Miércoles, 3 de mayo de 2006 | Hoy
EL MUNDO › INQUIETUD EN PETROBRAS Y REPSOL TRAS LA NACIONALIZACION
Repsol-YPF, que ha invertido más de 1360 millones de dólares en Bolivia desde 1997, es la segunda compañía de hidrocarburos en ese país, tras la brasileña Petrobras. Opera a través de Andina, empresa que controla en un 50 por ciento de su paquete accionario. Bolivia representa el 18 por ciento de las reservas totales de Repsol YPF, el 11 por ciento de su producción, el 3 por ciento de su resultado operativo (más de 7770 millones de dólares en 2006) y el 1 por ciento de su beneficio neto (casi 4000 millones de dólares el año pasado). El presidente de la empresa, Antoni Brufau, manifestó ayer desde Buenos Aires su rechazo: “Está fuera de la norma y lógica empresarial que debe guiar las relaciones entre empresas y Estados”, aseguró. No obstante, dijo que “todavía hay tiempo”, en referencia al período de 180 días en los que las petroleras extranjeras podrán renegociar sus contratos con el gobierno boliviano.
A pesar que desde el gobierno brasileño ya se descartó un desabastecimiento, los números del consumo son contundentes. El 51 por ciento del gas que se consume en Brasil viene de Bolivia. El 75 por ciento del consumo de gas del centro industrial más importante del país, San Pablo, también depende del país andino, al igual que la gran mayoría del de los Estados del sur del país, en donde la dependencia es directamente del ciento por ciento. Por todo esto, los sectores industriales pusieron el grito en el cielo ayer. “A mediano y largo plazo deberá haber un problema serio en el abastecimiento de gas, pues muchas industrias dependen del producto boliviano y no se saben cómo terminarán las negociaciones”, cuestionó el director del Departamento de Energía de la Federación Industrial del estado de San Pablo (Fiesp), Luiz Gonzaga Bertelli.
Y no es el único que no comparte el optimismo del gobierno nacional. El director del Centro Brasileño de Infraestructura, Adriano Pires, advirtió que el gobierno estará obligado a negociar con Bolivia para evitar “un apagón de gas”. “Esa es una crisis anunciada. Cuando Brasil en el 2003 promovió la masificación del gas, congeló los precios e incentivó el consumo, pero no aumentó la oferta interna”, explicó Pires, que sentenció: “Ahora estamos en manos de los bolivianos”. Apoyando este análisis, la Asociación Brasileña de Empresas Distribuidoras de Gas Canalizado (Adegas) reclamó al gobierno que fomentara nuevas inversiones en el país para garantizar internamente el abastecimiento de gas. Sin embargo, como explicó hace poco el presidente de Petrobras, Sergio Gabrielli, la empresa petrolera estatal recién estará en condiciones de sustituir las importaciones de gas boliviano en 2010. Otros optaron por resaltar la implicancia ideológica de la medida de La Paz. “No hay duda de que ese populismo nacionalista de Bolivia está inspirado y está siendo auxiliado por el presidente de Venezuela”, aseguró Rubens Barbosa, presidente del Consejo Internacional de la Federación de Industrias de San Pablo.
Desde los sindicatos brasileños hubo reacciones muy diferentes. En un extremo, la central opositora Fuerza Sindical aseguró que Lula “no puede permitir esa quiebra de contrato de forma abrupta” y le sugirió que imponga algún tipo de castigo comercial al país andino, por ejemplo un impuesto adicional a los productos que ingresan al país desde Bolivia. El Sindicato de Petroleros del Estado de San Pablo, en cambio, fue una de las pocas instituciones en el país que apoyaron la decisión del gobierno de Morales. Los mercados parecen pensar lo mismo, porque ayer las acciones de Petrobras cerraron en alza.
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