Martes, 12 de febrero de 2008 | Hoy
El presidente francés está en baja en los sondeos. Ayer, su portavoz desistió de la candidatura por la municipalidad de Neuilly.
Por Eduardo Febbro
desde París
“Ayer se acostaban juntos, hoy se linchan.” Esta breve “polaroid verbal” figura en la primera plana de la última edición del semanario irónico Marianne y describe perfectamente el clima de ejecución o sacrificio que los medios de comunicación han instaurado en las últimas semanas en su relación con Nicolas Sarkozy. El presidente no sólo ha perdido la simpatía del electorado sino también la de unos cuantos diputados de la oficialista UMP y la de aquellos diarios y semanarios que lo idolatraban. El último sondeo sobre la popularidad del presidente sigue la misma curva descendente que la de los apoyos en los medios: 10 puntos menos en febrero, con 39 por ciento de opiniones satisfechas, contra 49 por ciento en enero. Y en este panorama tumultuoso los golpes de palacio han hecho su aparición..., ¡y de qué manera! Cuando falta un mes para la primera vuelta de las elecciones municipales, el presidente vio cómo su portavoz, David Martinon, tuvo que renunciar a mantener su candidatura a la municipalidad de Neuilly, a donde Sarkozy lo había impulsado y de la que el mismo presidente fue intendente durante 20 años.
David Martinon se bajó ayer del tren municipal del adinerado suburbio de Neuilly. Bajarse es un eufemismo: la realidad es que fue empujado por un trío de candidatos entre quienes está el hijo de Nicolas Sarkozy, Jean Sarkozy. La extraordinaria visibilidad que Nicolas Sarkozy le dio a su vida privada, sus paseos con la ex modelo Carla Bruni, su casamiento posterior, la madeja de rumores a que ello dio lugar, la sombra de su ex esposa Cecilia y el contraste con la dimensión de lo real, es decir, la situación social de Francia, han compuesto un cóctel de sabores de telenovela caribeña. El resultado de todo es una ofensiva en regla de los tres principales semanarios de Francia: L’Express, liberal conservador; Le Point, conservador, y Le Nouvel Observateur, seudoizquierda (o sea, antaño de izquierda, hoy no se sabe, según el viento). Estas publicaciones le consagraron al presidente 47 primeras planas desde su elección en mayo pasado. Lejanos parecen hoy aquellos meses en que se leían titulares como éstos: “Súper Sarko”, “investigación sobre un fenómeno” (Le Point). “La revolución Sarko”(L`Express). Estos titulares reflejaban los meses de la sarkoidolatría. Los de esta semana son... sublimales, pero al revés: “La decepción” (L’Express), “Lo que renguea” (Le Point), “El presidente que dice shhhhh” (Le Nouvel Observateur).
Que Le Nouvel Observateur mantenga ciertas distancias con el mandatario es lógico, pero que los semanarios de derecha, que pertenecen a grupos industriales allegados a Sarkozy, saquen las espadas contra su favorito revela la profundidad del... desencuentro. Ocurre también que otra historia turbia e inédita intervino en los últimos días. Su narración pone igualmente al descubierto la degradación intelectual que atraviesa la clase pensante. La semana pasada, el portal de Internet del semanario Le Nouvel Observateur afirmó que ocho días antes de casarse con Carla Bruni Sarkozy envió un SMS a su ex esposa Cecilia diciéndole: “Si vuelves anulo todo”. De inmediato, en un hecho hasta hoy sin precedentes, Sarkozy presentó una querella penal contra la publicación por “falsedad” y utilización de argumentos falsos. Nunca antes un jefe del Estado en ejercicio había recurrido a los tribunales de esta manera. Es útil recalcar la delicadeza del caso: el juicio lanzado por el presidente no fue hecho en nombre de las leyes que rigen la libertad de la prensa sino en el ámbito de lo penal, lo que implica penas de cárcel. Pero la cuestión es tanto más polémica cuanto que, en Francia, el jefe del Estado goza de una inmunidad completa. Por consiguiente, nadie tiene facultades para verificar su teléfono móvil y constatar si sí o no Sarkozy envió el SMS. La redacción del semanario francés protestó ayer contra lo que considera un abuso del jefe del Estado. A su vez, la dirección del semanario apoyó al periodista que publicó la información. Michel Labro, codirector de la redacción de Le Nouvel Observateur, alega que puesto que la popularidad de Sarkozy, “la de su personaje público y la de su personaje privado”, está por el suelo, “es eso en el fondo lo que nos está haciendo pagar”.
El periodista francés admite el cambio que se ha producido en el país y la manera en que las líneas entre la política y el show se borraron. A este respecto, Labro explica: “Hubo un tiempo en que se hablaba de política cuando se evocaba al president0e de la república y de people cuando se hablaba de Mónaco (el principado). Hoy, Mónaco esta en el Elíseo” (palacio presidencial situado en París). Las líneas se han corrido, pero no solas ni por la mera voluntad de Sarkozy. Los garantes de la neutralidad, de la mesura, de la reflexión periodística sobre la realidad también han entrado en la gran carpa del chisme y la facilidad.
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