EL PAíS › “ELLOS CREEN QUE ME MATAN, YO CREO QUE SE SUICIDAN”, INTERPRETó REDRADO EN ALUSIóN AL OFICIALISMO

Final abrupto a la pretensión de neutralidad

Acorralado por el directorio del Central y por el abandono de parte de la oposición, Redrado dejó de lado el discurso técnico y se introdujo de lleno en la batalla política. “Soy más duro de lo que parece”, advirtió.

La intención de mantener un discurso estrictamente económico-técnico y ajeno a cualquier influencia política, encontró sus límites: “Ellos creen que me matan, yo creo que se suicidan”, sentenció ayer el desplazado –aunque todavía en funciones– presidente del Banco Central, Martín Redrado. El escaso margen de maniobra en el interior de la entidad y el aislamiento político terminaron de destruir sus pretensiones de neutralidad. La frase a la que recurrió pertenece al poeta argentino Antonio Porchia, pero la popularizó en 1976, meses antes del golpe de Estado, un antiguo conocido de Redrado, Bernardo Neustadt. Tras las mayores limitaciones a sus facultades en la autoridad monetaria decididas anteayer por el directorio de la entidad, el funcionario le advirtió al Gobierno que él es “más duro de lo que parece”.

Cuando la Justicia lo devolvió a su cargo, Redrado regresó victorioso y con el apoyo del espectro político –desde la Unión Cívica Radical hasta Pino Solanas–. Sin embargo, dentro de la entidad encontró un panorama distinto al que había dejado. Las atribuciones que le habían sido delegadas años atrás en materia de política cambiaria y sobre las cuestiones administrativas del Banco habían vuelto a manos del órgano de gobierno de la entidad, el directorio. La correlación de fuerzas allí le fue totalmente desfavorable –seis contra tres– erosionando su poder práctico. De todas formas, mantuvo su discurso “técnico” y “neutral”, inclusive cuando los dirigentes de la UCR le retiraron públicamente su apoyo. Sin embargo, pese al aislamiento, Redrado consideró ayer que su gestión “no está debilitada en lo absoluto”.

El discurso “apolítico” se sostuvo hasta ayer, cuando recurrió a la declaración del fallecido Neustadt para marcar terreno. Un día antes, el directorio había establecido normas más estrictas para los funcionarios que viajen al exterior a participar de foros internacionales, una de las actividades predilectas de Redrado. “No queremos ni matarlo y mucho menos suicidarnos. Sus declaraciones son la muestra de la falta de respeto que tiene por la institucionalidad del Central. El órgano de gobierno de la entidad es el directorio. No puede plantear que si no tiene todo el poder lo están matando”, comentaron a este diario desde la entidad. De todas formas, destacaron como “positivo” el cambio en el discurso: “Dejó de ser tan cuidadoso, dejó de lado la tonada robótica que usa y mostró que tiene un sustento político nefasto por detrás”.

A la necesidad de contar con el visto bueno de sus pares para salir del país en misión oficial, se sumó la confirmación de Marcos Moiseeff en la subgerencia de asuntos jurídicos de la entidad, quien había sido nombrado en ese cargo durante las horas que duró el interinato del vicepresidente de la entidad, Miguel Angel Pesce, y removido por Redrado. Ahora Moiseeff volvió al puesto y consiguió además que el fiscal Guillermo Marijuán diera curso a la causa que inició contra Redrado por haberlo destituido “de manera unilateral”.

Con la mayoría del directorio en contra, Redrado perdió casi todo poder práctico dentro de la entidad. Los apoyos de políticos y el establi-shment local, junto con la posibilidad de figurar como un “mártir de la independencia de los Bancos Centrales”, también comenzaron a mermar. El Golden Boy corre el riesgo de empezar a ser visto como un propiciador de crisis, y en este momento de recuperación económica, la mayoría de las cámaras patronales lo último que quería era a un presidente del Banco Central atrincherado.

“Ellos creen que me matan, yo creo que se suicidan.” Eso mismo dijo Neustadt en respuesta a la decisión de la entonces presidente María Estela Martínez de Perón de prohibir su programa Tiempo Nuevo, en 1976. “En Redrado nada es espontáneo. Siempre habla de la misma forma sin importar el contexto. No muestra al político cuando lo que está sucediendo es precisamente político y no se puede hablar desde el punto de vista profesional. No le queda el traje de héroe”, se quejó un hombre del Central que responde al Gobierno.

“Envía un mensaje de tranquilidad y después encabeza acciones que dañan la estabilidad financiera y el normal desempeño del mercado. Qué credibilidad puede tener una persona así. Su postura es irresponsable”, apuntaron en la autoridad monetaria. Desde ese sector prefirieron recurrir al poeta de culto Antonio Porchia y le propusieron otras posibles frases del autor de Voces: “Eres cuanto te necesitan, no cuanto eres” y “Porque esto no es mío. Es de todos”.

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La frase que eligió para polemizar con el oficialismo es la misma que utilizó en 1976 un antiguo conocido suyo, Bernardo Neustadt.
Imagen: Rolando Andrade
 
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