Martes, 20 de octubre de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Norberto Alayón *
Maradona estuvo mal. En rigor, estuvo pésimo con sus groseras expresiones dirigidas a algunos periodistas. Se equivocó por varias razones: por el carácter soez de sus manifestaciones; por la repercusión nacional y mundial que tendrían sus declaraciones; por eclipsar la principal noticia que fue la clasificación al Mundial; por desviar la necesidad de realizar análisis serios acerca de su papel como entrenador y sobre la débil performance deportiva del seleccionado. Millones de personas escuchamos su muy explícita referencia a una práctica antigua, que no es abominable en sí y que responde a la legítima y voluntaria opción entre adultos, pero que requiere de una consideración alturada, sin ventilarse de semejante manera ante una audiencia multitudinaria que, desde luego, incluyó a niños y adolescentes.
Seguramente ha habido comportamientos previos entre cierto periodismo y el propio Maradona que dieron pie (aunque no es justificable) a ese nivel de exabruptos. De todos modos, es absolutamente cierto, también, que algunos medios y periodistas pueden desencajar y encolerizar hasta al más pintado. Distorsionan, frivolizan, mienten, se mofan agresivamente. Algunos hasta fingen aparecer y/o se creen que son “la ética con patas”.
Y al día siguiente vino la respuesta de la “sociedad”, de los periodistas y diversos medios. Y le dijeron de todo al verborrágico DT de la Selección. Muchas críticas certeras y también muchas críticas miserablemente hipócritas. La global obscenidad del conjunto social se depositó sin más en el ex jugador de fútbol, casi expiando las obscenas conductas de tantos otros.
Existen, sin duda, distintas interpretaciones y valoraciones acerca de expresiones obscenas (si se quiere focalizadas) y de manifestaciones obscenas de carácter estructural en el funcionamiento de nuestras sociedades. La obscenidad de la explotación y las ganancias sin límites por parte de determinadas empresas; la obscenidad de los sectores económicos altamente concentrados y de enormes riquezas; la obscenidad de la consecuente pobreza; la obscenidad de los niños que mueren por desnutrición; la obscenidad de quienes no tienen acceso al empleo, a la salud y a la educación; la obscenidad de las mujeres (usualmente pobres) que innecesariamente mueren por prácticas abortivas que podrían evitarse o bien realizarse en adecuadas condiciones sanitarias, etcétera.
De todos modos, veamos algunos casos particulares:
¿Podría, por ejemplo, el senador Carlos Reutemann, ex gobernador de Santa Fe, criticar la real obscenidad de Maradona, cuando hace poco, ante la oferta de una eventual candidatura, dijo que “se la podían meter en el...?” ¿Podría el conductor televisivo y ex periodista deportivo Marcelo Tinelli señalar a Maradona como obsceno, olvidándose de sí mismo? Y los programas de Tinelli también son vistos por millones de personas, incluidos niños.
¿Podrían algunos canales de televisión cuestionar la obscenidad de Maradona, cuando publicitan con imágenes sugestivas y de alto voltaje que el público se comunique con un mensaje de texto para contactar con alguna exuberante y explícita “compañía” femenina?
¿Podría el diputado Francisco de Narváez imputar de obsceno a Maradona, cuando él reconoció por televisión que por todas sus grandes y diversas empresas pagaba menos impuestos que el periodista que lo entrevistaba?
¿Podría la jerarquía de la Iglesia Católica acusar de obsceno a Maradona, cuando no se expidió condenando los abusos sexuales del cura Julio César Grassi, quien está condenado a 15 años de prisión, aunque aún permanece en libertad? Precisamente el caso del cura Grassi tiene cierta simetría con las expresiones que virtió Maradona. Uno de los jóvenes abusados por Grassi declaró que el cura le propuso: “¿Querés que te la ...?”.
El tradicional matutino La Nación tituló “Maradona escandalizó a todos, pero no se arrepiente”. Sería conveniente por diversas razones que Maradona se disculpara. Pero no podemos dejar de preguntarnos si La Nación se arrepintió de haber apoyado el genocidio político y económico de la dictadura cívico-militar de Jorge Rafael Videla y Alfredo Martínez de Hoz. Y la dictadura fue algo más que una obscenidad.
Maradona, el obsceno, en definitiva es un niño de pecho al lado de algunos “respetables” y bien educados actores políticos, económicos, eclesiásticos y periodísticos que pululan en nuestra sociedad.
* Profesor y ex vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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