ECONOMíA › LOS INDICES DE PRECIOS SE DESACELERARON HACIA EL FIN DE 2002
El año de la inflación desinflada
Podría traducirse como la devaluación exitosa, si se considera que los precios no lograron “comerse” la depreciación del peso. Lo que preocupa es que los alimentos son los más duros en ceder a la tendencia de aumentos y menos flexibles a la baja cuando cae el dólar.
Por Claudio Scaletta
La inflación acumulada durante 2002 fue del 41 por ciento, informó el Indec. Los aumentos fueron del 68,6 por ciento en bienes y de 11,1 por ciento en los servicios. Mientras que la canasta básica de alimentos subió el 74,9 por ciento. En diciembre, como anticipó Página/12, el índice de precios al consumidor aumentó el 0,2 por ciento, consolidando la tendencia a la baja iniciada después del pico del 10,4 por ciento en abril. Aunque el indicador general muestra una tendencia a estabilizarse, que se explica principalmente por la caída de la demanda, no sucede lo mismo con algunos rubros de gran impacto en los bolsillos de la población, como Alimentos y Bebidas que, con un aumento del 0,6 por ciento, evitaron una probable deflación en diciembre. En este marco, Economía analiza medidas para contrarrestar los ímpetus alcistas de mercados oligopolizados en los que la baja de la divisa estadounidense no parece ejercer el mismo influjo que su suba.
Mientras la inflación acumuló un 41 por ciento en todo el año, en el mismo período el valor del dólar creció en torno del 235 por ciento. Si sólo se considerasen estas variables, la devaluación habría resultado un éxito, pues los precios no “se comieron” la depreciación monetaria. Pero en un período de definición de voluntades electorales al Gobierno le preocupan también otras relaciones más dramáticas como, por ejemplo, la existente entre salarios congelados y el alza de los precios que integran la canasta básica, relación de la que también depende el aumento del número de pobres e indigentes. Así, según mostraron los datos difundidos ayer por el Indec, Alimentos y Bebidas subió en 2002 el 57,9 por ciento, esto es, 17 puntos por encima de la inflación y la canasta básica lo hizo un 74,9 por ciento, es decir 34 puntos más que el IPC.
La explicación repetida por los formadores de precios fue el arrastre del valor dolarizado de las commodities (bienes transables internacionalmente) sobre los precios internos, pero en los últimos seis meses del año, luego del pico alcanzado en junio, la divisa estadounidense se devaluó más del 10 por ciento sin que la variación se traslade a los precios internos. La respuesta de quienes no quieren llamar a las cosas por su nombre es que “los precios son inflexibles a la baja”. Una descripción que tal vez se aproxime más a la realidad es la existencia de mercados oligopolizados que se resisten a recortar ganancias extraordinarias.
Si bien el Gobierno amenaza periódicamente con algún tipo de intervención, hasta ahora el único límite a la continuidad de los aumentos fue la caída de la demanda. La reciente advertencia de Roberto Lavagna de que podría recurrir a la suba de las retenciones –medida fiscal que se traduce en la reducción del precio recibido por los exportadores– motivó la inmediata y violenta oposición de los gobernadores de las principales provincias. Dado que en el actual escenario político el presidente Eduardo Duhalde se muestra particularmente sensible a los reclamos de los mandatarios provinciales, puede suponerse que sólo se recurrirá a más retenciones “in extremis”, es decir no para disciplinar mercados sino por necesidades recaudatorias.
El único rubro que mostró mayores aumentos que Alimentos y Bebidas fue Indumentaria, con un acumulado anual del 58,7 por ciento. Pero a diferencia del primero, la progresiva sustitución de importaciones comienza a reflejar una tenue baja de precios que en diciembre fue de 0,6 por ciento. Las menores subas se produjeron en los rubros de los “no transables”, como los servicios públicos, cuyas tarifas se encuentran parcialmente congeladas. Los resultados difundidos ayer contrarrestaron las predicciones hiperinflacionarias esgrimidas por técnicos de los organismos financieros y consultoras internacionales, quienes una vez más fallaron en sus vaticinios.
El titular del Indec, Juan Carlos del Bello, admitió la preocupación por el aumento del costo de la canasta familiar porque incide directamente enel nivel de pobreza e indigencia, que ya afecta a unos 21 millones de argentinos. El funcionario recordó que el índice inflacionario de 2002 fue el más alto desde 1991 (171,7 por ciento). En tanto, los precios mayoristas crecieron el 118,2 por ciento en el año, aunque perdieron 0,3 por ciento el último mes.