EL MUNDO
Recuerdos del sobreviviente más famoso
Por F. S. *
Desde Jerusalén
Yasser Arafat, de 74 años, es un sobreviviente nato. El presidente palestino ha aprendido a lo largo de medio siglo de continuado combate en la primera línea de fuego a superar las adversidades incluso en las situaciones más hostiles. Por ejemplo, consiguió superar con éxito dos expulsiones, las de Jordania y Líbano, centenares de contratiempos y decenas de atentados. Sus más íntimos colaboradores aseguran que su principal misión es continuar con vida y luchar. Es decir sobrevivir.
Todos le dieron por muerto en 1971, cuando las tropas jordanas, al mando del rey Hussein, arrinconaron al líder palestino al norte del país, en un minúsculo territorio, entre la frontera de Siria y Líbano, donde se vio obligado a vivir en una gruta, desde donde le llegaban las noticias del exterminio sistemático de sus fieles milicianos de Al Fatah. Protegido por el embajador de Arabia Saudita en Ammán y con un escudo humano configurado por cerca de 2000 hombres, logró pasar a Damasco para acabar en Beirut.
Arafat empezó a vivir su segundo exilio en 1982, cuando al mando de 15.000 de sus combatientes fue obligado a abandonar Beirut, que pocos meses antes había sido invadida por las tropas israelíes. En esta ocasión se dirigió a Túnez, que durante mas de 12 años se convertiría en su cuartel general. Sus tropas fueron diseminadas entre Yemen, Argelia y Egipto. Durante este período superó con suerte el bombardeo de su cuartel general por los aviones israelíes, de la misma manera que se salvó milagrosamente en 1992 cuando su avioneta se estrelló en el desierto de Libia.
Tras su retorno del exilio en 1994, Arafat se enfrentó a una nueva oleada de adversidades. Las situaciones más peligrosas las empezó a vivir a partir de diciembre del 2001 en Ramala, donde permanece aislado y acosado por los tanques israelíes. Su residencia ha sido reiteradamente bombardeada y los proyectiles han alcanzado incluso su dormitorio y otras dependencias personales. La última vez fue hace cerca de un año, mientras Arafat se encontraba en una sala cercana conversando con el enviado especial de la Unión Europea, el embajador español Miguel Angel Moratinos. Por esa época Arafat había ya adquirido cierta aureola de inmortal y había pronunciado en voz alta, prácticamente a gritos, esa famosa declaración de principios convertida ahora en su principal lema: “Ellos quieren hacer de mí un exilado, un prisionero o un muerto, pero yo les digo: un mártir, un mártir, un mártir”.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.