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Acorralados por las denuncias

La actividad privada del rey generó estupor entre los españoles en un momento en que la corona era blanco de fuertes críticas por el caso de corrupción que comenzó salpicando sólo al yerno del monarca, el duque de Palma Iñaki Urdangarín, y que ahora también involucra a su esposa e hija del rey, la infanta Cristina. El 12 de diciembre de 2011, la Casa del Rey apartó a Urdangarín de las actividades oficiales por “su conducta no ejemplar” tras ser imputado en el escándalo del Instituto Noos por blanqueo de capitales. Luego, como supuesta muestra de transparencia, hizo públicas sus cuentas por primera vez. A pesar de los gestos, el daño ya estaba hecho y no había vuelta atrás. Para entonces, los diarios El País y El Mundo publicaron la existencia de unos correos electrónicos en poder del juez Pablo Ruz, que investigaba a Urdangarín. y que acreditaban que el rey mediaba en los negocios de su yerno, imputado por apropiación indebida de fondos públicos. En este contexto, la opinión pública dio un vuelco. En enero de 2013, una encuesta revelaba que el apoyo a la monarquía había caído a un mínimo histórico del 54 por ciento; otro sondeo de abril de El País indicó que el 53 por ciento de los españoles desaprobaba la manera en que el rey desempeñaba sus funciones. Un secreto que Juan Carlos se llevará a la tumba –y que enluta a la corona española– es qué fue lo que sucedió con su hermano Alfonso, fallecido el 29 de marzo de 1956 mientras esperaba la cena y jugaba con Juan Carlos, en la sala de juegos de la mansión, con una pistola calibre 22.

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