“Gargano es más amigo, pero su situación interna lo obligaba a actuar de duro”, analizaba una fuente de la Cancillería argentina, con cierta nostalgia, a propósito del anuncio realizado ayer por el presidente de Uruguay. Como forma de encarar el último tramo de su gestión, Tabaré Vázquez cambiará a partir del mes que viene seis ministros, incluyendo a su canciller, Reinaldo Gargano, a quien reemplazó por el secretario general de la Presidencia, Gonzalo Fernández, el otro funcionario uruguayo que solía participar de las negociaciones por el conflicto por las papeleras. En el gobierno argentino no había una reacción unificada: en la Casa Rosada se mostraban más contentos, en la Cancillería más expectantes.

Cerca del canciller Jorge Taiana hablaban de una afinidad ideológica con Gargano, que muchas veces había quedado tapada por la dinámica del conflicto papelero que tiñó la relación bilateral en los últimos años. Por ejemplo, antes de la última Cumbre del Mercosur, en Montevideo, en diciembre pasado, Taiana celebró que en un congreso del Frente Amplio la línea de Gargano se hubiera impuesto en la discusión interna a la del ministro de Economía, Danilo Astori. Gargano siguió en su gestión una línea dialoguista y “pro Mercosur”, de oposición a la posibilidad de que Uruguay firme un TLC con Estados Unidos.

El problema, explicaba una fuente argentina, era que justamente por esa postura era considerado en la interna frenteamplista “un blando”, y en los momentos álgidos del conflicto por las papeleras se vio obligado a sobreactuar una posición de dureza, cuestión de no recibir cuestionamientos en su país.

Luego de conocida la designación, Taiana llamó ayer a Gonzalo Fernández para felicitarlo y transmitirle el deseo de trabajar juntos.

Fernández es, tal vez, el funcionario de mayor confianza de Tabaré Vázquez, a quien acompaña desde sus épocas de intendente de Montevideo. También abogado penalista, es un viejo conocido del jefe de Gabinete argentino, Alberto Fernández. Juntos, teléfono rojo mediante, muchas veces consiguieron mantener en pie las negociaciones por las papeleras cuando parecía que el conflicto había entrado en uno de sus habituales callejones sin salida.

Junto con los dos cancilleres, ambos participaron de las conversaciones que propuso el facilitador español Juan Yáñez Barnuevo en Madrid y Nueva York. Y en agosto pasado, trascendió que mantuvieron un encuentro secreto en la estancia Anchorena, en Colonia, un día antes de que Vázquez inaugurara el puerto de Botnia, en Nueva Palmira, en otro de los muchos picos del ya extenso problema bilateral.

“Gonzalo Fernández es Tabaré, y Tabaré no está en el sector de los blandos”, analizaba una fuente diplomática argentina. Pero, a diferencia de Gargano, encontraba a Fernández con “más espalda política” para negociar. “No necesita demostrar que no está cediendo, como le pasaba a Gargano”, agregaba.

En el gobierno argentino subrayaban que no eran oportunidades de diálogo que habían impedido avanzar en el conflicto por las papeleras, sino la falta de margen para sentarse a negociar cosas concretas. La llegada de Gonzalo Fernández, un funcionario con poder propio en el gabinete de Vázquez, abre esa posibilidad.

Con todo, a esta altura, en el gobierno argentino sostienen que no queda mucho por hacer más allá de esperar la resolución de la Corte de La Haya. La relación entre Vázquez y Néstor Kirchner concluyó pésimamente luego de aquel abrazo fallido que se dieron en Santiago de Chile, coincidente con la puesta en marcha de Botnia, pero renació con mejores modos desde la asunción de Cristina Fernández. Tabaré viajó a Buenos Aires y luego Cristina fue a Montevideo para recibir la presidencia pro témpore del Mercosur, en una ceremonia en la que ambos se tiraron flores. Con Fernández en la Cancillería, imaginaban en la Rosada, el diálogo continuará siendo fluido.