Lunes, 29 de junio de 2009 | Hoy
EL PAíS › KIRCHNER PERDIó EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES. TRIUNFOS DE REUTEMANN EN SANTA FE Y DE LA GENTE DE COBOS EN MENDOZA
De Narváez fue la estrella del PRO, que ganó bajando sus votos en Capital, donde Solanas dio la sorpresa de desplazar a Carrió. Los desafíos que se abren.
Por Mario Wainfeld
Como es regla en las votaciones decisorias, el pronunciamiento popular fue inequívoco. El kirchnerismo, seguramente más “el Gobierno” (que es una referencia cotidiana y precisa) que el “modelo”, sufrió ayer una grave derrota. Cayó de una manera impensada aún para sus adversarios más encarnizados y optimistas. Néstor Kirchner y Daniel Scioli quedaron detrás de un novato, Francisco de Narváez. Casi todos los presidenciables opositores se alzaron con victorias: Julio Cobos, Mauricio Macri, Carlos Reutemann. El kirchnerismo disminuyó su número de diputados y senadores nacionales. Sus performances en Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Capital (distritos grandes y muy relevantes) fueron pobres. En un mismo día quedaron golpeadas las tres figuras electorales del oficialismo (la presidenta. Kirchner y Scioli).
El presidente del PJ tuvo su peor día en seis años. Varios gobernadores aliados a él prevalecieron, algunos con carradas de votos. Pedirán cambios en las reglas de juego, en el reparto del poder.
La oposición no peronista tuvo una jornada festiva, aunque con réditos distribuidos de modo dispar. Los ganadores, que no son un colectivo coherente, deberán procesar sus internas, organizarse, formalizar liderazgos. La competencia electoral desnudó sus flaquezas, su relativa insolvencia, ausencia de afectio societatis. El mapa electoral muestra dominadores diseminados: Luis Juez en Córdoba, el PRO en Capital y provincia, el radicalismo en varias. No hay unidad allí, salvo en el cuestionamiento al oficialismo. Y, acaso, en la avanzada contra las retenciones a la soja, una bomba de tiempo que seguramente se activará vida en cuestión de días.
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El mayor golpe: Kirchner quemó las naves cuando se albergó en Buenos Aires. Su táctica siempre fue defensiva, abroquelarse en la provincia primero, en el conurbano luego, más adelante en el primer segundo cordón... todos esos movimientos no alcanzaron. Esta nota se cierra desconociendo las cifras oficiales definitivas, lo que impide hacer precisiones. En un primer vistazo, la estrategia evidentemente falló. El rechazo recorrió toda la geografía bonaerense, los intendentes testimoniales o no cooperaron o no sumaron.
Exponer a Scioli fue un riesgo adicional, cuyas secuelas padecerá el gobernador en el empinado tramo restante de su mandato.
Francisco de Narváez es su contracara, pasó de canillita a campeón sin escalas. Se quedó con el primer puesto, con un porcentual altísimo, bastante más de lo que consiguió Gabriela Michetti, de local y en la amigable Capital. La referencia no es azarosa, De Narváez derrotó a Kirchner-Scioli, hace rato que relegó a Solá y ayer opacó a “Mauricio”. Es un referente ineludible en la Provincia, puede valerse de ese capital como mejor le plazca. Esto es, acercarlo a Macri o a Reutemann. Con el panorama de hoy, esta última jugada parece la más ganadora, aunque toda predicción es prematura.
Con la chapa puesta, De Narváez, un millonario sin pedigree político y una instrucción escolar primitiva, desembarcó en ligas mayores. Toda una proeza a la luz de sus antecedentes y de la vacuidad de su discurso, del parco elenco que le hizo de coro. Cabe suponer que sus dos puntos fuertes fueron su campaña y la cantidad de errores no forzados de sus adversarios. El empresario diputado dominó la escena de campaña, el Gobierno orbitó en su torno, dotándolo de una centralidad que lo favorecía. El kirchnerismo, incentivó la polarización que engordaba al Colorado.
Martín Sabbatella, valorizado por años de gestión municipal en Morón, pudo hacerse un lugar en medio de una polarización enorme. Su banca lo posiciona en el escenario nacional. Lo logró con armas nobles: se mantuvo fiel a sus principios, apelando a un discurso en apariencia desaconsejable entre tanta crispación. Aquel de reconocer el “alto piso” que promovió el kirchnerismo, pero diciendo que ya tocó techo, por falta de innovación y por ser el PJ un contrapeso para un cambio progresista. En teoría, demasiado oficialista para los contreras, demasiado contrera para el oficialismo, demasiado tibio para el clima caldeado. Eso sí, fue sincero y coherente con sus ideas y con las actitudes de sus últimos años. Produjo dos pequeños milagros. El primero, aglutinar a toda la CTA en un espacio político. El otro es la parva de votos. Parece haber superado el cinco por ciento, una cifra sideral en valores absolutos, lo que le valdrá más de una banca.
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Santa Fe, Batman: Reutemann hizo una apuesta inmensa, podía perder muchas fichas pero también cobrar un pleno. Así fue, frisando la mitad del padrón, con un pelito de diferencia. Su contrario fue un socialismo gobernante que contó con su principal figura, el gobernador Binner, tratando de dar volumen al candidato Rubén Giustiniani.
Reutemann sobresale entre varios líderes justicialistas provinciales que piensan tener el bastón de mariscal. Dos veces gobernador de una provincia grande, dos veces senador, respetado por sus pares, valorado por el establishment empresario y mediático, es el mejor prospecto de presidenciable. Sus aliados más afines, Juan Schiaretti y Jorge Busti hicieron sapo en sus distritos, pero el parco Lole tiene ahora en ciernes un millón de amigos.
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Es muy lindo el invierno en Mendoza: El vicepresidente Cobos arrasó en Mendoza, un resultado cantado que sólo la ceguera de un par de operadores de Olivos podía ignorar. Eso lo coloca en la pole position entre los presidenciables del radicalismo. La UCR hizo una elección aceptable, especialmente en los distritos en los que no fue conducida por Elisa Carrió. La líder de la Coalición Cívica, la contracara de Kirchner, su más antagónica rival fue (dato digno de mención) otra perdedora de la jornada.
Para Cobos son una buena nueva los terceros puestos en Capital y Buenos Aires, que liman bastante a Lilita Carrió. Queda hegemonizando el horizonte radical, capitalizando asimismo que la dirigencia boina blanca lo prefiere antes que a Carrió. Para mejor, el radicalismo hizo una aceptable elección en varias provincias. Al cierre de esta edición, primaba sorpresivamente en Entre Ríos, asombrosamente en Santa Cruz (un golpe adicional para los Kirchner) y más previsiblemente en Catamarca y Corrientes. Como se encargó de resaltar el presidente de la UCR, Gerardo Morales, sumó bancas en el Senado y en Diputados, constituyéndose en el segundo bloque, detrás del FPV.
Cobos, amén de ser la fantasía destituyente de una derecha rural que hoy se debe estar afilando las uñas, sigue en ascenso desde esa jornada asombrosa del voto no negativo.
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Va a estar bueno Pino: En Capital, Michetti tuvo su victoria anunciada, a una distancia muy corta de la estrella de la noche porteña, Fernando Solanas. El macrismo conserva una hegemonía pertinaz, pero “Gabriela” consiguió bastante menos de lo esperado y acostumbrado. Se prejuzgaba que iba en limousine a la Jefatura de gobierno en 2011. Ahora deberá repasar ese panorama, con su patrimonio en disminución.
Pino Solanas fue un cabal ganador, irá a Diputados con otros dos compañeros. Una es la socióloga Alcira Argumedo, militante, académica y luchadora de primera, siempre desde el llano. El presupuesto de campaña de Proyecto Sur fue irrisorio. Se suplió, con recursos genuinos, a pulmón: un discurso político pleno de contenido. Pino propuso una agenda ambiciosa, de raigambre nacional-popular y estatista. Su bagaje incluye también una trayectoria coherente de más de medio siglo, como cineasta, como ciudadano y como dirigente. Sus propuestas pueden ser controvertidas, sus metas tildadas de utópicas. Pero los temas que lleva al ágora son sustanciales y a veces solapados: el patrimonio público, las empresas estatales, la energía, el sistema de transporte. Su fuerza tiene escasa expansión nacional, hasta hoy sólo propaga algo a la provincia de Buenos Aires. Pero se le abre una brecha de oportunidad de competir por la Jefatura de Gobierno, sin mengua de su programa nacional.
El Acuerdo Cívico y Social fue un fiasco. Carrió cometió varios errores, quizá por omnipotencia. El mayor fue no hacer lo obvio, encabezar la lista: la distancia entre su carisma y el de sus allegados es sideral. El segundo fue lanzar a Alfonso Prat Gay, un novato sin cintura ni recursos políticos primarios, de casi nulo conocimiento público. El tercer puesto, en la ciudad que siempre la mimó es un revés fuerte para Carrió, máxime porque subraya sus malas decisiones. Y porque sus competidores aliados se lo harán pagar.
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Vox populi: Hubo un plebiscito, nomás. Se acostumbra, por acá, dos años antes de las presidenciales. Nadie debe sustraerse a leer lo que dijo la ciudadanía. El oficialismo, ya se observó, es el primer interpelado. Su propia trayectoria electoral puede servirle de guía. Ganó con lo justo en el 2003, cuando Kirchner accedió, sorpresivamente, a la Presidencia. Enlazó decisiones acertadas, reforzó el poder presidencial, tomó decisiones soberanas, negoció con fiereza la deuda externa, renovó la Corte Suprema, adecentó la política de derechos humanos. En ese devenir, lo acompañó la ciudadanía: fue revalidado con porcentajes ascendentes en las elecciones de 2005 y 2007. La administración de Kirchner fue plebiscitada en las urnas, alumbrando la holgada llegada de Cristina Fernández a la Casa Rosada. El oficialismo erra en su imaginario, su discurso electoral lo reveló, cuando pone en escena esos años dorados, pasados, bajo el mandato de otro presidente, poco alude a la actual y propone poco para más adelante. El pueblo ya “le pagó” ese buen cuatrienio.
Lo que se ponía ayer en cuestión eran la presidencia de Fernández de Kirchner y los años próximos. El mandato de la Presidenta estuvo signado por el conflicto de las retenciones móviles, cuyas proyecciones electorales cristalizaron ayer. Pero el oficialismo tuvo otras flaquezas en este bienio. Su gabinete tiene mucho menos peso específico. Muchos aliados los abandonaron, no sólo “por derecha” con el campo, también buscaron otros destinos los Libres del Sur, el ibarrismo. Se obstinó en mantener sus figuras más irritativas (Ricardo Jaime, Guillermo Moreno) para la opinión pública. Se negó a corregir la situación del Indec.
El oficialismo puede, con razón, enaltecer su respuesta a la crisis económica mundial, la defensa de los puestos de trabajo. Y enorgullecerse del mayor blasón de Cristina Kirchner, la estatización de las AFJP. Es seguro que mucha de la bronca que acumuló “castiga” esos aciertos, pero sería una simplificación conformista leer un pronunciamiento nacional, interprovincial y trasclasista sólo como un viraje masivo a la derecha. También hay en la balanza limitaciones y obcecaciones del Gobierno.
Con la foto de hoy, tenemos un gobierno debilitado; conserva buen control de las variables económicas y una supuesta primacía en el Congreso, aunque sería ingenuo presuponer la lealtad de la mayoría de sus legisladores, peronistas al fin, verticales sólo al éxito.
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Destino peronista: El regreso de Kirchner al PJ le bastó para conseguir gobernabilidad casi cuatro años. El desgajamiento de la dirigencia justicialista catalizó su caída de ayer. Ahora, da la impresión que la mejor baraja del Gobierno es asumir su destino peronista. Convocar sus compañeros ganadores y acordar un esquema de gobernabilidad. Es de cajón que las contrapartidas serán duras para el kirchnerismo. Tendrán que compartir poder, espacios en el gabinete, aceptar una agenda parlamentaria que rehusó durante más de un quinquenio: coparticipación federal, mejora en la distribución de los fondos de la ley de cheque, sólo para empezar. Y en términos económicos, simbólicos y culturales, algunos retrocesos a negociar. Es un trago amargo, pero suena como el camino disponible. La expectativa del kirchnerismo sería mejorar la reputación de la Presidenta y recuperar terreno merced a la gestión. Y honrar su deber constitucional, tal como manifestó Kirchner al aceptar la derrota, que no es poca cosa.
A su vez, el confederal de gobernadores (encabezado paradójicamente por un dirigente que no lo es: Reutemann) tiene un incentivo para darle oxígeno al Gobierno, que es transitar ordenadamente y con chances al 2011. No les conviene una ruptura institucional (derivada de un asedio destituyente o de una renuncia por asfixia de la Presidenta) que dejaría al Ejecutivo en manos del radical Cobos, para concluir el mandato. Además, tienen memoria del desquicio que fueron los dos últimos años de Menem, batido por la Alianza en 1997. La batalla con Eduardo Duhalde desangró al peronismo y acicateó la ventaja aliancista. A la dirigencia justicialista le vale un gobierno que sostenga en cauce la economía, que facilite la sustentabilidad de las provincias (y de sus mandatarios) y que no divida sus huestes.
Un acuerdo de esa naturaleza sería racional y necesario. Consagraría avances y retrocesos, predispuestos ayer por los ciudadanos. Cuesta imaginar que los protagonistas en acción se avengan a ello, exige dosis poco usuales de templanza, responsabilidad y sangre fría. Pero es necesario, para mantener la estabilidad institucional, para honrar los plazos de los mandatos. Y también para no acentuar la debilidad del poder político, justo cuando las corporaciones económicas se disponen a hacer pagar los costos de la crisis a los trabajadores.
Los agoreros del fraude fracasaron, varios encuestadores hicieron sapos formidables, la gente de a pie votó en un contexto de tolerancia. Los ganadores festejaron, pero deberían registrar que aún no dan aún la talla, que tienen enormes tareas pendientes. Entre ellas sosegar a sus aliados destituyentes, del campo y de la industria. Su deber es no desestabilizar con malas artes a un gobierno groggy, su idiosincrasia los inclina a lo contrario.
Al Gobierno le queda hacer un acto de introspección, mirarse al espejo, reconocer errores, ser dúctil para negociar y hábil para conceder tratando de sostener lo sustancial de su “modelo”.
El plebiscito es un parate y un giro a derecha cuyo alcance dependerá de la muñeca de una clase política poco dada a la sutileza. Quizá haya sido castigo excesivo para un gobierno que acumuló méritos interesantes y mantuvo firme el timón de la economía en estos años pero que perdió sintonía con la sociedad en los últimos tiempos. Como fuera, el veredicto popular forzó un escenario, a los protagonistas les cabe hacerlo más funcional a los intereses de las mayorías. No será sencillo, cuando acecha la vendetta ruralista y el afán de las corporaciones empresarias para imponer un reparto (en su propio beneficio) de los costos sociales de la crisis mundial.
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