EL MUNDO › EL MISTERIO DEL LIDER DE AL-QAIDA

Si Osama bin Laden vive, ¿dónde está?

Se acerca el primer aniversario del 11 de septiembre, el día en que, se dijo, el mundo ha cambiado. Después de la guerra en Afganistán, mientras se sigue hablando de la futura en Irak, la lucha contra el terrorismo de Bush sigue sin conseguir lo más preciado: algún dato sobre Osama bin Laden.

Por Guillermo Altares
y J. P. Velázquez-Gaztelu
Desde Madrid

Envuelta en una densa nube de polvo, una caravana de 200 vehículos todoterreno abandonó a toda velocidad la ciudad de Jalalabad, al este de Afganistán, al mediodía del 11 de noviembre. Los coches, llenos de combatientes árabes y talibanes, pusieron rumbo a Tora Bora, un recóndito enclave al pie de la cordillera de Spin Gar o Montañas Blancas. Varios testigos han relatado que Osama bin Laden viajaba en el tercer coche. La guerra de Estados Unidos contra los talibanes marchaba sobre ruedas y la Alianza del Norte estaba a punto de tomar Kabul con el apoyo de la aviación norteamericana. Bin Laden, vestido con camisa y pantalón gris y su chaqueta de camuflaje, había hablado el día anterior ante un millar de líderes tribales pashtunes en un centro islámico de Jalalabad.
“Los norteamericanos tienen planes para invadirnos, pero si nos mantenemos unidos y creemos en Alá, les daremos una lección, la misma que les dimos a los rusos”, dijo el líder de Al-Qaida. Tras compartir un almuerzo a base de cordero y arroz, el multimillonario saudita repartió sobres con grandes fajos de rupias paquistaníes entre los dirigentes tribales. Unos recibieron 300 dólares; los más importantes, hasta 10.000.
Fue la última vez que Osama bin Laden, el terrorista más buscado del mundo, apareció en público. Desde entonces, su organización ha difundido videos con su imagen difíciles de autentificar y de fechar; los expertos han barajado todo tipo de teorías sobre su paradero y Estados Unidos ha gastado miles de millones de dólares en seguir su pista. Pero el velo de misterio no ha sido descubierto. Hay muchas hipótesis, pero ninguna certeza: ¿Está vivo o está muerto? Si está vivo, ¿dónde se esconde? ¿Resultó herido en la ofensiva sobre Tora Bora? ¿Está enfermo? ¿Cuándo se grabaron los videos que difundió la televisión árabe Al Jazeera? ¿Quién lo protege? ¿Sigue al frente de Al-Qaida? ¿Han estado a punto de capturarlo alguna vez?
El escondite paquistaní
“Creo que Bin Laden está muerto, pero ésa no es la cuestión”, afirma Larry C. Johnson, que trabajó para la CIA y el Departamento de Estado como experto en antiterrorismo y ahora es uno de los asesores en materia de seguridad más prestigiosos de Estados Unidos. “Lo que en realidad deberíamos preguntarnos es si estamos haciendo todo lo posible para acabar con las redes terroristas y creo que la respuesta es no.” Johnson debe ser una de las pocas personas que cree que la cuestión esencial no está en saber si Bush llegará a cumplir su promesa de “capturarlo vivo o muerto”.
Si ha logrado sobrevivir a la ofensiva sobre Afganistán, casi todas las miradas apuntan hacia el mismo lugar, lo que el periodista Robert D. Kaplan llama “la frontera sin ley”. “Si está vivo, se encuentra en la zona tribal de Pakistán o en Karachi”, asegura el profesor francés Olivier Roy, uno de los grandes expertos europeos en Afganistán. August Hanning, el jefe de los servicios secretos alemanes, se pronunció en el mismo sentido en unas declaraciones al diario Welt am Sonntag. “Estamos convencidos de que Bin Laden vive”, dijo el responsable del espionaje alemán, quien señaló que la frontera entre Pakistán y Afganistán es “muy probablemente” el lugar que había escogido para esfumarse. Yossef Bodanski, autor de Bin Laden: el hombre que declaró la guerra a América (Random House) y director de un comité de expertos en terrorismo creado por el Congreso estadounidense, también se ha manifestado en el mismo sentido: “Vive entre el este de Afganistán, la parte del Kashmir controlada por los paquistaníes, y algunas zonas del noroeste de Pakistán cruzando a Afganistán”. Las autoridades paquistaníes han negado la presencia de Bin Laden en su territorio, pero la zonas tribales del país están muy lejos de su control. Estados Unidos cree que unos 3000 combatientes de Al-Qaida y talibanes han cruzado la frontera desde Afganistán. Lo más probable es que ni siquiera permanezcan unidos: una vez separados, una operación de caza y captura es como buscar una aguja en un pajar. La zona tribal de Pakistán fronteriza con Afganistán, de 1500 kilómetros de largo y 150 de ancho, es un conjunto de montañas áridas y valles profundos salpicados de pequeñas aldeas. Sus habitantes son pashtunes de religión musulmana —la mayoría de los talibanes pertenecían a esta etnia— y se rigen por un código milenario, el pashtunwali, que domina todos los aspectos de su vida. Tienen su propio sistema judicial, sus propias milicias y la autoridad del gobierno de Islamabad raramente se impone. Junto a la agricultura y la ganadería, las principales fuentes de subsistencia son el secuestro, el contrabando y el tráfico de drogas. Para atravesar la región es necesario un salvoconducto de las autoridades tribales y los extranjeros deben ir acompañados por milicianos pashtunes armados.
Las montañas que separan Pakistán de Afganistán han sido siempre una frontera porosa, sin control, por la que es fácil escapar si se conoce el terreno y se cuenta con ayuda de la población local. Y los indómitos habitantes de esta región han utilizado pasos casi inexpugnables en todas las guerras en las que han combatido, contra los ingleses o los soviéticos. Es, sin duda, un lugar perfecto para ocultarse y Bin Laden goza de enorme simpatía entre la población local. En los costados de sus carreteras de tierra, pintadas sobre la roca, pueden leerse alabanzas al líder de Al-Qaida y su guerra santa. Muchos niños se llaman Osama.
Y allí, Bin Laden goza, además, de la protección que le otorga la compleja situación en la que vive el presidente paquistaní, Pervez Musharraf. Aunque ha sido uno de los principales aliados de Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo, Musharraf no puede permitir que tropas estadounidenses campeen a sus anchas en su territorio. A pesar de ello, las agencias de seguridad, como la CIA, colaboran discretamente con la policía paquistaní, y numerosos testimonios señalan que miembros de la Delta Force han sido vistos en la zona tribal. En Karachi, una ciudad de 12 millones de habitantes que es un auténtico territorio sin ley (allí fue secuestrado y asesinado el periodista Daniel Pearl y han tenido lugar tres atentados contra occidentales), la actuación de la policía es todavía más difícil.
Pisándole los talones
Todo indica que Bin Laden tenía su huida planeada antes de los atentados del 11 de septiembre, pero hubo un momento, a finales de 2001, en que estuvo a punto de caer en manos del enemigo. Estados Unidos y sus aliados lo tenían localizado y pensaron que estaba rodeado. Pero se equivocaron. Casi todos los expertos creen que en Tora Bora, al otro lado de las Montañas Blancas, en el este de Afganistán, las tropas de Estados Unidos y el Reino Unido estuvieron a punto de capturarlo. Aquella región fue el objetivo de una impresionante ofensiva a finales de noviembre y principios de diciembre de 2001. El periodista Abdel Bari Atwan, director del diario árabe editado en Londres Al Quds Al Arabi, asegura que Bin Laden se encontraba bien después de haber recibido un “impacto de metralla en un hombro” durante aquella ofensiva, en la que la aviación de Estados Unidos lanzó toneladas de bombas. Aquella herida explicaría el aspecto desmejorado que ofrecía en el último video de la cadena Al Jazeera, emitido el 15 de abril.
Si murió allí, nadie ha sido capaz de encontrar su cadáver. De hecho, tropas estadounidenses y canadienses han recogido y analizado cientos de muestras de ADN en la zona y todos los resultados han sido negativos. Nose ha encontrado ni rastro del máximo líder de Al-Qaida. “Sabemos casi de forma segura que estaba allí y también creemos que logró huir”, dijo a The Washington Post un alto funcionario de los servicios secretos estadounidenses.
Otros, en cambio, creen exactamente lo contrario. “Osama bin Laden ha muerto”, ha dicho el periodista Amir Taheri. “La noticia vino primero de Afganistán y Pakistán hace unos seis meses: el fugitivo murió en diciembre y fue enterrado en las montañas de Afganistán. Lo que queda de la banda de Bin Laden ha permanecido en silencio para mantener vivo su fantasma o porque no han podido comunicarlo. Con un ego tan grande como el Everest, Osama bin Laden no habría podido permanecer en silencio durante tanto tiempo si siguiese vivo”, agregó. Sin embargo, como todas las noticias en torno al líder de Al-Qaida, se trata de especulaciones. Sin pruebas, sin cadáver, esté donde esté, todavía no ha acabado la caza. Las autoridades de Estados Unidos han llegado incluso a contratar al geólogo Jack Shroder para analizar las rocas que se ven en sus videos e identificar el lugar donde fueron grabados.
El fracaso de EE.UU.
La sierra de Spin Gar, por la que los mujaidines (combatientes árabes) cruzaban hacia Afganistán desde Pakistán durante la guerra contra los soviéticos, sigue guardando sus secretos. Todos menos uno: que la operación estadounidense en Tora Bora empezó mal y acabó peor. “En marzo de 1997 se instaló en los alrededores de Jalalabad. Su base lleva el nombre de Najan al Jihad (Estrella de la guerra santa). Bin Laden también dispone de un escondite habilitado en varias cuevas cerca de Jalalabad (...), un lugar incómodo e inexpugnable, pero equipado con ordenadores portátiles y un teléfono satélite”, escribió el francés Roland Jacquard, director del Observatorio Internacional contra el Terrorismo, en su libro En nombre de Osama Bin Laden (Salvat). Lo inquietante es que esta obra fue publicada antes del 11 de septiembre y que, por tanto, los servicios secretos de Estados Unidos debían tener esta información. Y debieron utilizarla con mayor eficacia después de que Bin Laden fuese visto aquel 11 de noviembre saliendo de Jalalabad y perdiéndose en aquellas montañas.
“El convoy estaba lleno de árabes. Les pregunté dónde iban y me dijeron que se dirigían a su base en Tora Bora”, relató Ahmad Sdiq, un comerciante de Jalalabad a la periodista británica Janes Corbin, autora de La base (Simon & Schuster), un libro sobre la persecución de los líderes de Al- Qaida. “Todo el mundo sabía que vivía allí”, señala en las mismas páginas un niño del pueblo de Choprikor, en cuyos alrededores se encontraba el escondite de Bin Laden, creado durante la invasión de la Unión Soviética. Otras fuentes independientes aseguran haber visto también a Bin Laden en aquella zona.
Dos ex militantes talibanes declararon a la revista Newsweek que ayudaron a huir de Afganistán al jefe de Al-Qaida y uno de ellos relató cómo Bin Laden viajó en diciembre a caballo por las Montañas Blancas afganas en compañía de otras 28 personas y bajo fuego de la artillería estadounidense. No hay que olvidar que el saudita conocía ese terreno como la palma de su mano, ya que fue uno de aquellos guerreros de Dios, y que buscó financiación para construir esos complejos de túneles y cuevas, que los mujaidines utilizaban para refugiarse de los bombardeos soviéticos.
Estados Unidos quiso que el asedio a Tora Bora fuese la tumba de Al- Qaida, pero acabó siendo su mayor fracaso de la guerra en Afganistán. Sus mandos militares cometieron un grave error: en lugar de lanzar una ofensiva en toda la regla contra los seguidores de Bin Laden, optaron por minimizar los riesgos para sus hombres y dejar la ofensiva en manos de mujaidines locales agrupados en la llamada Alianza del Este, el equivalente a la Alianza del Norte en esa zona de Afganistán. Sóloenviaron a la zona a unos pocos soldados de sus fuerzas especiales, apoyados desde el aire por cazas F-14 y bombarderos B-52. Los comandantes afganos subcontratados por Estados Unidos para hacer el trabajo sucio a cambio de fuertes sumas de dinero, Haji Mohamed Zaman y Hazrat Ali, eran rivales irreconciliables y, en lugar de dedicarse a la caza de Bin Laden, aprovecharon la coyuntura para resolver disputas internas e intentar hacerse con el control de la región de Jalalabad.
Los aliados de Estados Unidos no supieron, o no quisieron, tapar las salidas a los atrincherados y les dejaron el camino libre hacia Pakistán. Según una investigación del diario estadounidense The Christian Science Monitor, el propio comandante Hazrat Ali dejó escapar a militantes de Al- Qaida y puso a controlar las posibles vías de escape a uno de sus subordinados que había trabajado antes para Bin Laden. Los combatientes de Al-Qaida le pagaron más y escaparon del infierno. Haji Zaman había recibido 10.000 dólares de la CIA y un teléfono satelital Thuraya de última generación. Tampoco sirvieron de nada. Estados Unidos ha distribuido “decenas de millones de dólares” en metálico para encontrar a Bin Laden y en otras operaciones encubiertas.
La mayoría de las investigaciones de la prensa estadounidense y británica concluye que Bin Laden fue uno de los que lograron cruzar las Montañas Blancas. El comandante Hazrat Ali reconoció a la BBC que muchos de sus hombres traicionaron a Estados Unidos. “Fue muy difícil porque todos simpatizaban con Osama. El dio armas a la gente, les dio dinero; todas las casas de las montañas cooperaron con él.” Muchos expertos militares han confesado que ése fue su principal error: delegar el trabajo más difícil en los señores de la guerra locales, que resultaron no ser precisamente fiables, en vez de encargárselos a sus soldados. “Nuestra relación con los afganos del sur y del este de Afganistán era completamente diferente. No es un secreto que teníamos una relación mucho más madura con la Alianza del Norte”, dijo, diplomáticamente, el general Tommy Franks, jefe de las fuerzas estadounidenses. Olivier Roy no se anda por las ramas: “Creo que Bin Laden pagó a señores de la guerra para escapar”.
Pero hubo un momento en el que pareció que el cerco iba a dar resultado. “Sólo sé lo que he escuchado: se perdió una oportunidad, aunque no fue fatal”, dice Larry C. Johnson. Este ex agente de la CIA no quiere dar más precisiones sobre aquel momento, pero Jane Corbin lo describe en su libro La base. Fuerzas especiales británicas tuvieron a Bin Laden a su alcance en Tora Bora. Unos 70 miembros del Special Boat Squadron (SBS) estaban realizando una operación encubierta cuando recibieron una información, al parecer completamente fiable, sobre el lugar en el que se escondía Bin Laden. Pero estaban bajo mando de Estados Unidos y los miembros de la Delta Force —sus rivales estadounidenses— se encontraban en la zona. Los generales estadounidenses quisieron que fueran sus propios hombres los que capturasen al líder de Al-Qaida. Cuando pusieron en marcha la operación era demasiado tarde.
“No sabemos nada”
Desde Tora Bora sólo existen especulaciones. Las tropas estadounidenses han lanzado dos ofensivas —Operación Anaconda, en marzo, y Operación Puma, en mayo— en la frontera de Afganistán con Pakistán. Cerca de 50 soldados estadounidenses han muerto, además de miles de civiles, desde que comenzó la campaña militar, el 7 de octubre, y miles permanecen todavía en este país, pero Al-Qaida sigue mandando amenazas a través de videos y portavoces. Entre las tropas hay 350 miembros de las fuerzas especiales, bregados en mil batallas, sobre los que un personaje de La chaqueta metálica dijo: “Se comerían sus propios huevos y pedirían otra ración”,cuya única misión es desplazarse allí donde se localicen miembros de Al- Qaida, capturarlos y enviarlos a Guantánamo.
Sin embargo, a pesar de los millones, de las tropas, de la Delta Force, de la guerra en Afganistán que todavía continúa, el cartel de “Se busca. Vivo o muerto” sigue colgado. “Lo que no comprendo es que si Bin Laden está muerto, ¿por qué no ha sido proclamado a los cuatro vientos?”, escribió el comentarista británico Alexander Chancellor. Victoria Clarke, portavoz del Pentágono, resumió lo que sabe Estados Unidos sobre su archienemigo: “Tenemos informaciones de que está aquí o allá. Tenemos informaciones de que está vivo y otras de que está muerto. Simplemente, no lo sabemos”. Es evidente que, si Estados Unidos tuviese datos más precisos, no los proclamaría a los cuatro vientos. La página oficial del FBI, en su lista de los 10 terroristas más buscados, dice de él: “Se cree que está en Afganistán. Es zurdo y camina con la ayuda de un bastón”. No es mucho.
De El País de Madrid. Especial para Página/12.

Compartir: 

Twitter

Escondido: “Si está vivo, se encuentra en la zona tribal de Pakistán o en Karachi”, asegura el francés Olivier Roy, uno de los grandes expertos en Afganistán.
 
EL MUNDO
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.