Lunes, 27 de septiembre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › CHAVISMO A ULTRANZA ENTRE LOS BARRIOS POBRES, OPOSICIóN EN LOS RICOS
En los barrios altos de los cerros de Caracas, los más humildes de la ciudad, casi todos votan por el oficialismo, al que le dan crédito por haberles mejorado la vida. El contraste aparece en los acomodados.
Por Mercedes López San Miguel
Desde Caracas
Bajo un fuerte sol, la fila de votantes en un centro electoral de San Agustín casi llega a unas escalinatas que al subirlas quitan el aire. El barrio popular está ubicado en lo alto, en un cerro. La novedad para sus habitantes ha sido la incorporación de un transporte que es el teleférico o Metrocable, como lo llaman, que funciona desde hace dos años, es gratuito y llega hasta la parte sur, la más olvidada. En este barrio, como en el 23 de Enero, la mayoría de los votantes elige la continuidad del proceso bolivariano. Los que apoyan a la oposición, los llamados “escuálidos”, están paradójicamente abajo, porque se ubican arriba en la escala social. En barrios acomodados como Las Mercedes o Las Acacias cuesta encontrar un votante socialista.
Sentada a la sombra, Nelly Sánchez mueve la cabeza al ritmo de la salsa, música que llega de uno de los departamentos de Terraza del Alba en donde ella vive en San Agustín. Vino a votar con su hija. “Mi voto es por el presidente. Las cosas buenas de él. Como el Metrocable. Si sigue mandando, va a seguir mejorando.” Nelly tiene 55 años y dice que está enferma de artritis. Se atiende en el CDI, centro de diagnóstico integral, que forma parte del programa que desarrolló este gobierno en materia de salud.
Un perro vagabundo ladra hasta entregarse panza arriba a los rayos de sol del mediodía justo afuera del centro electoral. Una señora mulata sale mostrando el dedo manchado de tinta azul. Se llama María Conchita Pacheco y trabaja de costurera.
–¿Por quién votó?
–Por el presidente. ¿Hay otro a quien iba a votar? (se ríe). Este gobierno se acordó de los pobres. Yo tengo mi vivienda gracias a él, la pago de a poco.
Escaleras abajo se ven más casas de material, con paredes pintadas de varios colores como en La Boca, algunas celestes, otras de un amarillo estridente, otras rojas. En una de las ventanas asoma un afiche con la cara de Hugo Chávez. El sonido de la salsa envuelve al caminante.
José Vieva, albañil que viene de votar, dice que eligió al oficialismo por “todos los cambios que se ven acá”. Y los enumera. “La construcción de estas viviendas –señala los edificios–, la salud, el Metrocable, ¡ahora no tenemos que subir más a patica o con un Jeep!”
En el coqueto barrio de Las Acacias el horizonte aparece despejado de cerros poblados. Saliendo del centro de votación, Rubén Darío Velardo, ingeniero de profesión, sorprende con su testimonio. “El 11 de abril de 2002 un policía mató a un chavista en un hecho confuso. El policía está condenado a 30 años de prisión por un juicio irregular por culpa de éstos de la revolución. Ponga revolución con comillas.”
–Señor, se estaba desarrollando un golpe de Estado.
–El golpe fue a la noche. Pero la lección quedó clara: ningún policía, que es un hombre del pueblo, va a dispararle a un chavista nunca más.
El hombre sigue hablando de que no le venden gasolina porque es escuálido. Mejor cambiar el rumbo.
Hacia el este de Caracas, en el barrio de clase media y alta Las Mercedes, lo primero que llama la atención es que no se ven afiches del oficialismo. Sólo se repite cuadra a cuadra la publicidad con la cara de María Corina Machado, candidata independiente de la oposición por el estado de Miranda. En Las Mercedes abundan los restaurantes de carne y sushi, los bancos, los centros comerciales como El Paseo de las Mercedes, las casas de marca. Las viviendas son chalets o edificios modernos.
Gente corriendo como en Palermo. Gente votando. Como Ignacio Giner, técnico superior en diseño informático, que acaba de sufragar y confiesa su antichavismo. “Hay que frenar a este señor”, dice sin mencionar al jefe de Estado. “Nos hizo quedar rallados (quedar mal) porque envió comida a otros países como Haití y nos devolvieron la comida porque estaba podrida. Otro tema son los muertos. Hay muchos muertos por fin de semana. La violencia no frena”, agrega este joven que dice tener una empresa pequeña. A unos metros, Duglas González se limpia el dedo con el que acaba de sufragar, pone cara seria y dice: “Por tomar una consigna ideológica no funciona nada. Realmente hay que ir a un sistema diferente. El país tiene que estar mejor en general, no sólo los pobres”. Su mujer, de nombre Raiza García, se acerca y quiere opinar. “La economía está mal, los precios suben todos los días. Los servicios los necesitamos todos y están mal. En los hospitales faltan insumos...”
–¿Usted se atiende en el hospital?
–No. Yo tengo cobertura privada.
Como la excepción a la regla, Flor Sarmiento dice que votó por la continuidad de este gobierno. “Mejoró la salud, mejoró el nivel académico”, dice esta estudiante de Biología de 22 años. “Seguro que hay fallas, pero va a ser mejor que la oposición.”
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