Viernes, 9 de enero de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Eduardo J. Vior *
Fernando “Pino” Solanas denuncia la gravedad del hambre en nuestro país en Página/12 del lunes pasado. Acusa a las grandes corporaciones de estar afectando la alimentación de nuestra población, critica la supuesta complicidad de los gobernantes y cuestiona “el silencio cómplice” de muchos. En un giro incomprensible, dispara hacia su flanco: “¿Cómo es posible aceptar que magistrados, grandes intelectuales, profesores, filósofos y comunicadores no denuncien el crimen del hambre y el saqueo de los recursos del país? Pienso en queridos y talentosos compañeros, como varios integrantes de Carta Abierta, que tantas veces hicieron oír sus voces defendiendo las causas de los derechos humanos y la democracia y hoy callan estos latrocinios”.
Como militante popular, miembro de la Comisión de Derechos Humanos de Carta Abierta, investigador y ciudadano, quiero responder a título personal a esta calumnia. Carta Abierta es un colectivo plural de intelectuales, profesionales y técnicos, popular, democrático y participativo, que sólo habla oficialmente cuando lo decide su asamblea. Ultimamente se ha reproducido tanto en todo el país que ya debe hablarse de un amplio movimiento de la conciencia patriótica. Lo voy a defender como militante de derechos humanos que desde hace años batallo por el derecho humano a una alimentación adecuada. Otros compañeros lo harán desde sus respectivos lugares.
Mientras Pino Solanas hacía causa común con los ruralistas contra la Resolución 125, Carta Abierta publicó cuatro documentos y se movilizó de múltiples maneras. Ya la Carta/1 comenzaba en abril pasado caracterizando el conflicto: “Asistimos en nuestro país a una dura confrontación entre sectores económicos, políticos e ideológicos históricamente dominantes y un gobierno democrático que intenta determinadas reformas en la distribución de la renta y estrategias de intervención en la economía”. En la carta de junio sobre los medios de comunicación reclamábamos voz para quienes no la tienen: “De lo que se trata, en palabras cortas, es de (...) redistribuir el derecho a la palabra comunitaria”. En tanto Claudio Lozano votaba contra la Resolución 125, la carta sobre “La nueva derecha” criticaba en julio su doble lenguaje: “¿Cómo se puede reclamar la nacionalización del petróleo cuando la lucha que se despliega es contra una medida progresiva de índole impositiva? ¿Cómo se puede llamar a la lucha contra la pobreza con aliados que expresan las capas más tradicionales de las clases dominantes?”.
Reiteradamente hemos denunciado la concentración de la propiedad de la tierra como corresponsable del hambre y la pobreza. En el documento sobre políticas de derechos humanos difundido en noviembre (“Ahora y siempre: por una política integral de derechos humanos”) se señalan los problemas y las tareas: “Indudablemente hubo grandes avances en la disminución de la pobreza e indigencia desde 2003. Sin embargo, la ‘normalización’ de la desigualdad en los medios y el fracaso del gobierno nacional cuando quiso aumentar las retenciones a las exportaciones de granos acallan el debate sobre la redistribución de la renta. Sin política de redistribución de la renta y una mayor solidaridad social no se puede garantizar la vigencia plena de los derechos económicos, sociales y culturales”.
Desde hace años vengo bregando por el derecho humano a una alimentación adecuada. Siempre me he preocupado por los derechos económicos, sociales y culturales, en mis 24 años de emigración y desde mi retorno a la patria. Entonces, ¿a qué viene el ataque? Solanas confunde en sus críticas a justos y pecadores, mezcla medias verdades con mentiras totales, ensucia y destruye la política como lucha por ideales y búsqueda de concertaciones. Quien no está con él es su enemigo.
Las políticas inspiradas en los derechos humanos son indivisibles. Para quienes militamos por la verdad y la justicia, los derechos humanos al trabajo, a una alimentación, vestido y vivienda adecuados, a educación, salud y justicia fundamentan la política emancipatoria que hacemos persuadiendo, sumando voluntades y organizando. Los militantes del campo popular asumimos nuestra responsabilidad, también en el trabajo intelectual. ¿Y usted, señor Solanas?
* Doctor en Ciencia Política.
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