Lunes, 11 de diciembre de 2006 | Hoy
EL MUNDO › ROBERTO GARRETON, ABOGADO EN VARIAS CAUSAS CONTRA AUGUSTO PINOCHET
El abogado Roberto Garretón indicó también que por ese motivo cerrarán las investigaciones. Sin embargo, las causas no serán cerradas porque hay otros acusados que siguen con vida. “Todos van a decir que cumplieron órdenes de Pinochet”, vaticina el abogado.
Por Carpineta María Laura
“Las investigaciones sobre Pinochet se cerrarán y él será sobreseído por muerte”, señaló el abogado Roberto Garretón, que lleva varias causas vinculadas con las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura pinochetista. Garretón es uno de los abogados de derechos humanos más importantes de Chile. “Hoy tenemos una sociedad desmotivada, desmovilizada, no solidaria y profundamente egoísta”, se lamentó el hombre a quien recurrieron los lores ingleses para redactar la acusación que le leyeron a Pinochet en el Parlamento británico en 1998. La detención, el debate y la acusación en territorio europeo marcó luego el inicio de una lluvia de juicios en los tribunales chilenos. Su fama como defensor de los derechos humanos lo llevó a ocupar importantes cargos en Naciones Unidas, el último como miembro del Consejo Asesor sobre la Prevención del Genocidio, junto con personalidades como el Nobel de la Paz, el arzobispo sudafricano Desmond Tutu.
–¿Cuál es el legado que dejó Augusto Pinochet?
–Hay personas en la historia que son perversas y no dejan nada positivo. Yo no me convenzo de que Hitler deba ser juzgado por las carreteras que construyó. Este es el discurso de los nazis y también de los pinochetistas. Pero estos regímenes sólo dejaron legados de muerte y crueldad, absolutamente injustificados. En Chile no había guerra civil ni terrorismo. Lo crearon ellos con el asesinato del comandante en jefe del ejército René Schneider, cuando intentaron secuestrarlo para evitar la asunción de Salvador Allende en 1970. Ese fue el único acto de terrorismo que hubo antes del golpe militar. La dictadura después dejó una herencia de miles de desaparecidos y asesinados, presos políticos, torturados, relegados y discriminados. La clase política chilena, hasta el 11 de septiembre de 1973, era una clase política de lujo, que nunca había caído en la política extrema. Hasta 1973 la palabra corrupción tampoco existía. Cualquier hecho irregular en algún servicio público generaba un gigantesco escándalo. Todo eso destruyeron los pinochetistas. Hemos visto actos de corrupción durante los gobiernos de la Concertación. Pero son puntuales y no generalizados, y los montos, aunque son graves, no se asemejan a los que se cometieron en la dictadura. El caso Riggs superó por un millón de veces todos los casos de corrupción que se conocieron desde que volvió la democracia. Todo el pinochetismo se ocupó de ocultar estos desfalcos.
–¿Qué pasará ahora con las investigaciones sobre los crímenes y los actos de corrupción cometidos durante la dictadura?
–Las investigaciones sobre Pinochet se cerrarán y él será sobreseído por muerte. Pero las causas continuarán porque hay otros reos, como Manuel Contreras, la esposa de Pinochet, sus hijos y sus coautores. Ahí se va a ver un espectáculo grotesco y cobarde, en el que todos van a decir que cumplieron órdenes de Pinochet.
–Esa es la explicación judicial. Sin embargo, en los últimos años las investigaciones estuvieron motorizadas por la presión política de los gobiernos de la Concertación para conocer toda la verdad. ¿Esa presión se diluirá ahora que Pinochet ya no está?
–El problema de la impunidad no es sólo judicial. Si el sospechoso muere, no se puede acabar ahí el problema. La impunidad es judicial, pero también es política. Debería haber inhabilitaciones políticas. Aunque una persona no haya robado un peso ni haya matado a alguien, si tuvo un alto cargo en una dictadura, no puede el día de mañana ser gobernador, diputado o, siquiera, un maestro. Hay que derrocar la inmunidad política con sanciones políticas. También hay que terminar con la impunidad moral. Todos estos sujetos que cometen atrocidades contra derechos humanos siempre invocan causas nobles, como la patria y la humanidad. No han cambiado su discurso. Por eso hay que dejarlos expuestos como lo que son, unos sujetos miserables sin escrúpulos. Por último, hay que combatir la impunidad histórica. Los chilenos sufrimos la vergüenza de que una de las cinco calles más importantes de Chile se siga llamando 11 de Septiembre, en conmemoración al Día de la Liberación Nacional, como decían los fascistas. Mañana o dentro de varios años algún alcalde puede ponerle a una calle Augusto Pinochet o Manuel Contreras. Nosotros tenemos que luchar para que esto nunca ocurra. Hay que levantar monumentos, nombrar calles, hacer campañas de concientización, filmar películas y escribir novelas.
–¿Cómo es la sociedad postpinochet?
–Es una sociedad desmotivada, desmovilizada y profundamente egoísta. En la primera república (antes de 1973), Chile era solidario y politizado en el mejor de los sentidos. Todos teníamos una concepción de país y del mundo. Con la dictadura, eso se convirtió en algo malo. Pensar o participar en partidos políticos era un delito. Esto despolitizó, algo grave si entendemos a la política como el arte de construir un país colectivo. Hoy hay un país muy egoísta. El empresariado pinochetista no acepta las políticas que buscan el beneficio social. No aceptan que se utilice plata del Estado para mejorar programas de salud y educación.
–¿Qué queda hoy del entorno de Pinochet?
–Hay que distinguir entre realidad e hipocresía. Todos los que fueron pinochetistas siguen siéndolo. Sus ex ministros, los que integraron sus comisiones legislativas y sus alcaldes. La UDI y Renovación Nacional (RN) son pinochetistas, aunque ahora les dé vergüenza. Irán a su funeral dolidos y con el mismo odio que siempre tuvieron a los demócratas. No creen en la democracia.
–¿No es posible una derecha antipinochetista?
–Tendrían que irse los principales dirigentes. Fueron ministros y funcionarios de la dictadura. Hoy siguen defendiendo lo que llaman la gran obra del gobierno militar, con absoluto y preciso conocimiento de todas las violaciones de derechos humanos cometidos. Dicen que hizo grandes cosas en lo económico. Pero ese programa aumentó a un nivel abismal la brecha entre pobres y ricos. Fue un programa hecho por militares, fascistas y multimillonarios, y pierden los civiles, demócratas y de la clase media para abajo.
–¿Por qué siguen siendo tolerados por gran parte de la sociedad?
–Porque éste no es el pueblo chileno solidario, politizado, activo y combatiente que derrotaron en 1973. La Concertación no ha podido cambiar esto. Principalmente porque la clase política de hoy no es la de antes. La corrupción está metida. Los de la Concertación –me incluyo– estamos intentando forjar un cambio, pero como no podemos gobernar sin los votos pinochetistas, terminamos ablandando el discurso y legitimándolos a ellos.
–¿Cómo definiría a Pinochet?
–Fue un personaje siniestro, opaco, mediocre, ambicioso y sin escrúpulos, que no dejó nada bueno para la historia de Chile.
“La muerte le ganó a la Justicia”, juzgó ayer el escritor uruguayo Mario Benedetti, lamentándose que el ex dictador Augusto Pinochet nunca haya llegado a ser condenado en las numerosas causas en las que estaba procesado. “Es la muerte de un dictador que fue muy cruel con una parte de su pueblo”, destacó el escritor, recordando los horrores de los 17 años de dictadura pinochetista. “No pudo concluir el juicio, pero ya lo juzgó la historia y lo condenó”, fue el consuelo del veterano artista, quien hace siete años sólo deseaba que el ex dictador no muriera en paz. “A ese criminal y asesino le deseo que muera con todo el peso de su culpa”, había afirmado. Por lo menos, ese deseo se le hizo realidad.
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