EL PAíS › PANORAMA ECONóMICO

Es la política

 Por Alfredo Zaiat

En estos días de cambio de ministro de Economía y cruces verbales que no tuvieron nada que envidiar a los cánticos de las hinchadas en los partidos de fútbol, el extraordinario negocio de la actividad agropecuaria siguió ofreciendo hechos concretos que relativizan más que mucho el cuadro de situación angustiante que transmite el variopinto elenco de representantes de un sector del campo. Las agencias de noticias ofrecen información valiosa para construir una realidad bastante diferente a la que canta un coro afinado de medios de comunicación. Para no abundar ni abrumar, se seleccionó apenas ocho cables de noticias emitidos por la agencia privada Diarios y Noticias (DyN) y la pública Télam el martes y miércoles de esta semana:

1. A pesar del lockout, la producción de leche aumentó 5,4 por ciento en el primer trimestre del año en comparación con igual período de 2007, destacó un informe de la Comisión de Producción Primaria del Centro de la Industria Lechera.

2. Quickfood anunció un resultado positivo de 43,5 millones de pesos para el ejercicio de nueve meses finalizado el 31 de marzo. En idéntico lapso del balance anterior había ganado 26,5 millones. O sea, mejoró la utilidad en un 64 por ciento. Quickfood integra el grupo de las tres principales exportadoras de carne del país.

3. El valor de la hectárea agrícola en la zona núcleo, donde se generan los mayores rindes, pasó de 8000 dólares en 2006 a 12.000 en 2007, lo que significó un aumento interanual de 50 por ciento, según un análisis de Reporte Inmobiliario.

4. Las exportaciones agroalimentarias argentinas a la Unión Europea sumaron 894 millones de dólares en el primer bimestre, que implicaron un crecimiento de 31 por ciento en volumen y 52 por ciento en divisas, comunicó el Senasa.

5. En el primer trimestre de este año se embarcaron casi un millón de toneladas más de granos y subproductos que en igual período de 2007, de acuerdo con un informe elaborado en Puerto General San Martín. Se indicó que ese aumento se pudo mantener “a pesar de la demora en la llegada de la cosecha a los puertos de la región debido al paro agrario”. Además, se precisó que en los primeros noventa días de este año, se embarcaron 114.113 toneladas de biocombustibles elaborados en base a aceite de soja.

6. Los países de Africa compraron en el primer bimestre del año casi 2,5 millones de toneladas de agroalimentos argentinos por 911 millones de dólares, informó el Senasa. Esos despachos significaron un aumento de 140 por ciento en volumen y 232 en divisas respecto del mismo período de 2007.

7. La producción total de oleaginosa en la campaña agrícola 2007/2008 rondará las 52,5 millones de toneladas, 6 por ciento más que en el ciclo anterior, notificó la Secretaría de Agricultura.

8. El fondo de inversión Pampa Capital anunció el desembolso de unos 20 millones de dólares en las empresas de semillas Sursem y Relmó para avanzar en proyectos de genética y en alianzas estratégicas con compañías de Estados Unidos, Francia, Rusia y China.

A esta altura quien todavía piense que el actual conflicto con el campo se debe a un problema económico, entendido como pérdida de rentabilidad e incertidumbre sobre las perspectivas del negocio, ha quedado fuera de foco, por inocencia o por intereses ajenos a la dinámica de la evolución de esa actividad. El eje central del desafío de un sector del campo tiene que ver con cómo se distribuye la fabulosa renta agropecuaria, que derivó en una intensa puja política con resultados ya evidentes, como un mecanismo de compensación para pequeños productores y el despido del ministro de Economía que encendió la mecha. En esa tensión participan actores diversos y con intereses antagónicos pero que han quedado unidos por la torpeza política del Gobierno.

Las crisis, ya sean dramáticas por destrucción de riquezas o sean políticas por el reparto de una torta que se agranda, generan una percepción negativa de la realidad que es aprovechada por los grupos económicos y financieros más fuertes. El pequeño propietario o productor apesadumbrado por el desarrollo del conflicto, estado de ánimo que es alimentado con entusiasmo por los grandes y por la débil intervención del Estado, abandona el negocio, desplazamiento que cumple con el objetivo perseguido por los pesos pesado del sector.

En esa instancia resulta fundamental la participación del Gobierno para romper con esa dinámica de concentración y centralización del capital, en caso de que ésa sea una de sus pretensiones, lo que no queda en evidencia con ciertas propuestas del secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Por ejemplo con el plan presentado en la mesa de negociación del trigo para la recreación de una suerte de Junta Nacional de Granos privada en manos de Cargill y otras cuatro grandes exportadoras. Ningún directivo de alguna de esas multinacionales se hubiera animado a elaborar semejante oferta en un escenario de máxima tensión en las negociaciones. Ese plan de Moreno significa dejar en manos de esos gigantes el control de la cadena del trigo-harina para garantizar “el precio pleno” a los productores. Para los pequeños molinos y productores sería colocarlos a dormir con el enemigo; para el Estado significaría delegar una facultad propia en multinacionales, cediendo un poder de intervención con probables efectos positivos iniciales pero desastrosos en el futuro. Para entender el presente ayuda saber que por acción u omisión, las políticas económicas y, aun sus vaivenes en su aplicación, pueden ser absolutamente funcionales a la profundización del proceso de concentración y centralización del capital. Es más, como enseña la historia reciente, hasta las crisis económicas resultantes de la propia política económica no hacen más que intensificar dicho proceso.

No es tarea sencilla la definición y elección en el país de los sujetos económicos a privilegiar para liderar el proceso económico en el sistema de organización social, que no es otro que el capitalismo. La característica rentística de la burguesía nacional, el elevado grado de transnacionalización de sectores clave de la economía y el ciclo mundial de concentración en grandes firmas constituyen factores que convierten en más compleja la cuestión. En ese complicado escenario, un esquema de retenciones móviles resulta una intervención incompleta en la redistribución de la impresionante renta agropecuaria, y por lo visto ineficiente en la esfera política para amortiguar los diferentes intereses en pugna. La participación estatal vía derechos de exportación en función de los objetivos de control de los precios de los alimentos, de aumento de los ingresos al fisco y de la estrategia de diversificar la producción para eludir los efectos del monocultivo de la soja es necesaria, pero insuficiente. Frente al poder inmenso que emerge de la República Unida de la Soja, constituye una estrategia autodestructiva privilegiar una alianza política con sus barones, pool de siembra, multinacionales exportadoras, grandes fabricantes de semillas y economistas de la city asociados, apostando a que de ese modo se alcanzará el objetivo de controlar el sensible mercado de alimentos y, en esa línea, el delicado frente de la inflación.

Para evitar confusiones, propias y ajenas, en este conflicto el Gobierno continúa con una estrategia contradictoria al no precisar la orientación de la convergencia de intereses materiales concretos, teoría económica y práctica política. Por eso, con el campo hoy no se aplica lo que decía Bill Clinton en su primera campaña presidencial sobre cuál es el principal problema que enfrentaba Estados Unidos, resumida en la frase “es la economía, estúpido”. En cambio, corresponde redefinir la cuestión de la tensión con el campo y la inflación parafraseándola con la expresión “es la política”.

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