Jueves, 7 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › REGRESO A CASA EN LA FRANJA
Por Donald Macintyre *
Los restos de la ocupación del edificio por parte de las fuerzas israelíes durante algunos de los combates más encarnizados de la larga guerra de un mes –latas medio vacías de comida, pan, un tubo de pasta de dientes, una estrella de David garabateada en la pared– seguían allí cuando Tamer Abu Rujeila contó la historia de la incursión en Khuza’a.
Este gran pueblo periférico al este de Khan Yunis y cerca de la frontera con Israel era inalcanzable incluso para la Cruz Roja, en su tarea de recuperar los cadáveres, hasta que las fuerzas israelíes comenzaron su retirada de fin de semana. Pueden pasar semanas antes de que los detalles de lo que ocurrió aquí en los últimos diez días de julio salgan a la luz.
Pero incluso para los estándares en Gaza, la vista de las casas y las mezquitas arrasadas en la entrada del pueblo –y más profundo dentro de él– deja sin aliento.
En el área ocupada por el clan de Abu Rujeila, catorce de sus miembros fueron asesinados cuando los ataques aéreos destruyeron al menos cuatro edificios residenciales.
Entre los muertos estaban Hilmi, el tío de Tamer –cuyo cuerpo no ha sido encontrado aún–, su hijo de 21 años y su hija de 27. En lo que normalmente es el centro de ayuda psiquiátrica de niños –con un gran agujero de bala en una de las paredes–, Tamer, de 38 años, un hombre de negocios, describe cómo después de que los tanques israelíes entraran en la zona el 22 de julio, 50 miembros de la familia se refugiaron en el edificio –dañado, pero todavía en pie– que ocupaba con su esposa, Maysaa, y sus cuatro hijos.
Incluso cuando los ataques se hicieron más intensos, dos días más tarde, y el grupo se trasladó a un edificio vecino, Tamer dice que no quería dejar el edificio a pesar de la advertencia de la Cruz Roja. “Pensábamos que si ibámos a morir, debíamos hacerlo aquí con dignidad”, dijo.
Pero al día siguiente se produjo una gran explosión. Incluso Tamer estaba listo para salir de allí.
Agitando banderas blancas, el grupo familiar comenzó su cauteloso escape a través de un barrio lleno de disparos. “Había 30 niños y 25 mujeres –contó Tamer–. El resto eran hombres. Hemos llevado a cuatro ancianos en nuestros hombros. Pero algunos de los niños se negaban a irse porque estaban muy asustados.”
El hijo de Tamer, Ahmed, de 8 años, herido en un ataque anterior, le dijo a su padre que prefería morir en su casa. Así que con los tanques a sólo unos metros de distancia, y luchando por mantenerse juntos a pesar de los disparos, los padres llevaron sus hijos en brazos o arrastrándolos. En la ahora entrada devastada a Khuza’a se reunieron con unos 3000 vecinos para emprender viaje a la relativamente segura Abasan (también al sur de la Franja). Tamer –el primero que volvió a inspeccionar su casa, el martes– dijo que 35 de los 3000 resultaron heridos por disparos durante el trayecto.
Antes de que los Abu Rujeila buscaran refugio en Khan Yunis, otro tío, Ismail, de 52 años, había muerto en un ataque aéreo en Abasan. Tamer es firme a la hora de afirmar que todos los miembros de su familia eran civiles. De hecho, dijo que sus identificaciones fueron verificados por las tropas israelíes a la entrada de la aldea.
En otras partes de Gaza se aprovechó la calma para volver a sus hogares devastados e inspeccionar los daños. Coches y carros tirados por burros cargados de artículos para el hogar y colchones llenaron las calles y las colas se formaban en los bancos mientras la gente esperaba para retirar efectivo de cajeros automáticos.
Empresas de servicios públicos trabajaban frenéticamente para reparar las líneas eléctricas y telefónicas derribadas. De vuelta en Khuza’a, los vecinos sacaron una carcasa de un proyectil de tanque marcado claramente Made in USA, con sus números de serie intactos. Y un bulldozer solitario aparece entre los escombros en busca de los restos de Hilmi Abu Rujeila.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12
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