La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su par chilena Michelle Bachelet conmemoraron ayer los 30 años de la mediación papal que evitó un conflicto armado por el canal de Beagle entre las dictaduras que entonces asolaban Argentina y Chile. El poblado de Monte Aymond, en el extremo sudoeste de Santa Cruz, fue la cita cúlmine de un breve periplo de dos días que incluyó una serie de actos iniciados anteayer a la noche en la ciudad chilena de Punta Arenas. “Hoy estamos dando definitiva vuelta a una página de la historia que no escribieron nuestros pueblos, la escribieron otros y, porque la escribieron otros, la letra fue una letra torcida”, expresó Cristina Fernández ante la atenta mirada de Bachelet y del cardenal Odilo Pedro Scherer, enviado del papa Benedicto XVI. Ambas mandatarias ratificaron la intención de que en 2009 se firme un nuevo tratado de integración entre ambos países.

Luego de participar de una misa celebrada por Scherer junto a representantes de la Iglesia Católica de Argentina y Chile, CFK y Bachelet arribaron a Río Gallegos, donde las recibió el gobernador Daniel Peralta. El día amaneció soleado, pero el viento patagónico apareció en toda su intensidad y las obligó a trasladarse por tierra a Monte Aymond.

“El principal desafío que enfrentarán nuestras naciones en vísperas de sus bicentenarios será el de profundizar la integración bilateral”, afirmó la presidenta chilena, al tiempo que indicó que “Chile y Argentina iniciaron negociaciones hacia la firma de un nuevo tratado de Integración”. Recordó la intervención de Karol Wojtyla al remarcar que “la placa que hemos descubierto recordará para siempre la gratitud de nuestros pueblos para con el papa Juan Pablo II”. Bachelet le dijo a su Cristina Fernández que “creo que somos unas privilegiadas, presidenta Cristina, porque hemos tomado la decisión de generar un mensaje muy claro; que Chile y Argentina seguirán trabajando juntos por la paz”.

Cristina Fernández, a la hora de valorar la actual relación entre ambos países, se refirió a los momentos turbulentos que se vivieron en aquellos años y recordó, visiblemente emocionada, la complicada situación que aquejó al Sur argentino. “No era una situación excepcional que una familia de argentinos patagónicos tuviera un integrante chileno; al contrario, Río Gallegos siempre fue una comunidad integrada por argentinos y por chilenos”, afirmó la Presidenta, tras recordar que su suegra nació en Chile. Contó que “teníamos miedo porque eran decisiones de gobiernos que, para la inmensa mayoría de nuestros pueblos, eran ajenos porque no eran surgidos de la voluntad popular”.

La mandataria argentina enfatizó que “no hay mejor amor a la patria que contribuir a la paz y la felicidad de los ciudadanos, por eso quiero agradecer este gesto a los hermanos chilenos de poder estar juntos aquí, dándole una definitiva vuelta a una página de la historia que no escribieron los pueblos sino otros y, como no la escribieron los pueblos, la letra fue torcida”. Y, mirando fijamente al enviado de Joseph Ratzinger, rememoró la salida pacífica del conflicto al afirmar que “la intervención papal pudo evitar la tragedia y esto hay que agradecerlo recordando el gesto y agradecer también a Su Santidad el haber enviado a sus representantes para acompañarnos hoy aquí”.

Entre el discurso de las presidentas, Odilo Pedro Scherer, arzobispo de San Pablo, leyó un mensaje de Benedicto XVI. En el texto, el Papa recuerda “la participación del cardenal Antonio Samoré, como representante de Juan Pablo II, que detuvo el enfrentamiento bélico mediante la firma de un tratado de paz y amistad”. Según el Vaticano, fruto de ese acuerdo se pudo “alcanzar una solución justa a través de medios pacíficos propios de pueblos civilizados, sobre todo cuando sus miembros se saben hijos de un único Dios”.