EL PAíS › LA VIDA DEL EX MINISTRO Y SU BALANCE SOBRE POR QUE TUVO QUE DEJAR EL PODER
“Lo peor es que ya no es prestigioso”
Domingo Cavallo vive en un corralito y no se deja ver por temor a las agresiones. Después de borrarse en el sur, volvió a su nueva rutina: de casa a la oficina y de la oficina a casa. Está gordo y deprimido por lo que dicen de él en el exterior.
El martes a la noche volvió del Sur y se puso en contacto con sus colaboradores. Les dijo que no piensa aparecer públicamente. Que haber devaluado fue una barbaridad. Y que todavía no sabe cómo salir del encierro que se autoimpuso por miedo a ser agredido. Cuando está en Buenos Aires, Domingo Cavallo sólo va de sus oficinas de Figueroa Alcorta y Tagle a su piso de Libertador y Ocampo, y viceversa. No volvió a hablar con Fernando de la Rúa. Pero llamó por teléfono al actual ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, y le mandó una carta al presidente Eduardo Duhalde, para decirles que fue un error abandonar el uno a uno. En su entorno, hay quienes dicen en voz baja que está acabado políticamente. “Pero lo peor no es lo que le pase en la Argentina, que podría ser reversible. Lo tremendo es que Cavallo ya no es el economista más prestigioso de América Latina, ése al que llamaban para asesorar a países en crisis como Rusia y Ecuador. Y aunque lo llamaran, ahora no puede salir del país”, opinó un hombre que compartía desayunos y caminatas, cuando salir a la calle no significaba para el ex ministro poner en riesgo su integridad física.
“Cavallo está tomando aliento después de un esfuerzo muy grande que hizo por el país más allá de los resultados”, dijo a Página/12 José Luis Fernández Valoni. Fernández Valoni es el único hombre de Cavallo que se animó a hablar on the record sobre el ex ministro. Es secretario general de Acción por la República, el partido de Cavallo, y diputado nacional por esa fuerza. En lo personal, es además un íntimo amigo del ex ministro. Y su esposa, Graciela, es compinche de Sonia Abrazian de Cavallo. Será por eso que al diputado le cuesta opinar objetivamente sobre el futuro político del ex ministro de Economía. “No sé si está acabado políticamente. Yo tengo una gran admiración y respeto personal por él, el tiempo dirá”, dijo, ante una consulta de este diario.
Por estos días, el más que hiperactivo Cavallo no tiene muchas responsabilidades. Tampoco puede distenderse a su antojo. Por ejemplo, tuvo que suspender los desayunos que compartía todos los sábados en la confitería del Aguila con sus más estrechos colaboradores. Esos encuentros eran precedidos por una caminata rápida desde su casa hasta el bar, como para tratar de mantenerse en forma. En esos encuentros, Cavallo compartía el footing, entre otros con Guillermo Francos –ex diputado de AR y actual directivo de Aeropuertos 2000–; Alfredo Castañón –ex secretario Legal y Administrativo del Ministerio de Economía que acaba de volver a su profesión de abogado, entre otras cosas, para seguir las causas que hay contra su líder político–; Rosendo Fraga –ex asesor de Cavallo– y Juan Carlos De Pablo –economista, amigo y vecino del hombre.
Sus colaboradores siempre lo cuidaron. Conscientes de que cuando todavía no lo odiaba la mayor parte de la sociedad, Cavallo ya despertaba los peores sentimientos en mucha gente, preferían no llevarlo a determinados lugares. Ahora, su propio corralito es asfixiante: las reuniones con sus amigos sólo se hacen en su casa o en las casas de ellos, y la mayor parte de su vida transcurre entre la oficina que tiene en la calle Tagle y su piso de Libertador. Como no hace ejercicio y tampoco logró empezar una dieta, sigue excedido de peso. La única actividad partidaria que tuvo desde su renuncia fue un desayuno con la juventud del partido antes de fin de año. La juventud de Acción por la República la integran unos setenta chicos que piensan como él.
“Cuando supo que el gobierno pensaba devaluar lo llamó a Remes. Le dijo que no se deje engañar, que la convertibilidad podía continuar. Y le mandó una carta a Duhalde que apuntaba a lo mismo. En un momento, sus colaboradores pensaron en difundir oficialmente el contenido de esa carta, pero concluyeron con razón que podía irritar a la gente. ‘¿Quién es Cavallo para dar consejos?’ podrían pensar muchos con razón”, confesó un hombre que participa de la vida interna de Acción por la República. “Bienaventurados los que catan el fracaso porque reconocerán a sus amigos” dice el cantautor Joan Manuel Serrat en su tema “Bienaventurados”. Cavallo, quién puede dudarlo, convive desde que la gente lo echó de su puesto con la palabra fracaso. Y aunque sus amigos no se le borraron -apenas se niegan a hablar de él públicamente– juran y perjuran que le advirtieron en su momento que era un error “agarrar” el Ministerio de Economía. Quién sabe. En rigor de verdad, la única que públicamente le recomendó que no se arriesgara en ese momento fue su esposa Sonia. El resto es literatura.
Empecinados en sus ideas, algunos de los colaboradores del ex ministro insisten en que el error fue no seguir bajando el gasto público. “La convertibilidad era un corset para el gasto en el sistema político. Y eso no se lo pudieron bancar. No hay predisposición para disminuir el gasto en la Argentina. Nadie asume que el exceso del gasto es el problema de la Argentina”, dijo a este diario uno de sus ex compañeros de caminatas matinales, zarandeando una vez más una teoría cuestionada por los economistas conservadores.
Todos sus colaboradores dicen que lo siguen respetando. Algunos confiesan que lo quieren. Pero también se atreven a pronosticar que la carrera de Domingo Felipe Cavallo esté acabada. “Lo más grave es que se acabó el prestigio de Cavallo como economista internacional. El hombre que era el economista más prestigioso de Latinoamérica, ése al que buscaban cuando defaulteaban Rusia y Ecuador espera inútilmente que su teléfono suene. Y aunque lo llamaran, lo cierto es que no puede salir del país. De modo que su situación es bastante crítica”, dijo un ex asesor suyo.
¿Y Cavallo, si pudiera, se iría del país? “Tiene una contradicción muy grande. Por un lado lo analiza. Por el otro, es demasiado orgulloso como para admitir que acá va a tener que vivir encerrado durante mucho tiempo” respondió otro de sus compañeros. Por las dudas, sus abogados siguen trabajando para convencer a los jueces de que no hay motivo para semejante restricción. Hasta hoy, las gestiones no dieron fruto.