.

Como si le dieran la razón, varios cientos de combatientes islámicos tomaron el control de la mayor parte de la provincia de Swat, en el oeste de Pakistán, cerca de la frontera con Afganistán. Según informaron los medios locales, los soldados y los agentes de la policía de la zona se rindieron y entregaron sus armas a los fundamentalistas.

Sin embargo, los detractores de Bhutto acusaron a la dirigente de seguir negociando por debajo de la mesa con Musharraf. Raja Zafarul Haq, uno de los líderes del partido del ex primer ministro en el exilio Nawaz Sharif, aseguró ayer que están trabajando para crear un frente opositor unido. “Eso sí, antes Bhu-tto debe poner fin a sus conversaciones con Musharraf”, advirtió. Fuentes gubernamentales, citadas por la prensa local, también sostuvieron que las negociaciones continúan. “Los contactos se mantienen y esperamos un resultado positivo. El presidente Musharraf está más dispuesto que nunca a integrar a Bhutto a su equipo y seguir adelante con la política de reconciliación nacional,” señalaron.

Mientras tanto, Estados Unidos reafirmó que no sacrificará su alianza con Islamabad. “Una alianza con Pakistán y su gente es la única opción”, aseguró John Negroponte, en una audiencia ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara baja. El número dos del Departamento de Estado explicó la importancia de Pakistán en la guerra mundial contra el terrorismo y afirmó que para el presidente George Bush es un aliado imprescindible. Bush incluso anunció que habló por teléfono con Musharraf ayer y le pidió que no bloqueara las elecciones y renunciara a su uniforme militar.