EL MUNDO › HABLA EDWARD LUTTWAK, ESTRATEGA NORTEAMERICANO

“La resistencia va a bajar”

 Por Mercedes López San Miguel

Edward Luttwak, un estratega norteamericano de línea dura, que se desempeña como asesor del Departamento de Defensa encabezado por Donald Rumsfeld, el halcón de la administración Bush, habló con Página/12 sobre las consecuencias en el plano militar de la captura de Saddam Hussein.
–¿Modifica (o no) el arresto del líder iraquí?
–Me sorprendería sobremanera si la captura de Saddam no condujera a una reducción en el volumen de ataques contra las fuerzas ocupantes, policías y otros actores que cooperan con aquéllas, como ser líderes chiítas moderados, organizaciones que brindan apoyo a la población, y además contra instalaciones de petróleo, esenciales para la reconstrucción de Irak.
–¿Puede explicar sus razones?
–Mi aseveración sería refutada si los atacantes fueran nacionalistas iraquíes comprometidos en acciones de combate contra el invasor extranjero: los nacionalistas no se rinden cuando su líder es capturado, todo lo contrario, pelean más duramente. Pero sabemos que no son nacionalistas, porque han atacado a las Naciones Unidas y la Cruz Roja, objetivos que los iraquíes que luchan por la independencia habrían evitado. De hecho, es difícil reconciliar la idea del nacionalismo con los ataques contra los chiítas, que constituyen después de todo el 60 por ciento de la población.
–¿Se olvida de los leales al partido de Saddam?
–No, digo que la captura del líder iraquí es decisiva porque los atacantes no son ideólogos del partido Baaz. De haberlo sido, la pérdida de su líder no mermaría la violencia, sino que daría un efecto contrario. Pero la dinámica de la ideología baazista que buscaba desplazar al Islam con una combinación de nacionalismo panárabe y socialismo centrado en un Estado quedó atrás en la historia.
–Entonces, según usted, ¿de qué motivación se trata?
–Hay una única motivación de los atacantes: clan, tribal y de lealtad personal a Saddam Hussein, reforzada por su constante habilidad de pagar a sus seguidores. Es claro ahora que todo estuvo organizado con antelación –la guerra, después de todo, no fue una sorpresa–. A los oficiales de las fuerzas de seguridad que se eligieron (que en ningún caso fueron señalados por la pertenencia a una tribu o la lealtad a Saddam) se les pagó sumas de dinero (en dólares, claro) y se les dijo que dispersaran la preparación de la resistencia. También resulta evidente que Saddam no ha ejercido un control operacional día tras día, sino uno estratégico: dirigiendo ataques a blancos de semana a semana o mes a mes. Eso le permitía estar escondido y no tener que comunicarse mucho.
–El escenario de la resistencia cambia.
–Ahora que Saddam espera un juicio en una corte iraquí, a sus seguidores se les quita la presión de rendir lealtad a su persona, clan o tribu. Pueden quedarse con el dinero –que en algunos casos es bastante– y revertir si pueden sus vidas. Si se presenta mucha violencia, provendrá de los islamistas, aunque no tienen la red que Saddam tenía.

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