Sábado, 11 de julio de 2009 | Hoy
EL MUNDO › UNA EXPLOSIóN DE ENTUSIASMO EN GHANA POR LA VISITA DEL PRESIDENTE
Los mercados explotan de remeras y banderas norteamericanas, y nadie habla de otra cosa en el país que fue la Costa del Oro. Con enormes expectativas, el norteamericano comienza a cambiar la relación con Africa.
Por Richard Dowden *
En sandalias, con una desteñida remera y pantalones de-sarrapados, Abraham Laeyea parece un símbolo de la aplastante pobreza de Africa. “Nos gusta Obama”, dice. “Queremos que se quede y gobierne todos los países de Africa. El trae esperanza, pero no-sotros necesitamos empleo, puestos para los jóvenes. Ya tenemos educación primaria, pero después no hay trabajo. Y a los que les va bien, se van del país.”
Abraham es uno de los muchos jóvenes que deambulan por la calle atiborrada junto a una zanja en Jamestown, el mísero suburbio de la capital que una vez fue una linda villa de pescadores. La villa miseria junto a la playa tiene miles de habitantes que malviven haciendo changas o comprando algo –lo que sea, de un par de pilas a un llaverito de plástico– para revenderlo y ganarse unos centavos. Los que tienen suerte, comen una vez por día.
Este pueblo es el desafío que el presidente Barack Obama quiere atender con un importante discurso político dirigido no sólo a Ghana, sino al Africa entera. Obama viajó a Ghana directo desde Italia, donde el Grupo de los 8 repitió sus promesas del Milenio de ayudar en cuestiones de salud, mortalidad infantil y educación. Ghana es de las muy pocas naciones del continente que pueden llegar a cumplir estos objetivos.
Entre 1992 y 2006, la pobreza en Ghana cayó del 52 al 28 por ciento. La vida política es ahora estable, después de veinte años de creciente caos y violencia que hicieron crisis en 1983 y sólo se normalizaron diez años después. En esta década hubo cinco elecciones, dos de las cuales resultaron en un cambio de partido en el poder.
No hay ambigüedades en la buena voluntad que Ghana está mostrando en su recepción a Obama, aunque sus habitantes ya están un poco pasados en eso de recibir presidentes norteamericanos. Bill Clinton vino en 1998, convocando inmensas multitudes. Y el año pasado fue el turno de George Bush, en uno de sus últimos viajes internacionales. Ahora, las calles de Accra están festoneadas con las barras y estrellas, la bandera nacional y la imagen de Obama con el presidente Atta Mills. En los mercados, las flores de plástico, los anteojos de sol y los periódicos quedaron tapados con mercadería con la cara de Barack y Michelle. Las mujeres pasan con vestidos largos con la cara de Obama impresa en el frente.
Pocos verán esa cara en vivo. La seguridad es inflexible y la lluvia ya obligó a cancelar el discurso al aire libre y pasarlo a un centro de conferencias, justo antes de su visita al viejo fuerte esclavista en la Costa del Cabo. El eje del discurso, como ya explicó el jefe del departamento de Africa del Departamento de Estado, Johnnie Carson, será ayudar a que los gobiernos africanos gobiernen mejor y terminen con los conflictos locales y que luego se concentren en la economía. Obama no puso la ayuda en el tope de sus prioridades y parece estar buscando un Africa que se gana la vida y no necesita más ayuda.
El gobierno de Ghana recibe el 16 por ciento de su PBI y el 73 por ciento de su presupuesto oficial de donantes extranjeros. EE.UU. aporta una parte, pero sus inversiones y comercio con el país son marginales. En 2010 comenzará a exportarse por primera vez petróleo de Ghana, pero ninguna empresa norteamericana mostró interés, con lo que la pequeña compañía que tiene el contrato seguramente terminará exportando a China. No hay indicios de que firmas norteamericanas estén estudiando entrar a este mercado.
Pero Ghana es importante para EE.UU. de otras maneras. Fue elegida para el primer viaje de Obama al Africa subsahariana porque fue el primer país africano en independizarse. Aunque es menos importante que Nigeria o Sudáfrica, tiene una tradición de liderazgo en el continente y es el puerto de llegada para muchos afroamericanos y caribeños que quieren visitar “su tierra ancestral”.
Su viejo nombre era Costa de Oro y todavía tiene las marcas del tráfico de esclavos, incluyendo diez lugares construidos por esclavistas europeos que hoy son puntos de peregrinaje de norteamericanos negros. El presidente y la primera dama, que desciende de esclavos, visitarán el fuerte de la Costa del Cabo, que fue sucesivamente una base esclavista sueca, holandesa y británica. Dentro de sus sólidas paredes se ve una inscripción en latín proclamando la fe en Dios, sus habitaciones superiores son simples y elegantes, con lindas vistas al mar. En los subsuelos, el contraste es brutal con la inmensa mazmorra donde se apilaba a los esclavos encadenados antes de embarcarlos a Estados Unidos.
Varios representantes de comunidades afroamericanas se reunieron en Accra para recibir a los Obama, aunque en privado se escucharon críticas porque no fueron invitados a ningún evento. Janet Butler, una afroamericana que vive hace catorce años en Ghana, explicó por qué Obama es tan importante para los descendientes de esclavos aunque él mismo no lo es. “El no es de la vieja diáspora, pero sus elecciones personales muestran que se puede identificar con nuestra experiencia”, dijo.
El presidente Obama se tomó su tiempo para ocuparse de Africa, dedicando más energía al Medio Oriente. Pero mantuvo a EE.UU. en el rumbo de completar sus promesas realizas en 2005 durante la reunión del G-8 en Gleneagles. Y también parece estar mirando más allá de la ayuda puntual, buscando maneras para que el sector agrario africano crezca. Todo esto es una buena noticia para el mayor productor mundial de cacao, que también es un potencial productor de alimentos para exportación. En Ghana, los comerciantes tienen la costumbre de poner slogans, muchas veces bíblicos, en el frente de sus comercios. Uno en la misérrima Jamestown dice “nunca te rindas/siempre hay tiempo para todo”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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