Martes, 15 de agosto de 2006 | Hoy
EL MUNDO › COMO VIVEN LOS ISRAELIES EL REGRESO A SUS VIDAS COTIDIANAS
Por Georgina Higueras *
Desde Tel Aviv
Los israelíes han aceptado como una liberación el alto el fuego, pero pese a las bravuconadas verbales del primer ministro la sensación generalizada es de pesimismo e incertidumbre. A esto se une el temor a que cualquier escaramuza vuelva a desatar la guerra. Comercios, bares y oficinas cerrados en la mayoría de las localidades del norte durante toda la campaña bélica volvían a levantar sus cierres metálicos; las carreteras cercanas a la frontera con Líbano, por las que en estos 32 días no circulaban más que vehículos militares, se iban llenando de coches y las calles de los pueblos, antes desiertas, se han cubierto de personas con paquetes y madres con niños que finalmente han podido abandonar los refugios.
En Tarshiha, una localidad habitada principalmente por árabes-israelíes a medio camino entre el este y el oeste de la Alta Galilea, Zaki ha reabierto su pequeña cafetería y en las dos mesas instaladas en la calle, dos vecinos charlan esperando sus bocadillos. La casa de uno de ellos, Mohamed Fuar, de 29 años, resultó dañada la semana pasada por los katiushas de Hezbolá. “En esta guerra no ha habido vencedores, sólo hemos perdido los civiles”, señala Fuar, que no quiere hacer valoraciones políticas.
Hasta dos minutos antes de que dieran las ocho de la mañana se escucharon los cañones de la artillería israelí, que bombardearon toda la noche las posiciones enemigas, aunque con menos intensidad que en los días pasados. El ejército informó ayer de la muerte de otros nueve soldados en los combates cuerpo a cuerpo mantenidos el domingo en el interior de Líbano. Lo que eleva a 163 el número de israelíes muertos.
“Ha habido errores en el manejo –de la guerra– y prometo que examinaremos todo lo que necesita examinarse”, dijo el primer ministro a los diputados. “No vamos a hundirnos en críticas y culpas. No podemos darnos ese lujo. Debemos asegurar que la próxima vez –y habrá una próxima– se hará todo mejor”, añadió entre los gritos de los diputados árabes, dos de los cuales fueron expulsados del pleno.
Pese a la tensión existente en el ambiente, el alto el fuego se respetó aunque al menos hubo dos incidentes, en el primero de los cuales los soldados israelíes abrieron fuego para repeler un ataque de Hezbolá. El ministro de Defensa, el socialista Amir Peretz, confirmó anoche a su grupo parlamentario que la tregua se había respetado y le informó que el gobierno negocia con la fuerza de interposición de Naciones Unidas –Unifil– la devolución del territorio. “Israel no tiene intención de permanecer en el barrizal de Líbano”, señaló.
Firmado el alto el fuego, el ejército israelí quiere salir cuanto antes del vecino país, donde aún permanecen decenas de miles de soldados, porque son muchas las posibilidades de que una provocación incontrolada desate un conflicto de muchas mayores proporciones. Un grupo de oficiales se reunió ayer en la frontera con oficiales del ejército libanés y de la Unifil para estudiar el traspaso del control del sur de Líbano.
“No confío en ellos –los guerrilleros de Hezbolá– y no creo que vayan a respetar la tregua”, señala el paracaidista Tal Barhad, de 26 años, herido el pasado miércoles. Barhad, que estudia informática, se recupera de sus heridas en el hospital Rambam de Haifa, donde están ingresados otros 69 militares israelíes evacuados de Líbano. Su unidad fue atacada por tres misiles antitanque en la noche del miércoles, cuando se encontraban en una casa de las afueras de Debel, una aldea a escasos kilómetros del frente central de batalla. Nueve de sus compañeros resultaron muertos y 20 heridos. “Si definitivamente acaba la guerra, será bueno aunque no hemos logrado lo que queríamos. Ni hemos rescatado a los dos soldados secuestrados ni hemos frenado a Hezbolá”, lamenta Barhad. A la espera de que vuelvan a operarle la pierna derecha porque tiene destrozado el hueso, dice sin querer criticar al gobierno: “Odio pensar que fui herido para nada”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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