EL PAíS › OPINION
Cómo ganar psicológicamente una interna
Por Irma Gerch *
Como dirigente de la UCR Capital siento la obligación de aportar algunas reflexiones sobre las internas radicales. Me apresuro a señalar tres cosas: que acompañé en esta interna al senador Terragno; que me he cuestionado ese acompañamiento en el instante en que Terragno y sus coláteres instalaron en los medios de prensa la estrategia del “fraude”; y que escribo exclusivamente en nombre propio.
Hace dos años, cuando el gobierno de la Alianza agonizaba, me opuse a la idea de hacer una interna para elegir a los candidatos a senadores por la Capital. Mi argumento era que nos eligieron para ser gobierno y para gestionar un cambio, no para hacer de oposición desde el gobierno y deliberar sobre lo que el cambio debería ser. Derrotada por la simplicidad de mi razonamiento, el argumento que prevaleció fue el que tiene en mente un elector sumamente sofisticado, capaz de entender que lo importante cuando se está en el gobierno no es sostener al presidente con el cual uno se compromete ante la opinión pública sino despegarse de un presidente impopular a punto de fracasar, y que ese comportamiento más que un castigo merece un premio electoral. El resultado es conocido: se ganaron las internas 2001 pero ¿es acaso posible sostener que, gracias a aquella estrategia, se “ganaron” estas internas?
He aquí el patético desenlace que nos deparó la teoría del premio a la coherencia: ganamos aquella interna, pero perdimos rotundamente en éstas. ¿Cómo que perdimos?, me dirán. ¿No ganamos acaso en todo el país? No avalo la estrategia de la denuncia mediática de fraude, no porque pretenda disculpar a quienes puedan estar vinculados a situaciones irregulares, sino porque el recurso a la denuncia mediática tiene por fin ocultar lo que debemos asumir: que Terragno, que lideró una propuesta de cambio, fracasó. Más, he llegado a leer, con estupor, que sus seguidores inmediatos se vanaglorian por haber logrado colocar a “Terragno en la posición de ganador psicológico de la interna, más allá del resultado final” (Página/12, 17/12/02). Un psicólogo por favor.
El 15 de diciembre no sólo fracasaron quienes se acusa de defender un viejo radicalismo, fracasamos también quienes pretendimos ofrecer una versión de lo que debía ser el nuevo radicalismo; versión que, entiendo, el elector sentenció como errónea o insuficiente. ¿Cómo definir un triunfo sostenido en menos del 5 por ciento de afiliados y en casi nada de independientes? Cuanto más se aclara, más oscurece. En la Capital, epicentro del nuevo radicalismo, Terragno no contaba con oposición. Al contrario, contó con el auspicio del grueso de la vieja estructura punteril a la que él y su delfín mediático en la Capital tanto gustan denostar. Pero el candidato del radicalismo futuro no convenció ni al elector perspicaz ni al afiliado coherente que tenía en mente.
En esta interna perdieron ambos candidatos, pero el peso de la derrota se siente mucho más en quienes creíamos haber interpretado correctamente la demanda de cambio. Y agregamos un nuevo error si pretendemos usar a la prensa para evitar esta discusión. En la parte que me toca no voy a avalar con mi silencio una derrota que se quiere presentar como victoria sólo para evitar el fracaso de los nuevos mariscales, de la derrota o el triunfo, que ascienden y descienden al ritmo de microclimas internos que poco tienen que ver con lo que piensan afiliados, adherentes y ciudadanos.
Como dirigente ocupo un lugar secundario en el proceso de toma de decisiones partidarias. Podría autodefinirme como una dirigente barrial. Pero me hago cargo. Me rebelo a la idea de tener que optar entre disyuntivas erróneas: ni lo peor de lo viejo (oligarquía dirigencial, clientelismo, burocracia partidaria, estancamiento de liderazgo) ni lo peor de lo nuevo (elitismo antipartidario, hipocresía clientelar, ausencia de reglas, oportunismo mediático). Si estas son las opciones ¿seguiremos huérfanos quienes aspiramos a un radicalismo serio?
* Legisladora de la Ciudad de Buenos Aires, bloque UCR.