EL MUNDO › LAS ELECCIONES QUE PUEDEN FRENAR A LE PEN
Próxima parada: legislativas
Por Eduardo Febbro
Apenas terminada la primera vuelta y con los estados mayores de los partidos políticos en plena preparación de la segunda, la sombra de las elecciones legislativas de junio se perfila en el horizonte como un campo minado. Jacques Chirac está seguro de arrebatar la segunda presidencia, pero mucho menos de que su campo obtenga en las urnas la mayoría legislativa que perdió en 1997. El efecto desastroso que causó la victoria de Jean-Marie Le Pen en la sociedad puede movilizar de manera espectacular a los electores centristas y de izquierda para “corregir” el error de la primera vuelta. En un panorama políticamente corroído por la presencia de Le Pen, también puede ocurrir todo lo contrario, es decir, que ese electorado conservador, ahora mayoritario en Francia, respete los principios con los que votó en las presidenciales y elija una Asamblea conservadora.
Con un Partido Socialista de rodillas, sin líderes de peso capaces de conducir una campaña electoral luego de la humillación de las presidenciales, la izquierda no tiene la batalla ganada, tanto más cuanto que su “aliado” en el gobierno, el Partido Comunista, está por debajo de la línea crítica: con un 3,4 por ciento de los votos, el PCF está clínicamente muerto. Si Chirac anhela confirmar en las urnas legislativas lo que logró en las presidenciales, el discurso de la unión aparece hoy como la mejor garantía. Los analistas destacan que “unión” equivale a equilibrismo porque lo obliga a conservar su propio electorado, atraer el de la extrema derecha y, encima, a inspirar confianza en el centro y en parte de la izquierda.
La pregunta que se hacían ayer todos los comentaristas consistía en saber cómo reaccionará la sociedad. ¿Tendrá acaso una reacción lógica, o sea, voto a la derecha? ¿Se inclinará más bien por una reacción moral, es decir, equilibrio entre las fuerzas? ¿O asumirá una posición de justiciera?, entiéndase, corrigiendo el “error” del domingo con un voto que desembocaría en una nueva cohabitación, la cuarta de la historia francesa. Queda también una cifra oculta: ¿qué hará ese 30 por ciento del electorado que se abstuvo de votar el domingo y que hoy se mira en un espejo en el que no se reconoce?
Lo moral querría que los votantes restablecieran la situación renovando la mayoría de izquierda. Pero lo moral hubiese también querido que Jospin pasara a la segunda vuelta. Eso no ocurrió. La derecha y los socialistas enfrentan un dilema similar cuya solución depende de las repercusiones “íntimas” que tengan los aullidos de la extrema derecha.