EL MUNDO › OPINIóN

El juego del gato y el ratón

 Por Roberto García Moritán *

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La capacidad de Irán para adquirir armas nucleares es un tema que desvela. Las negociaciones entre el grupo de los 6 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania) e Irán no parecen destinadas a solucionar el dilema, sólo a dilatarlo. Las propuestas y contraofertas parecen demostrarlo. Todas, tal como han sido presentadas, parecen igualmente malas.

Si no se accede a aceptar la oferta iraní de enriquecer uranio en las facilidades de otro Estado hasta un 20 por ciento de enriquecimiento, Irán encontraría justificadas sus pretensiones de hacerlo de manera autónoma bajo el argumento de que nuevamente se intenta bloquear su programa de usos pacíficos al no recibir cooperación de terceros Estados. Si se acepta la propuesta, independientemente de su modalidad, Teherán se asegura tiempo para completar una capacidad tecnológica propia, logra desviar la atención sobre el tema y obtiene lo que perseguía desde un principio: contar con una cantidad de uranio enriquecido al 20 por ciento que le permita, en muy poco tiempo, tener la capacidad de desarrollar entre cuatro o cinco armas nucleares.

¿En qué se basa tal afirmación? Hasta ahora Irán dispone de, por lo menos, dos plantas de enriquecimiento, Natanz y Qom. La primera ha tenido la capacidad, con sus casi nueve mil centrífugas, de enriquecer uranio hasta el 5 por ciento. Atento que ese enriquecimiento no sería suficiente para ser aplicado como combustible para sus reactores de investigación, alega necesitar aumentar el grado de purificación del 5 al 20 por ciento. Ese era uno de los objetivos probables de la plata de Qom, para lo cual necesitaría utilizar 1200 de las tres mil centrífugas.

Si después Irán aspirara a un mayor enriquecimiento, del 20 al 60 por ciento, requeriría 250 centrífugas adicionales. Y, del 60 al 95 por ciento, 120 centrífugas. Estas últimas etapas implican un enriquecimiento para ser aplicado en un arma nuclear y eran las que tenía previsto que se realizara en la planta recientemente descubierta de Qom. De lo contrario es muy difícil encontrar justificación a Qom.

Esto implica que si la nación persa cuenta con una cantidad de uranio enriquecido al 20 por ciento, podría completar en dos meses, si así lo decidiera, en la planta de Qom, el grado de enriquecimiento necesario para posteriormente purificar y pasarlo a metal y disponer de entre cuatro a cinco armas nucleares.

Consecuentemente, el dilema para el G-6 es aceptar o no la oferta de Irán. Sin duda, Teherán se encuentra actuando con inteligencia y está dejando desubicada a la contraparte, por cuanto las dos alternativas son igualmente malas. El G-6, ante las desinteligencias sobre cómo proceder por la resistencia de Rusia y China de ejercer una mayor presión sobre Irán, no tiene muchas alternativas y corre el riesgo de aceptar la oferta de Irán que, por lo menos, ofrecerá la posibilidad de seguir intentando disuadirlo de que adopte el paso final a través de la planta de Qom.

Es difícil ser optimista a largo plazo. Lo que está haciendo Irán es seguir el mismo camino que Pakistán en su momento. Por lo tanto, la experiencia señala que la disuasión como objetivo no resulta suficiente. Lo indispensable es que Irán acepte las salvaguardias totales del OIEA para todo el material nuclear bajo su control y que dicha supervisión se extienda a todas sus instalaciones, como lo hace todo otro Estado con tecnologías similares. Asimismo, si Irán necesita combustible para sus reactores de investigación, lo que debería hacer es simplemente modificar el grado de uranio enriquecido que se requiere para su funcionamiento. Eso es técnicamente posible y a un costo muy bajo. Muchos Estados bajo los auspicios del OIEA podrían asistir para que lo logre, incluyendo la Argentina. Lo que no es razonable es que utilice esa cuestión como excusa para exigir un trato diferenciado de todo otro Estado y continúe apartándose de un mecanismo de seguridad y control internacional que reclama toda la comunidad internacional.

El problema es que una mala solución en Irán puede desencadenar toda una secuencia dominó de casos preocupante en distintas latitudes. El G-6, de no actuar con responsabilidad y determinación, podría estar abriendo la puerta para que eso ocurra.

En definitiva, el drama radica en que la cuestión de la no proliferación de las armas nucleares sigue siendo enfocada desde una perspectiva equivocada. Es de lamentar que el G-6 pareciera no darse cuenta.

* Ex vicecanciller.

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