EL PAíS › MARCO GARCIA, DIRIGENTE DEL PT DE LULA
“La Argentina quedó en el peor de los mundos”
Miembro de la dirección del Partido de los Trabajadores de Brasil, que lleva como candidato a Lula, Marco Aurelio García opina sobre la crisis argentina y explica quién está detrás de la ola de crímenes contra los alcaldes de su partido.
Por M.G.
Virtual canciller del Partido de los Trabajadores, la fuerza de izquierda más grande de América latina, Marco Aurelio García es secretario de Cultura de la comuna de San Pablo, que gobierna la petista Martha Suplicy. Pero sobre todo es uno de los dirigentes más próximos a Luiz Inacio Lula da Silva, quien intentará ganar por cuarta vez las elecciones presidenciales de este año a pesar de la ola de atentados que acaba de tener su pico más alto en el asesinato de Celso Daniel, el alcalde de Santo André y coordinador del programa nacional de Lula. El viernes, mientras viajaba con su auto de un barrio a otro de San Pablo por los 448 años de la ciudad, concedió esta entrevista telefónica a Página/12.
–Con el gran problema de los asesinatos y las amenazas contra sus cuadros, ¿al PT le queda tiempo para preocuparse por la Argentina?
–Sí, claro. Pero no quiero quedar ante los argentinos como hablando con un tono profesoral, como pasa siempre que uno habla de otro país. El problema fundamental, me parece, es que había una cuestión clave que nadie tuvo el coraje de resolver: la cuestión de la convertibilidad. Había un consenso de pánico. Y ese tipo de consenso es lo peor. Nadie se animaba a cuestionar la convertibilidad aunque los hechos empujaran hacia una gran crisis.
–Como pasó.
–Sí, como pasó. Y así la Argentina quedó en el peor de los mundos, sin alternativas. Por eso vive una paradoja más de la historia reciente: un gobierno surgido en medio de la bajísima credibilidad de la política que confronta al mismo tiempo con los intereses de las finanzas y con una parte importante de la población. Es lo peor que podía ocurrir.
–¿Le preocupa el síndrome de descrédito de los políticos?
–Claro, y no lo digo yo sino la sociedad, porque los síntomas son anteriores a este momento. Los argentinos eligen a un candidato con una marca neta de oposición a Carlos Menem: Fernando de la Rúa. La coalición sufre una ruptura interna inmediata, inexplicable y sin alternativa con la salida de Chacho Alvarez. Después Fernando de la Rúa convoca para reformular la política al candidato que salió tercero en las elecciones. El tercero y el primero caen y sube el segundo, Eduardo Duhalde, que traza una política impuesta por los hechos. Es sintomática la reacción internacional. Nadie critica lo que la Argentina hace. Todo el mundo, en cambio, se pregunta qué hará. Y pregunta por las alternativas.
–¿Qué responsabilidad especial tiene el establishment económico internacional?
–Tiene razón cuando dice que la crisis no se dio sólo por culpa del extranjero. Pero es mentira que todo pasó en la Argentina sin apoyo externo. Ahora, para salir del peligro doctoral. Yo no sé, analíticamente, si hay una alternativa distinta a la de Duhalde. Si yo estuviera hoy en la Argentina, ¿propondría elecciones generales? No lo sé.
–¿Es razonable pensar que a Celso Daniel lo mataron delincuentes comunes?
–¿A qué se refiere?
–Por ejemplo, a un intento de secuestro que después falló.
–No, de ninguna manera pudo haber sido así. No se puede atribuir el asesinato a un crimen común. Desde luego que hay una ola de criminalidad cotidiana creciente, pero casos como el de Daniel se escapan de esa norma. Hace dos horas mataron a un fiscal que investigaba el crimen organizado en Belo Horizonte. Es mucha coincidencia que dos alcaldes del PT hayan sido asesinados en el plazo de seis meses, y que otros tres alcaldes petistas hayan sufrido atentados, lo mismo que muchos concejales. Por eso creo que no se trata de la simple repetición de hechos criminales comunes.
–Si es crimen organizado, ¿hubo participación estatal? –En un sentido indirecto. Los asesinatos están muy vinculados a la incapacidad de la policía y de la Justicia.
–¿Por qué el crimen organizado mató a Daniel?
–Una hipótesis que debería ser explotada es la siguiente. En los últimos 15 años hubo en Brasil, igual que en otros países, un repliegue muy fuerte del Estado, que se fue del espacio público. Ese vacío en gran medida fue ocupado por la Iglesia en algunos casos y por oenegés en otros. Pero también por el crimen organizado.
–¿Se convirtió en un Estado dentro de otro?
–El crimen organizado, por ejemplo, empezó a ser proveedor de servicios públicos, financiando aquí un puesto de salud, allá un club de cultura, más allá un equipo de fútbol o una escola do samba. Por eso logró una capilaridad social muy grande. No es un fenómeno tan novedoso. En los Estados Unidos la mafia también tenía una profunda implantación social.
–¿Cuál es la relación de este fenómeno con los asesinatos?
–Que cuando el PT llegó a las municipalidades reocupó el espacio público. Lo hizo al desplegar políticas sociales, como en salud y educación, pero cuando amplió el espacio ciudadano, creando mecanismos de control del Estado. Eso genera conflictos con el crimen organizado, porque hay competencia por un mismo espacio.
–Usted dijo que ésta era una hipótesis...
–Una hipótesis sobre las causas del asesinato. Pero no es una hipótesis sobre el conflicto entre el PT y el crimen organizado, una confrontación que conozco muy bien. Lo sé por los ejemplos de resistencia a las políticas sociales por parte del crimen organizado. Lo sé por experiencia propia como secretario de Cultura de San Pablo. Mire, hoy mismo recibí la información de que en una plaza donde se planeaba presentar un show, los traficantes de la región amenazaron con una masacre. Cuando el Estado deja de ser mínimo y empieza a asumir responsabilidades. El asesinato de Celso fue suficientemente sofisticado como para pensar que el crimen organizado estaba comprometido.
–¿Qué efecto político tiene el atentado sobre el PT?
–Como tuvo un impacto negativo para el gobierno, empieza a producirse ahora una ola de contrainformación desde una parte de la prensa, que quiere victimizar a la víctima. Unos dicen: “A lo mejor el tipo que estaba con Celso Daniel tenía negocios sucios”. Otros dicen: “Puede ser un ajuste de cuentas”. Uno de los publicitarios de (la candidata presidencial de derecha) Roseane Sarney trató de presentar al PT como un partido violento, como el partido de los talibanes. Vamos a demandar ante la Justicia a su jefe de campaña, que a lo mejor, dicen, podría trabajar con (el candidato de Fernando Henrique Cardoso, el ministro de Salud) José Serra. Es muy sintomático que ayer muchos periodistas brasileños hicieran la pregunta estúpida: “¿Cuánto beneficia al PT la muerte de Celso Daniel?”.
–¿Qué les contestó?
–Que nada, porque era un gran cuadro con mucho futuro y lo perdimos.
–¿El crimen organizado trabaja con la ultraderecha?
–Una relación que puede darse es a través de la policía. Parte de la policía es, se sabe, uno de los “ministerios” del crimen organizado. En Brasil no tenemos una ultraderecha muy visible. Hay personeros que están focalizando un discurso en favor de la pena de muerte, que piden una acción “más enérgica”, una política en contra de los derechos humanos, pero hasta ahora son sectores más bien ideológicos que aprovechan el clima de histeria que produce la inseguridad pública. A la vez, en algunas regiones del país ya es visible una convivencia más que pacífica -articulada, diría yo– entre sectores políticos y el crimen organizado. Hay tres o cuatro diputados con mandatos suspendidos, en el norte, porque estaban vinculados al narcotráfico, y hay acusaciones sobre otros 15 o 20.También denuncias contra jueces. Eso, todavía, en Estados muy periféricos.
–¿Por qué “todavía”? ¿Pueden extenderse?
–Si no los golpeamos fuerte, sí, y puede avanzar la articulación con sectores centrales del poder. Plata no les falta, ¿no? Analicemos la secuencia de las cosas. El secuestro de Celso se hizo un viernes, el 18 de enero. El jueves 17 dos criminales habían bajado con un helicóptero en el patio de una cárcel y rescataron dos presos muy peligrosos alojados allí. El domingo 20 por la mañana aparece el cuerpo de Celso. Y después (el 25) la noticia de la muerte del fiscal en Belo Horizonte. Mientras tanto, crece el sentimiento de inseguridad de la población.
–¿Eso acorrala políticamente al PT?
–No, porque estamos consiguiendo unificar dos temas: el problema del trasfondo social, por supuesto, y la incapacidad de este tipo de Estado de enfrentar un problema de esta naturaleza.
–¿Temen que Brasil se colombianice, con el crecimiento de narcos y paramilitares?
–Pienso más bien en el México de hace unos años. Las vinculaciones regionales del crimen organizado poco a poco van contaminando el espacio político. ¿Sabía que el Partido Democrático de la Revolución, el PRD, tuvo más de 400 dirigentes asesinados?
–No. Me asombra la cifra.
–Por eso me preocupa el modelo mexicano de violencia. Allá, la ola de violencia regional llegó a ser tan abrumadora que terminó superando el marco regional. Hasta hoy día no se aclaró, pero me parece evidente que el asesinato de (el candidato presidencial del PRI Donaldo) Colosio involucra sectores de alto rango y del crimen organizado. En Brasil la tradición de violencia política es “de base”: el asesinato de un dirigente campesino, de un cura, del abogado de un sindicato... Pero se cuentan con los dedos de una mano los atentados políticos grandes.
–¿Ve cierta coordinación que articule la violencia política en Brasil con fenómenos en países vecinos, o que se proponga impedir un eventual triunfo presidencial del PT?
–Por el momento no creo que funcione de ese modo. Es obvio que hay una situación de transición en América latina, que a mi juicio está muy marcada por lo que ocurrió en la Argentina y en Venezuela, e incluso por el impacto de algunos modelos que parecían consagrados, como el caso de Chile. Es obvio, también, que todo eso está en crisis. Y es obvio que en ese marco una victoria de la izquierda en Brasil tendría un efecto muy fuerte incluso en las relaciones con la Argentina. Podríamos pensar en una alianza estratégica más fuerte para impulsar el proyecto original del Mercosur. Podría haber una presión internacional en contra de Lula y en contra de los candidatos de izquierda. No lo descarto. Pero todavía, al menos, no la veo, y no veo una relación explícita con los atentados.
–¿No percibe recelo económico en los Estados Unidos hacia un posible triunfo del PT?
–Económico no. Político sí. Veo temor a un acercamiento mayor de Brasil con la Argentina que cree un eje entre el Mercosur y Europa con base en Francia y Alemania. Después, está la paranoia sobre un acercamiento con Hugo Chávez y Fidel Castro. Pero la verdad es que importa más lo primero, sobre todo cuando las negociaciones del ALCA están bloqueadas porque el proyecto de negociación aprobado en la Cámara de Representantes eliminan cualquier ventaja que el ALCA pueda tener para América latina. Para la Argentina, por ejemplo, es un desastre: el área norteamericana más protegida es el área agrícola. Es evidente, también, que el PT es un partido ubicado “muy” a la izquierda. Sin embargo, es igualmente evidente que en el poder vamos a hacer una política económica responsable. No somos tontos. Para replantear el crecimiento económico respetaremos algunos parámetros. Grandes intereses económicos en el sector productivo yagrícola serán más protegidos que hoy y se beneficiarán con el crecimiento. Pero no creo que eso pueda producir una histeria económica.