EL PAíS › A LOS 75 AÑOS, FALLECIO EL LIDER METALURGICO LORENZO MIGUEL

La UOM se quedó sin su gran leyenda

La muerte del viejo cacique marca un punto de inflexión en la UOM, que condujo por más de 30 años. Lo que para el mundo político será apenas la desaparición de una figura emblemática, en el gremio amenaza con convertirse en una dura lucha por la sucesión.

 Por Diego Schurman

La muerte encontró ayer a Lorenzo Miguel en el ostracismo, débil física y políticamente, y –si bien en un gobierno peronista– a años luz de aquella “patria metalúrgica” que lo convirtió en figura emblemática del poder. Por eso su efecto será más simbólico que real en el PJ, a no ser en la propia y devaluada estructura de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), donde varios dirigentes aspiran a suceder a quien fuera el máximo símbolo de la ortodoxia sindical de las últimas décadas.
Miguel murió en la madrugada de ayer a los 75 años, tras sufrir interminables dolencias renales y pulmonares que lo llevaron a internarse en el Sanatorio Mitre hace exactamente una semana.
A diferencia de sus años de oro, el bajo perfil no fue resultado de su elección sino de graves problemas de salud causados por una diabetes de larga data. Su vida hizo la misma parábola que la de su gremio. En los ‘70, se codeaba Juan Domingo Perón, Isabelita y José López Rega. La UOM registraba 550 mil cotizantes. Era un gremio superpoderoso. Y Miguel digitaba el nombramiento de ministros. Cafiero y Carlos Ruckauf fueron algunos de ellos.
Su poder, que solía manejar desde las sombras, no mermó durante la dictadura. Ya no para encumbrar amigos sino para salvar su propio pellejo. Su vínculo con Emilio Massera le permitió pasar sin sobresaltos los años de plomo, amén de la detención en el buque “33 Orientales” junto a Carlos Menem.
En vísperas del regreso a la democracia, no fue ajeno a las máximas decisiones del PJ. Tanto que no pudo esquivar la responsabilidad de la derrota de aquella fórmula que encabezó Italo Luder. Se lo incluyó entre los “mariscales de la derrota”.
La UOM aún era fuerte. Y garantizaba el éxito de una huelga en un país de sesgo industrial. De eso supo Raúl Alfonsín con los ya históricos 13 paros de la CGT que encabezó Saúl Ubaldini, con quien alguna vez compartió un polo de poder bajo la sigla BUM, que incluía al todavía vigente Luis Barrionuevo.
Con la llegada de Carlos Menem, la “patria sindical” cayó en picada. El proceso desindustrializador –y la apertura impuesta por Domingo Cavallo– dejó nocaut a la UOM. El número de cotizantes disminuyó a 125 mil, aunque se estima que los aportantes reales son aún muchos menos. La obra social no tuvo mejor suerte: está en concurso preventivo por registrar un pasivo multimillonario.
Lo que Miguel antes conseguía con un simple telefonazo, en los últimos años apenas lo lograba rindiendo pleitesías. Por eso, pese a su discurso combativo se arrodillaba ante los subsidios que le proveía el menemismo. Por un lado hacía honor a la vieja estrategia vandorista de “pegar para negociar” y mostraba los dientes llevando al metalúrgico Naldo Brunelli a la conducción de la CGT, y por otro se regodeaba con su flamante amiga María Julia Alsogaray.
En los diez años de gestión menemista, la UOM recibió unos 100 millones de pesos. Pero nada, ni el sugestivo seguro del sepelio que puso en marcha, logró salvar al gremio y la obra social de su decadencia.
Miguel será inhumado hoy en el Cementerio de Flores, según informaron ayer durante el velatorio en su viejo pago de Villa Lugano, por donde transitaron el presidente Eduardo Duhalde y otras figuras del gobierno, la política, el deporte y el espectáculo. Lo que se “blanqueará” después será la puja por su sucesión. Formalmente, luego de 33 años, el lugar de Miguel será ocupado por el adjunto, Luis Guerrero, hasta el 2004, año de la próxima elección. Guerrero es un anciano dirigente de Avellaneda con varios by pass en su haber. Sin embargo, en los hechos, un cuerpo colegiado integrado ad hoc intentará retener el poder real que esbozó en el último año. Este cuerpo lo integran Francisco Gutiérrez (Quilmes), Brunelli (San Nicolás), Carlos Gdansky (La Matanza), Hugo Curto (Tres de Febrero), Enrique Salinas (La Plata), Eugenio Blanco (Rosario) y el diputado Raúl Torres.
Si bien todos están dentro del arco justicialista, ninguno comulga con el menemismo. Ese lugar le queda al titular de la seccional Capital de la UOM, Roberto Monteverde, quien no oculta su intención de tomar las riendas del gremio. Seguramente tampoco será ajena a la futura división del poder la postura de las empresas del sector, Techint entre ellas, que puja por la firma de un convenio colectivo propio de sus empleados. El tiempo dirá.

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Un típico retrato del fallecido Lorenzo Miguel: con gesto adusto e inconfundibles anteojos oscuros.
El caudillo de la Unión Obrera Metalúrgica fue un símbolo de la ortodoxia sindical de las últimas décadas.
 
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