EL PAíS › OPINION

El festín de los necrófagos

 Por James Neilson

Duhalde y Menem no sólo se odian: uno dice estar comprometido con un “modelo” determinado y su enemigo jura fantasear con otro totalmente distinto. Kirchner se vende como progre y el Adolfo procura hacer creer que es un hiperpopulista enamorado de lo nacional. Sin embargo, sólo se trata de imágenes que todos cambiarían en seguida por un puñado de votos más. Al manifestarse en favor de “la ley de lemas” por saberse incapaces de celebrar una interna normal, los peronistas en efecto proclamaron que les importan un bledo las ideas, las promesas, los principios o cualquier otra cosa que no sea el poder. Al fin y al cabo, no es que todos concuerden en lo básico pero discrepen en torno de ciertos detalles. De tomarse en serio su retórica, las diferencias entre Duhalde y Menem, Kirchner y Rodríguez Saá, serían tan grandes como aquellas que separan a George W. Bush de Saddam Hussein. Pero, claro está, los peronistas nunca se han permitido preocuparse por tales pormenores porque entienden muy bien que el poder es real y lo demás es solo aire, de suerte que desde su punto de vista es perfectamente lógico que los “neoliberales” menemistas den una mano a los “productivos” duhaldistas o a los “progresistas” del emirato kirchneriano, frustrando de tal modo las aspiraciones de no peronistas que encarnen todo cuando dicen amar.
Cuando muere un movimiento político, la gente decente decide sepultarlo para entonces adherirse a otro que aún tiene futuro. En aquellas sociedades en las que la política ha degenerado en una actividad lucrativa y nada más, empero, abundan los que entienden que hasta los cadáveres son reciclables y que bien empaquetado un kilo de carne humana se parece bastante a un kilo de cerdo o pollo. Así, pues, en vez de aceptar que a la luz de las divisiones “doctrinarias” profundísimas es un disparate fingir creer que el peronismo sigue siendo un “movimiento” –o sea, una aglomeración que, se supone, avanzará o retrocederá en una sola dirección–, los capos han optado por mantenerlo en la heladera y sacar trozos jugosos cuando les parece oportuno. Puesto que el peronismo murió con su fundador, sería imposible sobreestimar los perjuicios que el país ha sufrido por vivir de carroña por varias décadas, pero a pesar de todo lo sucedido a causa de la negativa de los fieles a reconocer que no bien distintas facciones del PJ comenzaran a identificarse con planteos mutuamente incompatibles la unidad se convirtió en una mentira terriblemente desmoralizadora, Duhalde, Menem y sus compañeros quieren que sus compatriotas sigan probando la misma dieta necrófaga.

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