EL PAíS
Duhalde reconoció que la elección puede postergarse hasta abril
El Presidente insiste en que se va el 25 de mayo. Pero ayer anticipó que los comicios para elegir presidente, fijados para el 30 de marzo, pueden diferirse. Depende de la Justicia.
Después de un tiempo de silencio, el Gobierno reconoció ayer que las elecciones generales previstas para el 30 de marzo podrían posponerse y realizarse en abril. El primero en admitirlo fue el propio Duhalde, quien ayer inspeccionó una fábrica de tractores recuperada por sus trabajadores, en el marco de su sugestiva visita a la provincia de Córdoba. “Lo único seguro es que me voy el 25 de mayo, con elecciones el 30 de marzo o en abril, la fecha depende de la Justicia y del Congreso”, aseguró Duhalde mientras recorría la localidad de Las Varillas. Fue la segunda vez que habló de un eventual atraso de los comicios. Según Duhalde, la única forma de evitar la postergación es que el Congreso “suspenda la nueva ley electoral”. “El Congreso tiene la palabra”, desafió.
El miércoles, el Presidente admitió, por primera vez, que las elecciones generales del 30 de marzo se podrían realizar más tarde. Se refería a la posibilidad de que la Cámara Electoral derogue lo resuelto por la jueza María Servini de Cubría –algo que todo el Gobierno descuenta–, lo que pondría de nuevo en vigencia a las elecciones internas abiertas y simultáneas. Si eso sucediera, el cronograma electoral podría extenderse mucho tiempo, ya que ese tipo de elección necesita “mucha logística de recolección y repliegue de urnas”, como admitió ayer a Página/12 un diputado con cargos partidarios en el PJ. Además, toda esa estructura tendría que ser supervisada por la Justicia.
Consciente de esa eventualidad, Duhalde le pasó la responsabilidad al Congreso: sugirió que los legisladores deberían “suspender” la nueva ley electoral, para que los partidos puedan controlar sus propias internas sin que intervenga la Justicia. En la idea de Duhalde, sólo así se evitaría que el cronograma electoral se atrase y ponga en riesgo la fecha tope que se impuso para dejar el Gobierno: el 25 de mayo.
Mientras caminaba por la localidad de Las Varillas –un pueblito cordobés por el que nunca había pasado un jefe de Estado–, Duhalde recurrió a otra de sus apuestas estratégicas con vistas a las elecciones de 2003: la candidatura de su esposa Chiche. “Jamás ha tenido vocación de ocupar cargos ejecutivos”, aseguró, pero luego aclaró que es ella la que “debe decidir” si quiere integrar una fórmula presidencial. No es un dato menor el hecho de que Duhalde haya hablado del tema dos veces en una semana: el miércoles a la mañana, en un desayuno en Olivos, resolvió instalar lentamente a Chiche en la agenda pública, para que luego secunde al precandidato que logre el respaldo de la provincia de Buenos Aires.
La visita de Duhalde, ayer, sorprendió a los propios vecinos, y también al intendente del lugar, Fernando Coicet, un menemista que acudió a todo el protocolo para hacer de anfitrión. Duhalde llegó a Las Varillas acompañado por el gobernador interino de Córdoba, Herman Olivero, el segundo de José Manuel de la Sota. Después de pasar la noche del jueves en el paraje El Quebracho, donde se encontró con su madre y algunos parientes, apareció sorpresivamente en la fábrica de tractores Zanello. Es una planta que entró en quiebra en septiembre de 2001 y que reabrió sus puertas convertida en coooperativa. “Han ganado la batalla que tenemos que ganar los argentinos, que es la batalla del trabajo”, elogió Duhalde a los empleados, en una visita que a simple vista se parece más a una gira de campaña que a la agenda de un presidente en ejercicio.
La gira de Duhalde por Córdoba, además, dejó abierto el interrogante acerca del estado de las relaciones con el ex gobernador (de licencia), y precandidato del PJ. Un eje que –según algunos duhaldistas del conurbano– se podría consolidar definitivamente para captar el apoyo de los gobernadores del PJ que no optaron por Menem.