Viernes, 2 de enero de 2009 | Hoy
EL PAíS › EL COMPLICADO PRIMER AñO DE GOBIERNO DE CRISTINA KIRCHNER
Cristina Kirchner arrancó su mandato con un cruce con Estados Unidos por el caso Antonini. Luego, el conflicto con las entidades agropecuarias que marcó su primer año de gestión. La caída de Alberto Fernández y un final a todo anuncio para enfrentar la crisis.
Por Daniel Miguez
En la quietud de El Calafate la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su esposo Néstor Kirchner quizás hayan brindado en la medianoche de ayer para que 2009 pueda borrar el 2008. Y que los dos ejes sobre los que girará la vida política de este año –la crisis mundial y las elecciones de octubre– rueden en sentido contrario al del conflicto con los empresarios del campo y sus consecuencias.
Ese traumático 2008 para el oficialismo, y sin ánimo de hacer una cronología, se puede resumir en algunas postales de cómo se vivieron en el centro del Gobierno algunas de las situaciones más difíciles.
- El juicio por la valija. Apenas asumió como presidenta, CFK leyó con estupor que un fiscal de Miami aseguraba que un testigo protegido había dicho que el dinero incautado por el Gobierno al empresario venezolano-estadounidense Guido Antonini Wilson tenía como destino financiar parte de la campaña electoral de 2007. La Presidenta y su marido estaban anonadados por dos razones: porque Estados Unidos al hacer esta presunta jugada político-judicial contra el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, no tuvo ningún miramiento en involucrar, aunque sea lateralmente, a la Argentina. E incluso leyeron este mensaje: “Los que están cerca de Chávez pueden sufrir daños colaterales”. Pero tanto o más enojo les provocó ver cómo aprovecharon la situación para hacer de esto un escándalo sectores del poder nativo que admitían un segundo y último mandato de Néstor Kirchner, pero que no habían querido saber nada con que CFK fuera presidenta. Los meses de gracia que se le conceden a un nuevo presidente se habían acotado a menos de una semana.
- El nuevo perfil tajeado. La Presidenta que pretendía encarar una nueva etapa con mejor distribución del ingreso, más apertura al mundo y mayor calidad institucional, quedó enredada en el primer punto. La primera medida redistributiva –que implicaba la Resolución 125 de retenciones móviles a la exportación de soja y girasol– tuvo como respuesta el 12 de marzo un lockout de las cámaras agropecuarias con una escalada impresionante. El objetivo de mayor presencia internacional empezó a cumplirlo con su intervención en la crisis entre Colombia y Ecuador por el asesinato del líder más moderado de las FARC, Raúl Reyes. Pero el conflicto agropecuario le deparó la primera consecuencia (que con el transcurso de los meses se transformaría en insignificante), como fue la obligada suspensión de un viaje a Londres, invitada por el primer ministro Gordon Brown.
- “Todo bien”. Cuando el entonces ministro de Economía, Martín Lousteau, les presentó al jefe de Gabinete y a la Presidenta su proyecto de la Resolución 125 le hicieron una sola pregunta: “¿Esto nos puede traer problemas con la gente del campo?”. El joven ministro respondió: “Para nada. Tienen una rentabilidad tan alta que esto no les mueve la aguja”. La escena contada por más de un testigo a Página/12 reveló el mal paso inicial de un conflicto que teñiría gran parte del año y le depararía al Gobierno enormes costos políticos.
- El turno de D’Elía. Con un extraordinario apoyo mediático, los productores rurales –acompañados por grupos vinculados con la dictadura militar– fueron a Plaza de Mayo a hacer sonar cacerolas la noche del 25 de marzo. En el Gobierno veían que si la Plaza se llenaba y la gente permanecía allí podría transformarse en un callejón de difícil salida. Hubo muchas discusiones sobre qué hacer. Finalmente se le permitió a Luis D’Elía ir a la Plaza a confrontar posiciones. Quedó en la retina de los espectadores la piña que le dio a un señor que lo venía provocando. Días después, muchos de los que se oponían en la Casa Rosada a la intervención de D’Elía, reconsideraron en la intimidad que si el piquetero no hubiera ido, todo hubiese podido ser peor.
- El primer empujón a Alberto. El conflicto con los empresarios agropecuarios desgastó al histórico jefe de Gabinete y mano derecha de los Kirchner hasta hacer insostenible su permanencia en el Gobierno. Ya el 12 de abril el gobernador de Chubut, Mario Das Neves, salió a pedir su renuncia y nadie del poder lo descalificó. Pero un hito importante lo marcó el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, al romper un pacto con Alberto Fernández. El 6 de mayo en el edificio de la Jefatura de Gabinete (ex Somisa), Fernández acordó con los presidentes de las cuatro entidades agropecuarias un temario de 10 puntos que le ponía fin al conflicto, ya que modificaba el la Resolución 125. El de-sacuerdo era sobre cómo anunciarlo para que ninguno apareciera públicamente como perdedor. Finalmente pactaron declarar que la reunión había sido positiva y que estaban cerca del acuerdo. Pero, al salir del edificio, Buzzi le dijo a la prensa que la reunión había sido positiva porque el Gobierno reconoció que las retenciones móviles habían sido un error. Algo inadmisible para el Gobierno y un tiro en el pecho a Alberto Fernández, cuya capacidad de negociador quedó ridiculizada por la frase de Buzzi. Unos días después, el 19 de mayo, Página/12 informó que Alberto Fernández podría dejar el Gobierno cuando terminara el conflicto con las cámaras agropecuarias y que, en ese caso, el nombre que sonaba para sucederlo era el de Sergio Massa.
- Congreso, Cobos y cambio de jefe de Gabinete. Durante mayo, Kirchner asumió como presidente del PJ y el Gobierno mantuvo negociaciones con los productores rurales que quedaron rotas después del acto del 25 en el Monumento a la Bandera en Rosario, porque desde la óptica oficial los discursos que allí se pronunciaron fueron agresivos y con componentes destituyentes. El 9 de junio la Presidenta usó por primera vez la cadena nacional y anunció cambios en la Resolución 125. Como no tuvo resultados, el 17 de junio envió la Resolución al Congreso para que se aprobara por ley. Pasó con dificultades por Diputados, pero en el Senado algunos oficialistas se dieron vuelta a último momento y debió desempatar el vicepresidente Julio Cobos. En una madrugada frenética, los senadores oficialistas le plantearon sin éxito a la Presidenta pedir un cuarto intermedio para cambiar el proyecto y Alberto Fernández no pudo convencer a Cobos. Ese jueves 17 de julio fue el día más difícil para el Gobierno. En medio de rumores de que la Presidenta iba a renunciar, Kirchner tuvo un duro cruce con Alberto Fernández. El viernes se firmó el decreto derogando las retenciones móviles y fue el último acto oficial de Alberto Fernández. Kirchner no volvió a atender sus llamados y el miércoles 23 les comunicó a los medios que renunciaba. Efectivamente, lo reemplazó Massa.
- Retomar la iniciativa, cambiar la imagen. Terminado el conflicto que duró más de cuatro meses y con la imagen de la Presidenta muy dañada, vinieron los días de fuerte debate interno en el Gobierno sobre cómo retomar la iniciativa y mejorar la comunicación, sobre todo con la clase media, que había sido el talón de Aquiles en el conflicto. La Presidenta dio su primera conferencia de prensa y decidió pagarle al Club de París. Luego anunció, en Nueva York, un plan para saldar deudas con los bonistas que no aceptaron el canje en el gobierno de Kirchner. Pero el escaso acompañamiento mediático hacía que las medidas prácticamente cayeran en saco roto y enfurecieron a Kirchner, que clamaba contra el carácter extorsionador que le adjudicaba a algunos medios.
- El efecto Cobos en el PJ. Pocos días después de que Cobos se pasara a la oposición sin renunciar al cargo, el Gobierno comenzó a sentir el pase de facturas del peronismo. La idea era más o menos así: “Ya vimos lo que pasa con los transversales. Ahora, sólo peronistas”. También desde ese momento los transversales que no traicionaron al Gobierno comenzaron a reclamar que no los dejaran afuera, que no pagaran justos por pecadores.
- La crisis y una nueva oportunidad. Ante la debacle financiera y económica en el mundo, el Gobierno aprovechó para mostrarse hiperactivo en frenar sus efectos en la Argentina, con una batería de medidas que, por primera vez ante situaciones semejantes, en vez de la salida del ajuste del gasto y el achicamiento de salarios buscó por el lado de la inversión y el aliento a la producción y el consumo. Así, parte de noviembre y todo diciembre, las oficinas oficiales vivieron la agitación de tener que parir anuncios sin parar, con la esperanza de devolverle al Gobierno la imagen de hacedor y, ahora sí, poder recuperar al menos una parte del terreno perdido y de la porción de votos que no se han fugado definitivamente a la oposición, a cualquiera de sus expresiones.
- Lo que viene. Aunque es muy difícil mantener semejante ritmo, la Presidenta ya les comentó a sus ministros que en 2009 hay que mantener el mismo nivel de iniciativa de los dos últimos meses de 2008, con dos desafíos complicados por delante: amortiguar lo que más que se pueda los efectos de la crisis y ganar las elecciones.
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