Sábado, 12 de diciembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › RODRIGO PINOCHET GARCíA, ASPIRANTE A DIPUTADO POR SANTIAGO
El nieto del sangriento dictador se presenta mañana disputando una banca por los tres barrios más paquetes de la capital chilena.
Por Santiago O’Donnell
Dice que representa la renovación, la nueva sangre, el recambio generacional, una brisa de aire fresco para la derecha chilena. Pero su apellido y su historia, que no se cansa de reivindicar, remiten a un pasado que la derecha chilena quiere olvidar. El cuartel general de Rodrigo Pinochet García ocupa una galería de arte que parece escondida a la sombra de los árboles en una oscura esquina de la coqueta avenida Nueva Costanera, en la entrada del señorial barrio de Vitacura, frente a una plaza donde mucamas de uniforme pasean niños y perros.
A dos días de las elecciones, el cuartel general está completamente vacío y los posters de las paredes que dan a la calle, esos que lo muestran con mamá Lucía y abuelito el dictador uniformado, han sido desgarrados o manchados con tinta por manos anónimas. Desde la ventana se ven algunas sillas y nada más.
Vía celular, Pinochet García, candidato a diputado por el distrito de Vitacura, Las Condes y Barrechea, corazón de la derecha dura, se disculpa por no poder atender a Página/12 en su cuartel general porque está ocupado en reuniones fuera de allí, pero acepta el diálogo telefónico.
Empieza, como es habitual en él, contando sin que haga falta preguntarle, la historia que todo Chile conoce: en 1986, cuando tenía diez años, viajaba en un auto con su abuelo cuando la caravana del general fue emboscada por un comando “terrorista” del MIR. Cinco guardaespaldas murieron, pero él y su abuelo se salvaron porque viajaban en un auto blindado. Desde entonces, lo une un vínculo muy especial con el abuelo y viajó con él cuando volvió a Chile tras caer preso en Londres, y fue el último familiar en conversar con Pinochet antes de que muriera, hace tres años. Dice que su abuelo fue un gran presidente.
Dice que está donde está por la gente, esa gente que quiere a su abuelo y que le dio las tres mil firmas que necesitó para presentarse como candidato independiente porque la UDI, el partido de la derecha más extrema en la alianza que impulsa la candidatura de Piñera, no tuvo el estómago suficiente para tenerlo en sus filas. “No sé qué pasó, yo planteé ir a elecciones primarias, pero ellos no quisieron, no sé si por mis ideas o por mi apellido, pero yo me siento parte del espacio de la derecha. Creo que hay un movimiento independiente que ha venido a renovar la política y en ese sentido siento que represento lo mismo que Marco Enríquez-Ominami para la centroizquierda, pero para mi sector.”
Cuántas cosas para preguntar. ¿No le da vergüenza lo que hizo su abuelo? Es lo primero que viene a la cabeza, pero la pregunta sale más abierta, menos frontal: ¿Hay algo en lo que usted piensa que su abuelo se haya equivocado? “Yo creo que fue un gobernante exitoso, que su obra lo ha sobrevivido hasta el día de hoy. En lo político, me hubiese gustado que en el ’86 hubiese llamado a elecciones porque en Chile había llegado el momento de dar vuelta una página y no de evaluar a su gobierno.”
La frase “derechos humanos” no salió de su boca. Siendo que en los últimos días la Concertación ha enfocado su campaña en los crímenes del abuelo, aprovecho para preguntar. “Se trata de una estrategia del oficialismo que se basa en una mera presunción de un caso muy viejo, que data de 1970, con hechos que no están probados. Al anunciar los procesamientos cinco días antes de las elecciones, el doctor, intencionalmente o no, no ha sabido guardar la distancia que debe mantener la Justicia con las demás instituciones políticas.”
Pero las pruebas y condenas por las violaciones a los derechos humanos del gobierno de su abuelo no empezaron en la campaña. Es una bandera histórica de la Concertación y en particular de su popular presidenta, Michelle Bachelet, se le dice al nieto.
Responde con un viejo cliché del repertorio de Bernardo Neustadt. “A mí me llama la atención que pareciera que los derechos humanos son patrimonio de un solo sector. Yo no escuché a nadie de la Concertación hablar de las violaciones de derechos humanos de Alemania Oriental, cuando Eric Honeker fue recibido por un gobierno de la Concertación con todos los honores. No escuché nada sobre las violaciones a los derechos humanos en Cuba cuando nuestra presidenta Michelle Bachelet corrió para abrazar a Fidel Castro en La Habana.”
La candidatura no cayó nada bien entre la partidocracia de la derecha que venía ganando sin problemas las dos diputaciones de los barrios altos desde el regreso de la democracia en 1990. “El abuelo se estaría revolviendo en la tumba si supiera que su nieto puede hacer que la alianza pierda una de las diputaciones dividiendo el voto para que se cuele un candidato de la Concertación”, se quejó el presidente de la UDI.
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