Las aguas del Golfo Pérsico siguen levantando temperatura. Estados Unidos envió ayer un nuevo portaaviones a esa región, y al mismo tiempo, advertía que cada vez más lanchas iraníes violan la frontera marítima con Irak. Los rumores de un posible ataque a Teherán ya habían vuelto a ganar fuerza esta semana después de que la BBC informara que el mando central estadounidense ya tenía diseñados los planes para atacar los principales objetivos militares iraníes y sus plantas nucleares. Según explicó la cadena británica, el detonante para un ataque estadounidense podría ser la confirmación de que Irán ha comenzado a desarrollar el arma atómica o en el caso de que un gran número de soldados estadounidenses muriera en un atentado en Irak, que pudiera ser atribuido directamente al régimen islámico. La primera opción no parece viable, por lo menos en el corto plazo. La propia inteligencia del Pentágono reconoció que Teherán todavía necesitaría cinco años para poder alcanzar la bomba. La segunda opción, en cambio, podría ser una amenaza más inmediata. En su último discurso, Bush denunció a Irán como el principal proveedor de armas de las milicias chiítas iraquíes. Ahora, cualquier avance militar estadounidense es interpretado con mucho cuidado por Teherán. Por ejemplo, la llegada del grupo de combate 3, que incluye un portaaviones que puede servir de plataforma para ocho escuadrones de aviones y helicópteros de guerra.