Lunes, 17 de agosto de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Eduardo Aliverti
Es un tema tan complicado, vistos los negocios, personajes, demagogias y pasiones circundantes, que, aun alcanzando cierto equilibrio analítico, muy probablemente uno termine pegado a quienes no quiere.
La rescisión del contrato entre la AFA y Clarín, de acuerdo con las cifras astronómicas en juego según lo que significa el fútbol en este país, es un hecho espectacular. Desde lo operativo y desde lo simbólico. De esa coctelera quedan vertidos el grupo mediático más poderoso que haya habido nunca, en confrontación abierta contra el Gobierno. La entidad que también lucra con la pasión más fuerte de los argentinos. La batalla ya personal que libran los Kirchner contra el Grupo. El modo en que eso se traduce en toda la información significativa que circula, porque ya casi no hay ni selección noticiosa, ni título ni copete, ni tono locutoril ni cobertura especial, ni opinión ni nada de nada, que no esté regenteado por el clima bélico entre el Gobierno y Clarín y, de ahí para abajo, en cómo se posiciona el resto frente a eso. Y, claro, las pirañas mayores y menores que ya intentan colocarse en la mejor ubicación para sacar tajada del nuevo escenario. En otras palabras, es incontrastable que estamos ante uno de los episodios políticos más pomposos de los últimos tiempos. A algunos o muchos les cuesta digerir que sea así, en el entendimiento filosófico, digamos, de que todo lo que rodea al fútbol es una variante del opio de los pueblos. Pero, aun cuando se lo considere un juicio respetable, convengamos que resulta definitivamente hippie apenas se lo coteja con que hablar de esto es hacerlo sobre el Poder. Así, a secas y con mayúscula.
Más luego, empecemos por la descripción del problema, del brete, a partir de su conclusión. Lo primero, como bien señaló un colega, es que Grondona lo hizo. Resulta que la fantasía nunca jamás consumada no ya de tocarle las posaderas a Clarín, sino de someterlo directamente a un procedimiento proctológico que afecta –confiesan en voz bajísima desde dentro del Grupo– un tercio de sus ingresos totales, viene a consumarla Grondona. Así es. Señoras y señores: ni Carta Abierta, ni dirigente político alguno, ni la suma de todos los intelectuales y luchadores sociales y colectivos gremiales o profesionales, ni los congresos ni debates ni mesas redondas acerca del papel de la oligopolización periodística en la construcción del sentido común a partir de los intereses corporativos del “partido” de poder más importante de la Argentina. No, no y no. Lo hizo Julio Grondona. El Padrino. El tipo que les parió un negocio que debió ser inconcebible en cualquier tiempo y lugar. El negociado, qué tanta vuelta, de empezar con cuatro cámaras para transmitir partidos en exclusividad, y terminar codificando el ardor popular a cambio de una escala de dos mangos con cincuenta para la AFA y los clubes; y de la pleitesía que le rindieron y rinden la manga de corruptos enquistados en la inmensa mayoría de esos clubes. ¿Qué hago?, dice uno entonces. ¿Me estampo al lado de estos tipos, de esta cuasi mafia, en canje por la satisfacción de que Clarín quede groggy? ¿O a mi pesar quedo sumado al cinismo de esa derecha execrable que acaba de descubrir la pobreza y el cómo puede ser de su pulular mientras hay plata para el fútbol? Porque al margen de que lo diga la derecha y dé asco, suena muy feo, cómo que no, que haya tanta energía para arreglar los dramas futbolísticos y no tanta, o poca o ninguna, para corregir los sociales. Suena así, a pesar de que ese negocio fabuloso que es el fútbol no tenga por qué darle pérdida al Estado. Al revés: si la hacen bien sería una fuente de ingresos formidable que podría volcarse, justamente, a la reparación de los horrendos desequilibrios sociales. Pero suena así. Y además, ¿qué te hacés, vos, Kirchner, si le renovaste la licencia a Clarín para que siga operando su señal, y encima le aprobaste la fusión de Multicanal y Cablevisión para que se monten a la carrera el avestruz del pagar para ver? ¿Qué te hacés?
Pero resulta que, en medio de esta contradicción aparentemente insoluble, uno descubre (es decir, certifica, porque si lo descubriera recién ahora quiere decir que vivió en un pote de crema de leche) que están en contra del quiebre con Clarín toditos los factores de poder, y amanuenses respectivos, representantes de lo peor de los valores sociales. Ahí están ya no sólo los grandes medios sino también sus periodistas, y los conductores de la radio y de la tevé, que gozaron hasta aquí de este curro despampanante, en forma directa o a través de los negocios del Grupo y los grupos (sería intelectual y técnicamente deshonesto agarrárselas sólo con Clarín). No es un cuestionamiento a que se trabaje de lo que uno es en el lugar donde no se quisiera estar. Es la falta de una frontera respecto de la que decir “bueno, hasta acá, no la cruzo”. No hablamos de los laburantes que no tienen poder de fuego en la correlación de fuerzas, sino de las ¿estrellas? permanentes o fugaces que ya acumularon bastante como para darse el lujo de decir “esto no”. Ahí están. Cumpliendo al pie de la letra más de lo que les dictan, y en no pocos casos rifando una trayectoria de honestidad progre. Gente que se pasó la vida diciendo una cosa y ahora dice otra. Son ayudados por las barrabasadas del matrimonio. Los dislates en el Indek, el crecimiento sospechosísimo de la fortuna presidencial, las idas y vueltas en la táctica de acumulación de aliados, el engañapichanga del “diálogo” político, tanto más. Pero de ahí a esta imagen de prosternarse ante el patrón mediático con rictus de “oh, sí, mi amo, lo que tú digas”, vaya con la diferencia.
Para redondear, uno concluye en que las condiciones subjetivas son que, mejor, escaparle al estampado con alguno de estos nenes. Pero las objetivas son que se avanza mucho más con lo que se puede que con lo que se desea. Y vamos a ponerlo en primera persona, para que quede bien clara la intención de sostener con el cuero lo que se dice con el pico: si el costo de aparecer despegados de los K es pegarse a los garcas de la Mesa de Enlace, a Torneos Sin Competencias, a Sojilandia, y a poner en el centro de la escena la arrogancia y las carteras de Cristina, conmigo no cuenten.
A propósito del papelón pasado por el ministro De Vido, quien anunció la marcha atrás con los aumentos tarifarios de luz y gas tras haberlos defendido a rajatabla hasta pocas horas antes, algunos recordaron la impardable cita de Groucho Marx: “Mire, estos son mis principios pero si no le gustan tengo otros para ofrecerle”. Está muy bueno. Y estaría mejor si se lo aplica también a varios colegas que en estos días contribuyeron, ojalá que en forma decisiva pero no es nada seguro, a que se caiga por fin la fantochada de que existe el periodismo independiente.
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